Pobre Paraguay… y ahora Peña

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Pobre Paraguay… y ahora Peña
Fecha de publicación: 
16 Agosto 2023
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Santiago Peña asume la presidencia de Paraguay por los próximos cinco años.

Manifestaciones de organizaciones sociales en demanda de trabajo y una vida digna para el paraguayo, acompañaron este martes la asunción presidencial de Santiago Peña, un economista de derecha de 44 años, ex jugador de rugby, quien siempre estuvo a la sombra del ex presidente Horacio Cartes, de 68, un millonario empresario tabacalero, que ha sido sancionado por Estados Unidos por ser “extremadamente corrupto”, pero que, como muchos como él, gozan de plena libertad en su país.

Peña, quien según sus allegados trata de deslindarse de su figura como “delfín” de Cartes, aseguró que manejaría cuidadosamente su gobierno, aprovechara el sector privado para generar medio millón de empleos y reconoció en una entrevista a CNN que no tiene un plan definido en otros importantes rubros, como la salud y la educación.

Considerado como un tecnócrata con una brillante carrera académica, pero de poca experiencia en la política, Peña ganó las más recientes presidenciales en Paraguay con el 43% de los votos, más de 15 puntos de ventaja sobre su rival más cercano y en su primer discurso, agradeció a Cartes por su apoyo.

Afirmó que ejercerá un liderazgo firme y ético, basado en los principios de transparencia, integridad y servicio público, algo de que han adolecido  las anteriores administraciones de su partido, el Colorado, y aseguró que “el Ministerio de Economía será el responsable de formular, coordinar y supervisar las políticas económicas del Estado, con el objetivo de promover el desarrollo económico sostenible y la generación de empleo; impulsar la competitividad y la productividad de los diferentes sectores económicos, y de establecer medidas para la protección de los consumidores”.

Pero también tendrá que combatir el todavía alto índice de pobreza, un 30%, según cifras modestas, y tiende a aumentar, debido a la desigualdad y el voluminoso sector informal del país. La pandemia por COVID-19 ha revelado y exacerbado las vulnerabilidades existentes.

RECORDATORIO

En abril de 2023, Paraguay celebró su octava elección presidencial consecutiva desde 1989, tras el derrocamiento de la extensa dictadura de Alfredo Stroessner, que sumó tardíamente al país a la tercera ola de la denominada democracia representativa.

El dato llamativo fue la victoria de Santiago Peña del oficialista Partido Colorado, pues implicó la séptima victoria en ocho justas, un récord del que ningún otro partido latinoamericano puede prevalecerse, tanto más que se produjo en un contexto regional muy adverso para el éxito electoral de los gobiernos.

En uno de los últimos bipartidismos históricos vigentes en la región, la victoria de Peña se construyó sobre fortalezas intrínsecas del Partido Colorado y fragilidades de la oposición, a pesar de un ambiente que difícilmente podía considerarse auspicioso para conservar el mando.

En efecto, el país atraviesa una racha económica mediocre y de altibajos, lastrada por la recesión de la pandemia, un rebote insuficiente y temporadas de sequía que penalizaron las cruciales actividades y exportaciones agroganaderas. Ese deterioro afectó las variables sociales, que se estancaron o retrocedieron. La consecuencia fue una insatisfacción con el gobierno del colorado Mario Abdo, que se profundizó aún más con la extendida corrupción e impunidad. 

Varios de estos factores son comunes en América Latina y explican las dificultades de los oficialismos; en Paraguay se añadió, de manera específica, un lote de sanciones de Estados Unidos contra dirigentes colorados por “corrupción significativa”, incluyendo a Horacio Cartes, jefe del partido y de su facción mayoritaria, expresidente de la República y uno de los hombres más ricos del país.

Con el viento en contra, el Partido Colorado logró una victoria nítida, la primera de un oficialismo latinoamericano desde el inicio de la pandemia, gracias a la lealtad de la base partidaria, capaz de una movilización cohesionada, por sobre las diferencias internas, aunque de limitada capacidad de expansión fuera de ese círculo. 

En el 2018, Abdo ganó con 1,2 millones de votos, cantidad similar a la registrada en las primarias coloradas del 2022 y apenas inferior al casi 1,3 millón que bordeó Peña, en una presidencial con una concurrencia ligeramente mayor a la previa. El Partido Colorado retuvo la presidencia gracias a una densa presencia territorial, apoyos que cubren el arco social, una mayor disposición de recursos y un esquema afinado para asegurar la asistencia en la jornada de votación. 

Empero, esa victoria y la mayor diferencia con respecto al principal contendiente en tres décadas, no se comprende sin los tropiezos de la oposición. Los electores que no eligieron al oficialismo se dividieron. Efraín Alegre comandó la Concertación, una coalición amplia aglutinada alrededor del tradicional Partido Liberal, con partidos de derecha e izquierda, cuyo eje de campaña fue la alternancia. Reunió 27.4% de los votos, uno de los desempeños más bajos de la oposición. 

QUINTACOLUMNA

Esa alianza fracasó en resolver el reto que le planteó Paraguayo Cubas, un outsider sin aparato y sin estructura, que, de una manera u otra, ayudó al oficialismo. Su mensaje antisistema, un estilo provocador, incluso agresivo, contrastó en una campaña que transcurrió fría. Se colocó tercero (22.9%). En fin, su papel divisor, ayudó sobremanera a la nueva victoria del oficialismo.

Peña llega a la presidencia con cifras de gobernabilidad que lucen, de entrada, favorables, gracias a la mayoría absoluta en el Senado, la Cámara de Diputados y 15 de las 17 gobernaciones.

Al frente, la oposición clásica requerirá curar heridas y enfrentar una dificultosa reconstrucción de liderazgos, en tanto que Cubas tendrá que hallar fórmulas para implantarse de manera durable en el escenario político. Por su parte, Peña deberá lidiar con el rápido desgaste que sufren los presidentes en la región, en su caso, tal vez limitado por las escasas promesas de campaña y la expectativa de cambios modestos en un modelo marcado por la continuidad. Sobre todo, necesitará encontrar un estilo propio y definir los términos de su relación con el jefe de su corriente, Cartes. Por primera vez en el siglo XXI, el presidente colorado no es simultáneamente el conductor del partido. Un reto no menor para el presidente más joven de la falsa democracia paraguaya. 

Para el secretario general del Partido Comunista Paraguayo (PCP), Najeeb Amado, Peña es la continuación de la vulneración de derechos a todos los trabajadores, por lo cual es necesario que aparezca, y se consolide, la desaparecida unidad.

“En defensa, recuperación y conquista de derechos, necesitamos de otra forma de hacer política, otra sensibilidad incluyente, otra cercanía, otra alegría”, consideró.           
 

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