La novela brasileña: Más Passione de la cuenta
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Al principio, Passione era otra cosa: una telenovela más bien convencional, sustentada en los altibajos del amor, de los encuentros y desencuentros, sazonada por las maldades de los villanos, con las intrigas de siempre… Producida por el gigante de la televisión Globo, exhibía —y exhibe— un más que funcional nivel de realización, con decorados muy bien concebidos, iluminación efectiva, buenos diseños de vestuario, fotografía correctísima… El nivel actoral era —y es— suficiente, incluso muy destacable por la presencia de intérpretes de primer nivel. Una telenovela más, nada del otro mundo.
Pero cada vez es más difícil marcar la diferencia, en Brasil y en todas partes. El público pide más, y ya las telenovelas de siempre se van quedando cortas. El espectador contemporáneo, bombardeado por infinidad de propuestas, exige un plus que las peripecias del melodrama de siempre no suele cubrir. No sabemos si esa fue la intención original del autor, o si se vio obligado por las marcas de audiencia (que son las que al final deciden), pero lo cierto es que después de la primera mitad, el folletín se ha convertido en una trama de suspenso, muertos y sospechosos por el medio, que poco o nada tiene que ver con lo que se proponía al principio.
No es que esté mal en principio. Es perfectamente válido cambiar el rumbo de una serie, ya sea por razones intrínsecas de la creación o —en el caso de las telenovelas— por solicitud del público. Se hace constantemente; es más, raro es que las telenovelas fuera de Cuba tengan el final exacto que concibieron originalmente los escritores. Los escritores, de hecho, casi nunca conciben un final desde el principio, lo van armando a medida que la telenovela se vaya transmitiendo. Pero cambiar el rumbo es una operación llena de peligros. Y al escritor de Passione le salió mal.
Lo que estamos viendo ahora es una trama delirante, pletórica de peripecias, pero tan carente de elemental coherencia, tan llena de contradicciones, que parece que el escritor está «inventando» sobre la marcha. (Ya sabemos que eso se hace habitualmente, pero lo ideal es que no lo parezca).
Las relaciones entre los personajes se han ido estrechando hasta el punto en que ya son francamente enrevesadas. Todos tienen que ver con todos, y cuando ya pensábamos que estaban lo suficientemente relacionados, nuevas revelaciones los relacionan más todavía. Abundan entonces enamorados que resultan ser primos, abuelos con nietas que son novias de sus yernos, padres que encuentran a sus hijos para descubrir que estos son padres de la rival de su otra hija… Hasta el punto de que no hay nadie, absolutamente nadie, que no tenga que ver de una manera con todos los demás personajes. Ya se sabe que eso pasa en las telenovelas, pero muy pocas veces con tanta promiscuidad. Por ejemplo, la anciana venerable de esta historia, Betty, es abuela de la sobrina de su principal enemigo, nuera del hermano del padre del pretendiente de otra de sus nietas, suegra de la amante de otro de sus nietos… y todavía aparecerán otros y más desquiciantes vínculos.
Por si fuera poco, la trama policial se ha tragado casi por completo el resto de los conflictos, o los ha puesto en su función. Más de 10 personajes son sospechosos de una muerte, todos tienen móviles para el homicidio y no se deciden a dejar claras sus coartadas. Pareciera que el escritor juega con los televidentes, pero uno no deja de pensar que ni él mismo tenía claro quién iba a ser el asesino (eso también es normal, pero lo ideal es que no lo parezca).
Atrapados por esa telaraña, los personajes pierden casi toda su credibilidad, parecen marionetas en manos de las circunstancias, se debaten en contradicciones en apariencia sin solución y que se resuelven (o se complican) con inverosímiles puntos de giro. ¡Y todavía no han caído todas las máscaras! La solución que el escritor le está dando a la historia parece en todo caso desesperada.
Por lo vertiginoso de su ritmo, Passione debe entretener a buena parte del público, pero a estas alturas es difícil que alguien se la tome muy en serio.
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natalia pérez pérez
valdés
Mariangela Villaman
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