Geopolítica: El misil de la discordia sobre Polonia y la sombra de Hitler

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Geopolítica: El misil de la discordia sobre Polonia y la sombra de Hitler
Fecha de publicación: 
19 Noviembre 2022
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Panzers alemanes durante la invasión de Polonia. 3 de septiembre de 1939

Un misil acaba de caer sobre territorio polaco procedente del este. Inicialmente las acusaciones de Occidente y de Varsovia apuntaron hacia Rusia, aunque luego no se pudiera demostrar la responsabilidad de Moscú en el suceso. Sin embargo, un análisis frío y comedido del hecho nos lleva a otras conclusiones, más allá de las matrices impuestas por la prensa europea y norteamericana. Aunque los occidentales quieren a todas luces culpar a los rusos, tal cosa no favorecería para nada las tesis defendidas por Putin en la confrontación con Ucrania. A saber, evitar una guerra abierta con la OTAN y proteger las fronteras. De hecho, un misil que encienda el polvorín de una conflagración con tintes universales a quien único conviene es a Zelensky. Hace unas semanas, se vio en la prensa norteamericana un mensaje de la Casa Blanca a sus pares de Kiev sobre la necesidad de iniciar conversaciones de paz con Rusia. ¿Será que se van a cortar al fin las líneas de suministros de armas que mantienen viva la guerra y que impiden que el mundo vuelva a la normalidad? Más allá del dinero que han hecho algunos elementos occidentales, esta situación puede desembocar en un escenario sin precedentes  ni retroceso, de perder-perder para todos. Lo sabe Biden. 

Una guerra mundial no dejará ni siquiera lo mínimo en pie. Sería el fin del sistema y de la humanidad. Ya antes, con la explosión en el Nordstream 2, se evidenció cuán lejos quieren llegar algunos elementos occidentales alargando la cuestión ucraniana. Pero lo que pasó con el misil sobre Polonia puede ser el pretexto usado por la porción más inescrupulosa de Occidente, para arrastrar a la OTAN de forma definitiva a un enfrentamiento armado. La frontera polaca está altamente custodiada de ambos lados,  situada enfrente de Rusia, es además un sitio de constantes maniobras otanistas donde se prueban armas y se entrenan tácticas invasivas. Polonia además fue el inicio de la guerra en 1939 cuando se usó una manipulación mediática por parte del III Reich alemán con Hitler a la cabeza. Si bien dentro de la OTAN, este país pertenece a la esfera eslava y ha girado en los últimos años alrededor de las propuestas culturales de Rusia y su visión antiglobalista de la política, es de interés de Occidente lograr una ruptura mayor entre rusos y polacos, para enajenar esa área geográfica del Kremlin. Porque hay que entender que lo que pasa en Ucrania tiene el sello del siglo XXI, es un suceso posmoderno y woke en el cual no solo se mata, sino que se cancela al diferente, se le crucifica mediáticamente y se le vapulea con mentiras. 

El misil es más un hecho de medios de prensa y de propaganda antirrusa que un elemento real y con un peso armamentístico. Fue una forma de probar fuerza para ver hasta dónde llega la tensión y cuánto más se puede escalar. De ahí que aun cuando no se demostró la culpa de Moscú, Occidente insiste en señalar a Putin. Lo importante no es la verdad, sino que las masas se traguen la versión que se repite hasta el hastío, aunque no cuente con lógica ni con vestigios probatorios. Un misil contra Polonia pareciera más una obra de los extremistas ucranianos que no quieren cumplir con los acuerdos de Minsk, así como de los magnates norteamericanos del gas que están hundiendo a Europa con la extorsión de una venta a altos precios. Pareciera obra también de los productores de armas occidentales que han creado un nicho de mercado a partir de lo que pasa en Ucrania, dándole salida a los excedentes del complejo militar industrial norteamericano. Rusia solo obtiene, como resultado de ese misil, el peligro de otra hipótesis de conflicto, lo cual no está dentro de los objetivos trazados por el Kremlin con la operación militar especial. Pero la racionalidad y los análisis han sido desterrados de los platós occidentales y dan paso a una cultura del wokismo, en la cual lo importante es cancelar al otro, silenciarlo, estigmatizarlo y perseguirlo. El manejo de las redes sociales y la concentración del poder de los medios dieron paso a este fenómeno y ello determina una dictadura de la mentira y del odio. 

La guerra ha sido un parteaguas en cómo se maneja la decadencia del Imperio y su retirada de los confines de la Tierra. Y con Imperio me refiero a la red de poder occidental que abarca más allá del Estado Nación norteamericano y que va hacia los estamentos fácticos de lo corporativo, lo financiero, lo militar y lo geopolítico. Nos ha hecho pensar, esta guerra, que este momento de declive puede ser peligroso, por cómo van a actuar quienes definen la política exterior norteamericana. Ucrania ha sido el tablero en el cual no solo se ensayaron armas, sino mentiras aún más mortíferas. En esa lógica, los ucranianos son los conejitos de Indias. Mañana podemos ser otros los que padezcamos la confrontación posmoderna e híbrida del decadente Imperio con los pueblos. En este panorama, Rusia y China con las naciones emergentes deben formar un nuevo mundo, el cual saldrá a partir de la crisis presente. Nada de lo que sucede será sin riesgos, sin choques y dolores. Pero el parto no debe ser tan malo como para que muera la criatura, o sea la especie. El misil a Polonia demuestra que Occidente está dispuesto a una lógica auto destructiva, antes que ceder de manera pacífica su lugar central en la historia. La destrucción de Europa lo está evidenciando. El Imperio no se interesa por sus aliados, sino que se sirve de ellos y los desecha, los usa como mercado, los parasita y se impone como hegemón al precio que sea. Priman los intereses por encima de las vidas, los pueblos, los proyectos de desarrollo. En esta historia, todo el discurso woke ambientalista del Partido Demócrata no es más que pura chatarra e hipocresía, que sirve para criminalizar y perseguir a adversarios y no para proteger el planeta. Por mucho que nos caiga como una bomba, las palabras de Trump al respecto son ciertas: los demócratas hablan sobre la contaminación, pero impulsan el armamentismo, que puede de un solo plumazo borrar países enteros. Nada hay más sucio que la politiquería barata de los globalistas y sus ideólogos. 

En las cumbres ambientalistas se evita el problema de las armas y de las provocaciones que pueden llevar a una guerra mundial. De hecho el negocio de los occidentales se dirime creando hipótesis de conflicto que den paso a ocupaciones, las cuales sirven a su vez como crecimiento de mercado. En esa lógica extractiva el discurso de la paz no es más que un simple instrumento ideológico para  acusar al contrario. Así, si el misil salió de Rusia, ya sería un crimen, pero si fue una provocación de los ucranianos, nada pasa y, aun así, para los occidentales, el culpable es Moscú. ¿Acaso no vemos cómo se usan todos los mecanismos para bajar líneas culturales que favorezcan a Zelensky y le laven el rostro? Así sucede por ejemplo con el caso de Sabina, quien recientemente llamó al líder de Kiev con el apelativo de “héroe extraordinario”. Sin ser conspirativos, en Occidente se crean líneas y se difunden, para sustituir los hechos y generar matrices generales. En ese mecanismo de dominio, la demonización, la mentira y el uso de justificaciones para seguir la guerra son constantes. Lo de Ucrania puede escalar a mayores y si no fue así con el misil, puede venir luego. En todo caso, el peligro de confrontación opera por efecto acumulativo. 
Zelensky visto como un héroe a pesar de que llevó a su país a la debacle. Putin crucificado por los medios a pesar de que ha salvaguardado las fronteras de su país de las invectivas y la expansión de la OTAN. Zelensky apoyado por grupos armados neonazis que niegan el papel genocida del III Reich alemán. Rusia presenta una resolución en la ONU condenando el fascismo y es rechazada. El mundo de hoy va directo a la inversión de valores, a la manipulación de la realidad y al establecimiento de una gran post verdad universal, una especie de metaverso donde no importan los hechos sino las versiones y las interpretaciones. Así de enrevesado. 

El misil de la discordia que tocó a Polonia puede ser como el ataque fantasma llevado por Hitler en 1939 y que dio paso a una era de muerte y tristeza. La humanidad debe agradecerle a Zelensky el dislate de conducirnos al umbral de ese escenario. ¿Qué pasará próximamente?, cualquier provocación será el pretexto para no conversar ni hacer las paces. Biden debe cortar esta guerra pues su mal manejo daña a su partido. Pero una vez que pasen las elecciones y se establezca un nuevo equilibrio, el Imperio prosigue con su lógica rapaz e impredecible. Ello quiere decir que ni los republicanos ni los demócratas tienen una respuesta política para la crisis y que tanto el negocio de las armas como el del gas forma parte de la naturaleza de este conflicto que no es de Ucrania, sino global. 

El choque entre agendas soberanistas y los globalistas va a ir hacia otros escenarios, más allá de lo mediático. Puede escalar hasta lo armado. Está por verse si el miedo a la destrucción mutua frena estos desequilibrios. Lo cierto es que la manera en que se expresa esta belicosidad pareciera igual de caótica que las tesis de la posmodernidad, sin centro, sin forma, sin una razón específica que explique y guíe. Es un proceso que ha deformado los análisis y los modelos y que requiere de formas más inteligentes de abordaje, desde lo conceptual y lo honesto, lo crítico. 

Quizás vengan otros sucesos como este del misil o lo acontecido con el Nordstream 2. En todo caso, cabe recordar que la Primera Guerra Mundial comenzó por un incidente en las calles de Sarajevo, que escaló hasta ennegrecer a la humanidad. Una chispa por pequeña, no pasará desapercibida. No esperemos mucha racionalidad, sentido común o cualquier otro tipo de certezas. 

El fin del Imperio está dirigido por locos.

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