Biden, indiferente: Mientras su país se envenena
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Foto tomada de internet
Luego de abogar por mejorar y hacer menos costosa la atención a la salud, en medio de fallos en su memoria, conversar con seres imaginarios y ocultar una operación anticancerígena en la piel, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dejó de mostrarse indiferente ante el más reciente derrame de tóxico en el estado de Ohio, paradójicamente en las inmediaciones de una localidad denominada East Palestina.
Durante semanas Biden desoyó los pedidos de la población para que visitara el lugar del siniestro y comprobara los graves resultados del accidente ferroviario que causó el grave peligro, hasta que su rival Donald Trump se le adelantó, conversó con centenares de vecinos y atacó la indiferencia de su sucesor demócrata.
El hecho no es nuevo en ese estado norteamericano, porque ya otro tren con algunos materiales tóxicos, también se había accidentado posteriormente, producto de problemas mecánicos detectados hacía dos años y no atendidos con eficiencia, algo que, al parecer, ocurrió también en la más actual tragedia, el 3 del pasado febrero.
Ese día cientos de residentes del apacible pueblo de East Palestina, fueron evacuados de emergencia cuando un tren de 150 vagones cargados con sustancias tóxicas se descarriló e incendió. Ante una posible fuga de cloruro de vinilo, las autoridades decidieron hacer una liberación y quema controlada de ciertos vagones afectados en el incidente, provocando una nube de humo y fuego visible a la distancia.
Después de esta explosión programada, se les permitió a los residentes de la ciudad regresar a sus casas, pero muchos han señalado que sufren de náuseas, dolor de cabeza y otros malestares, mientras miles de peces aparecieron muertos en aguas cercanas al lugar.
Biden restó inicialmente importancia, apoyándose en la declaración de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de que no había detectado niveles significativos de sustancias peligrosas en el aire y los sistemas de agua locales.
A pesar de ello, se señaló la falta de transparencia de las autoridades, y los reportes de residentes alarmados han contribuido al surgimiento de teorías de conspiración en Internet. La comunidad local ha presentado al menos cuatro demandas colectivas contra el ferrocarril Norfolk Sotuer, alegando que han sido expuestos a sustancias tóxicas y que han padecido «graves trastornos emocionales», según BBC News, Mundo
ANTECEDENTES
Es muy posible que algunos lectores conozcan de hechos que han puesto en peligro por envenenamiento de este tipo a la población, algo que han reflejado fielmente filmes norteamericanos.
Todo empieza con denuncias precisas, irrefutables, a diversas empresas, pero que, al fin y al cabo, finalizan en procesos donde prima la impunidad de los poderosos y los problemas se resuelven a base de dinero.
Antes el derrame de tóxicos en la piscina de la mina Gold King terminó llegando al río Animas, un afluente del Colorado, que terminó teñido «de colorado» en gran parte a lo largo de 160 kilómetros, afectando a ciudades mexicanas, como Durango.
Las autoridades aseguraron que el vertido -de más de diez millones de litros- fue tres veces mayor del que habían estimado originalmente, con efectos en la salud por un derrame que incluía metales pesados como el plomo y el arsénico. Nunca se publicaron los resultados de las investigaciones sobre la salud humana y el medioambiente, y todo quedó en la ya nombrada impunidad.
Sería interminable señalar los accidentes de este tipo, pero quizás el que más influyó para crear un movimiento en defensa del medioambiente fue el de Three Mile Island.
THREE MILE ISLAND
Puede que algún lector recuerde que en varias ocasiones se ha señalado la irresponsabilidad de tener a personas no aptas o con conducta desordenada para puestos de enorme responsabilidad, y ello ha ocurrido incluso en el manejo de armas con poder nuclear y plantas atómicas, pero el esclarecimiento al efecto queda en una nebulosa, sin que se conozca la «verdad verdadera».
El 28 de este mes de marzo se cumplirán 44 años de lo que pasó aquel fatídico día de 1979 en el estado de Pensilvania, siempre presente en cuentos y canciones generalmente festivos, todas de Glenn Miller: Chattanooga-Choo-Choo, Kalamazoo, Pensilvania 65000, etcétera).
Presidía el hoy nonagenario Jimmy Carter, un gobernante aceptable, que perdería estrepitosamente contra el ultraderechista Ronald Reagan.
Tragedy, de los Bee Gees era el éxito del momento y, como si de una broma macabra se tratase, la película el Síndrome de China llevaba 12 días en taquilla narrando la historia de unos reporteros (interpretados por Jane Fonda y un joven Michael Douglas) cubriendo un accidente nuclear.
Sobre las cuatro de la mañana, una serie de irregularidades convirtieron ese 28 de marzo en un día para olvidar en la historia del desarrollo nuclear.
La central nuclear de Three Mile Island se componía de dos reactores que llevaban poco tiempo en funcionamiento, con el TMI-1 entrando en servicio el 19 de abril de 1974 y su hermano, el TMI-2, en diciembre de 1978 (noventa días antes del accidente). De hecho, fue el TMI-2 el catalizador del accidente, dado que el TMI-1 se encontraba detenido en ese momento por recarga de combustible, y al ser instalaciones separadas, no hubo ningún efecto dominó que afectara al otro reactor. Esta parte es primordial, ya que, de haber estado conectados, «el desastre medioambiental podría haber sido aún mucho peor», asegura el investigador Javier Merchán.
COMIENZO DE LA TRAGEDIA
Todo comenzó cuando se produjo una avería mecánica o eléctrica (al día de hoy no se ha podido determinar) en el circuito secundario de la planta, provocando que sus bombas de alimentación dejaran de funcionar, «impidiendo que los calores en los generadores de vapor del sistema primario se disiparan».
No se cerró en su momento la válvula que había sido abierta para diseminar la presión de uno de sus circuitos, y esa negligencia hizo que se apagaran automáticamente la turbina y el reactor, mientras que la temperatura y presión del circuito primario se empezó a incrementar de forma inmediata debido a la avería del sistema secundario.
Por ello, y para liberar dicha presión, la válvula de descarga fue abierta y aunque consiguió disminuirla, no se cerró cuando terminó su trabajo como debería haberse hecho, y el indicador que avisaba al operario no indicó en ningún momento el estado de dicha válvula. En consecuencia, «la válvula defectuosa causó que la presión continuara disminuyendo» en el sistema hasta estar por debajo de los límites aceptables. Hasta el momento todos estos fallos fueron mecánicos.
La mezcla de fallos humanos y mecánicos convirtieron un problema en un desastre medioambiental. Más de dos horas después del primero de esta cadena de incidentes, la parte superior del reactor quedó al descubierto. ¿El motivo? El vapor dentro del sistema bloqueó la circulación en el sistema, y dicho bloqueo en el sistema de circulación provocó que el agua restante en el interior del sistema no pudiera salir y se convirtiera en más vapor, aumentando muchísimo la presión. Al quedar la parte superior descubierta, las pastillas de combustible se liberaron en el líquido refrigerante y generaron hidrógeno, que provocó «una pequeña explosión» en el edificio de contención al ser liberado.
Cuando llegó un nuevo turno los niveles de radiación en el líquido refrigerante era unas 300 veces superior a los niveles esperados, y la central tenía ya un grave problema con agua contaminada filtrada entre el hormigón del edificio, dejando un residuo radiactivo imposible de eliminar.
Además, en la sala de control no se sabía que aproximadamente la mitad del núcleo estaba sin refrigeración, y no fue hasta las once de la mañana cuando se comenzó a inyectar agua nueva al circuito primario para ser enfriado, la cual llegó tarde para evitar una explosión de hidrógeno que se había seguido generando en el interior del reactor que pasó inadvertida. Finalmente, a las dieciséis horas las bombas del circuito primario se pusieron en marcha y «la temperatura del núcleo comenzó a bajar», pero el efecto del combustible radioactivo había dejado secuelas terribles en el reactor: una gran parte del núcleo ya se había derretido o vaporizado, y el sistema seguía siendo peligrosamente radiactivo.
RESULTADOS EXTRAOFICIALES
En fin, una gran cantidad de terreno quedó inservible para seguir viviendo, nunca se llegó a informar de las consecuencias sobre el ser humano, pero se conoce extraoficialmente que hubo miles de personas afectadas, sin darse a conocer la cifra que perecieron posteriormente a causa de enfermedades hasta ahora incurables.
Algunos comentaristas afirmaron que el personal que trabajaba allí no era adecuado y que algunos ingerían drogas, pero nada de esto trascendió en su momento y las autoridades estadounidenses trataron de ocultar algo que se volvía inocultable tal como hacen ahora ante hechos similares, aunque menos apoteósicos.
El perdedor principal es el ser humano inocente, por culpa de los verdaderos culpables, entre ellos muchos que permanecen indiferentes, algo propio en una sociedad donde el principal cultivo es el egoísmo.
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