Viaja con el Festival de Cine Francés una nueva y sonora película muda

Viaja con el Festival de Cine Francés una nueva y sonora película muda
Fecha de publicación: 
30 Abril 2012
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Después de fugaces estrenos por diferentes ciudades de Cuba, el Festival de Cine Francés nos ofrece la posibilidad de perseguir por las salas esa película que tanto ha dado de qué hablar este año. El artista no solo retoma una forma del séptimo arte que parecía enterrada y más ahora que hablamos incluso de proyecciones tridimensionales; sino que también ganó el Oscar a la mejor película con eso y todo, quizás precisamente por el arrojo de hacerlo.

 

Fue el primer Oscar que recibe un filme silente en más de medio siglo, aunque no sería justo hablar aquí de mudez (como no lo es en buena parte del cine mudo), pues la música que acompaña las imágenes es uno de los elementos más sólidos de la obra; nos lleva de viaje al almanaque de nuestros abuelos (y hasta bisabuelos); y logra, muy importante, capturar el ritmo y el tono de El artista todo.

 

La dirección de arte, lógicamente, se convierte en una pieza clave que los jurados internacionales no han pasado por alto. Entre los muchos méritos que se le atribuyen debería estar el de la mesura, pues más de una vez la reconstrucción de una época nos exige a gritos que la notemos, pretende ajustarte tanto a las particularidades de un tiempo, que se nos hace caricaturesca. En el caso de El artista la naturalidad del decorado, del vestuario, del maquillaje incluso, nos permite correr décadas atrás y todavía sentirnos como en casa.

 

Por cierto, algo se ha dicho sobre las deudas de esta película con el cine de Chaplin y Buster Keaton; sin embargo, por muy insólito que parezca, El artista lleva entre sus más cercanas herencias, las del cine musical de los 40 y 50. Si no, recuerde las semejanzas que tiene la trama con la de Cantando bajo la lluvia, donde Gene Kelly también es un actor de cine mudo cuando el sonoro recién aparece. Y vea usted como ambos y ambas encuentran en el musical un nuevo rumbo a sus sensibilidades artísticas.

 

Como en Hugo que se sumerge en el cine silente para encontrar similares conclusiones, El artista defiende el retorno a la sencillez de contar una historia, tal y como se hacían en los viejos tiempos. Por eso quizás, a pesar de estar en blanco y negro, de ser “muda”, el gran público ha sabido apreciarla justamente; porque todos los seres humanos seguimos buscando entre los arabescos de las películas actuales, la sencillez de una emoción, de un sentimiento genuino. No importa que sea lacrimógena o melodramática, mientras la historia (no la fanfarria del vestuario o la carrocería) sea la protagonista de un filme, todo marchará como siempre.

 

Pero El artista es más que la añoranza de un mundo y un cine que no volverán, es una reflexión bastante bien pautada sobre las prácticas actuales del séptimo arte y las de todos los tiempos. Nos dice: Sí, la crueldad del cine está en que es fugaz, se aprovecha de la sensibilidad del artista, la absorbe en su maquinaria de ganar taquilla, lo hace sentirse dios y cuando pasa de moda lo hecha a un lado.

 

Sin embargo, a pesar de la amargura con que se suele mostrar este proceso, el director deja muy claro que el séptimo arte suele ser la única forma de realización de ciertos seres humanos. Aunque muchos vean en este mundo solo lo que ofrece de divertimiento, aunque muchos de los que en él participan sean lo que tiempo atrás los propios franceses llamaron artesanos; el cine también es el universo de pocos pero valiosos artistas; y son esos hombres y es ese arte los que lo salvan de ser solo industria.

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