DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Robert Mathias, de los grandes atletas, pero...

De anémico y necesitado de más kilogramos cuando niño, Robert Bruce Mathias se había convertido en un joven de físico extraordinario. Las nubes no le enviaron el milagro al nacido en Tulare, Fresno, California, el 17 de noviembre de 1930. Su hermano mayor lo ayudó a esculpirse al entrenarlo al aire libre y en el gimnasio y llevarlo en su momento a diversas competencias. Hubo frutos: recién graduado de High School se convirtió en as nacional del decatlón.

Con 17 años es el representante de su país en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 en dicha especialidad. Antes de iniciar la competencia, el francés Ignace Heinrich comenta:

«¿Qué se cree este muchachito? Atrevido...» Pues el de USA lo envía al segundo puesto: 7 139 por 6 794 puntos. Era solo el inicio de quien ganaría otra denominación: el Fenómeno de Tulare, entonces el titular olímpico de menor edad en la historia.
    
Estudiaba en la Universidad de Stanford cuando rompe la marca mundial de la especialidad. Favorito para Helsinki 1952. Ha crecido en potencia y saberes. Son 1.90 metros de estatura y 90 kilos de peso. El fogueo ha sido mayor. Y hasta ha probado con otras disciplinas: el fútbol tipo norteamericano, lo hace tan bien que lo llaman de la selección de Washington para jugar en la Liga, aunque no acepta.

En el certamen en Finlandia no falla: de nuevo el hombre más completo de la justa al sumar 7 887 y superar la plusmarca del orbe en su poder mejorada dos veces anteriores por él. Sus logros en cada renglón fueron así: 100 metros planos (10.9); 400 metros (50.2); 1 500 metros (4:50.8); 110 con vallas (14.7); salto alto (1.90); salto largo (6.90); salto con garrocha (4 metros); disco (46.87); bala (15.30) y jabalina (59.21).
    
Gran oportunidad tenía para ascender a lo más alto del podio en Melbourne 1957: a sus 24 años continuaba siendo el mejor del planeta en esta prueba. Pero no actuó allí donde se impuso el estadounidense Milt Campbell (7 937), siempre derrotado por Bob. Seguía a Milt su coterráneo Rafer Johnson, lesionado en una rodilla (7 587), quien sería después otra estrella. De estar Bob, los hubiera vencido. La misma suma del triunfador había crecido muy poco cuatro años después de la cita de Helsinki.
 
Hay distintas versiones sobre su ausencia. Estaba cansado de tanto trajín: el adiestramiento de un deportista de alto nivel es durísimo, y para el decatlonista es todavía más fuerte. Para otros, estaba muy enlazado a su labor como actor en filmes y series. También se manejó la existencia de fuertes discrepancias con la dirección del atletismo y del olimpismo en su nación.

Sea por lo que sea, su inasistencia reduce la calidad del medallero citado. El vencedor solo le sacó cincuenta puntos a lo conseguido por el californiano cuatro años antes. Y no hay exageración al expresar que Bob Mathias, uno de los más grandes atletas de todos los tiempos, tenía para más. Y duele que no lo mostrara.

Sin embargo, más doloroso es saber que Mathias manchó su vida como ser humano: marine, político por el Partido Republicano, senador de 1967 a 1974, y activista de Gerald Ford con vista a las elecciones presidenciales. Dañó y se dañó.

José Martí nos enseñó que la virtud está por encima del talento, y mandó a castigar con fortaleza a quien no lo sitúa a favor de la humanidad, pero nunca mandó a ocultar la realidad de un brillo, pese a no ser pleno. Federico Engels iluminó la negación dialéctica al expresar que cuando bañes al niño, solo bota el agua sucia, pero no al bebé y al recipiente también.

Las conquistas de Bob Mathias son de su pueblo, de todos los pueblos. Y su obra atlética, más que de él, es de la humanidad, que inteligentemente debe absorber lo valioso y desechar lo miserable. Y sería una bajeza y un error no hablar del Fenómeno de Tulare, quien falleció en Fresno, California, el dos de septiembre de 2006.