Volver a la Marcha de las Antorchas

La Marcha de las Antorchas es una marcha de luz. No sólo por la estela que producen los cientos y cientos de llamas encendidas, sino también porque es una marcha martiana, y Martí es sabiduría, es patria, es iluminación.

José Martí Pérez fue un hombre iluminado. Fue heredero de la mejor tradición de pensamiento que le antecedió en Cuba. A través de su mentor Rafael María de Mendive, se puede establecer una línea sucesoria que se remonta al obispo Díaz de Espada y que llega a Martí, pasando, incluso, por el gran Félix Varela. Sus estudios en Europa y sus vivencias en Estados Unidos también contribuyeron a la formación de quien sería el más universal de los cubanos.  

Gran hombre de las letras, pensador y político, tuvo el mérito de cohesionar los esfuerzos de los patriotas cubanos para hacer la Guerra Necesaria en los últimos años del siglo XIX. Líderes populares como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena reivindicaron su legado político, si bien no fue posible en esos años materializar el proyecto martiano de país. 

Para 1953, una nueva oleada de jóvenes, inquietos ante el declive de la república, irrumpió en la escena política nacional cuando parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario. La primera Marcha de las Antorchas, el 27 de enero de ese año, señaló la existencia de la que desde entonces sería conocida como Generación del Centenario. 

En esa Generación se inscriben prominentes hombres y mujeres como Fidel ​y Raúl Castro, Juan Almeida Bosque, Camilo Cienfuegos, ​Ramiro Valdés Menéndez, ​Abel y Haydée Santamaría, Raúl Gómez García, Frank​ y Josué País, José Antonio Echeverría, Armando y Enrique Hart, Alfredo Guevara, entre otros.       

Volver a la Marcha de las Antorchas es reavivar el ideario martiano. Es articular lo más avanzado del patriotismo mambí, aunado por el Maestro a fines del siglo XIX, con el patriotismo rebelde de los años 50 del siglo XX. Volver a la Marcha supone refrendar que la nación que construimos hoy ha de seguir siendo, en esencia, una nación soberana, de justicia social, con todos y para el bien de todos.