Los orígenes del Cerro
especiales
La historia de lo que hoy es el capitalino municipio del Cerro comenzó el 8 de mayo de 1589. Ese día se estableció una estancia con tal nombre, embrión de lo que iría creciendo hasta devenir barriada y finalmente municipio.
El primer barrio del Cerro fue Carraguao, que para la segunda mitad del siglo XVIII ya aparecía en los planos extramuros de la ciudad. En aquella época, la localidad del Cerro resultaba un paraje poco urbano; la mayoría de las casas eran de paja.
Cuando a fines del XVIII fue mejorado el camino que unía a la tradicional villa de San Cristóbal de La Habana con la esquina de Tejas, el crecimiento del Cerro tomó auge. La nueva calzada conducía al entonces pueblo de Marianao y a los pueblos de Pinar del Río.
De acuerdo con un artículo publicado en el Diario de La Marina en febrero de 1946, a inicios del XIX los señores José María Rodríguez y Francisco Betancourt, que poseían allí grandes extensiones de terrenos, “hicieron construir dos casas que habitaron con sus respectivas familias, decidiéndose ambos a fomentar un reparto residencial”.
Los nuevos tramos de carretera dieron vida a la zona. El urbanista y cronista Luis Bay Sevilla escribió en Viejas costumbres cubanas que, en los años iniciales del siglo XIX, un grupo de criollos ricos decidió levantar sus viviendas veraniegas en la zona.
En la edificación de las nuevas casas, fundamentalmente de estilo neoclásico, se empelaron materiales atractivos como maderas preciosas, mármoles, bronces y vidrios policromados. La primera iglesia fue construida en 1807; se trataba, según reseñó Bay Sevilla, de una nave de madera y guano, que no tardó en ser declarada parroquial.
El poblado se urbanizó, en un trazado irregular a lo largo de la calzada, con suntuosos palacios rodeados de jardines, las llamadas casas quintas. Por sus valores artísticos y arquitectónicos destacaron los inmuebles de los condes de Fernandina, de Villanueva, de Santovenia, los marqueses de San Miguel de Bejucal, Sandoval, de Pinar del Río, de Palatino y la de Doña Leonor de Herrera.
En la actualidad, el Cerro no es uno de los lugares más modernos en La Habana. Sin embargo, su legado patrimonial, cultural e histórico enriquece a la capital de todos los cubanos.
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