El Primer Congreso Estudiantil: más allá de las reformas
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Foto tomada de Cubadebate
El Aula Magna de la ya por entonces combativa Universidad de La Habana, en su colina de leyenda, acogió al Primer Congreso Nacional de Estudiantes que cursó del 15 al 25 de octubre de 1923, según algunas fuentes, o hasta el 28, de acuerdo con otras, analizando temas medulares del sector.
A los predios universitarios cubanos habían llegado antes reflujos de los tiempos nuevos y de combate por necesarios cambios en los claustros, que reflejaban la corrupción, el dogmatismo y la decrepitud de las metodologías académicas imperantes, en centros de estudios superiores de varias naciones de América Latina.
La influencia de ese movimiento sanador e innovador de reformas en Nuestra América era innegable, pero había más y hay que hablar de esto.
Ello estaba definido por el carácter que dio al movimiento estudiantil revolucionario cubano la figura principal promotora del importante cónclave, el estudiante de Derecho Julio Antonio Mella (1903-1929).
Con apenas 20 años, cumplidos en marzo de 1923, ese joven extraordinario venía de haber fundado en 1922 la Federación Estudiantil Universitaria, la emblemática organización vigente hasta nuestros días, y de continuar editando la revista gremial Alma Mater.
Como su presidente convocó a esa reunión revolucionaria y radical cual sus propios principios, valiente y proyectada al presente y al futuro, como él mismo siempre se revelaba. No por gusto solía afirmar: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”. Mella tenía una causa grande y noble por la cual combatir y en aquella trabajaba con el ímpetu del atleta que también llegó a ser.
De modo que en 1923 fundó la icónica Universidad Popular José Martí, que llevó a sus aulas a obreros y desposeídos en un programa de voluntariado de altos ribetes políticos, justicieros y altruistas.
Hacer que convergieran los intereses estudiantiles con los de la sociedad en su riqueza e integralidad, le dio el sello y extensión insospechada a la lucha de los universitarios y luego de los cubanos todos.
Tal decursar de ese formidable pensamiento político y sus iniciativas fuera de serie y de vanguardia, ya avizoraban la talla de Julio Antonio, el joven que en 1925 fundaría junto- al curtido mambí Carlos Baliño- el primer Partido Comunista de Cuba.
El Primer Congreso Nacional de Estudiantes formó parte del entramado unificador e integrador de una estrategia que se proponía, a ritmo de los pasos vertiginosos de combatir por la justicia social y la soberanía nacional, con la más firme postura antimperialista, fines más complejos que los ceñidos solo al sector estudiantil.
A sus sesiones acudieron 128 delegados, quienes analizaron 33 ponencias, fruto de la investigación y análisis en 53 instituciones de la Universidad, centros de enseñanza media, colegios privados y prensa estudiantil.
Fueron tratados con enfoque político incisivo problemas de la sociedad, no solo en Cuba, sino también en otros pueblos del planeta y en especial de la región.
Sirvió de marco para transmitir un saludo a la Federación Obrera de La Habana, en la cual abogaban por la unidad entre estudiantes y obreros, en el propósito de alcanzar la transformación del sistema económico injusto y entreguista al poder foráneo.
El antimperialismo estuvo presente en todo el espíritu del cónclave, en el cual se respaldó igualmente el interés por el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y la Unión Soviética. El propio Mella leyó un mensaje que estimulaba a la aproximación entre los trabajadores intelectuales y manuales.
Igualmente fue aprobada la declaración de derechos y deberes del educando, la cual instaba a sus miembros a difundir con compromiso social ineludible dentro del seno de la sociedad sus conocimientos, fundamentalmente a los obreros.
Esa fue la catapulta para la creación de Universidad Popular José Martí. Los acuerdos revelaron las reales dimensiones del líder y el movimiento estudiantil. Se trazaron empeños difíciles pero había disposición para seguir en la brega.
Mella más adelante debió abandonar el país, tras sufrir prisión por sus ideales y ser perseguido por el sanguinario presidente de Cuba entonces, Gerardo Machado.
Finalmente el dictador mandó a matar al joven, quien cayera baleado por sicarios del sátrapa, a los 25 años, en las calles de Ciudad de México, clamando su razón de vida y vocación política: “Muero por la Revolución”.
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