Huracán Ian: Información también contra el estrés

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Huracán Ian: Información también contra el estrés
Fecha de publicación: 
1 Octubre 2022
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¡De cuántos ciclones y partidos de pelota se informaron los cubanos con radiecitos como este, que ya son solo una antigüedad!

Comentarios dejados en las redes sociales animan este texto, que se propone reflexionar sobre las vías para informarse en tiempos de huracán.

Porque, obvia y dolorosamente, vendrán otros, a no dudarlo.

Por eso, es conveniente compartir aprendizajes de este demoledor Ian, cuyas cicatrices la Isla lleva todavía a flor de piel.

Y uno de esos aprendizajes alude a las formas en que los pobladores nos informamos antes, durante y después del paso arrasador del meteoro.

Sucede que el trabajo de los colegas de la prensa fue, como es habitual en estos casos, excelente: ágiles, precisos, ecuánimes, con una alta dosis de humanismo, y todo eso, pesar de reportar a veces al filo mismo del peligro y del dolor.

Pero, a pesar de esa fortaleza, no fueron muchos los cubanos que pudieron mantenerse todo el tiempo actualizados porque la interrupción de los servicios eléctrico, telefónico y de Internet, fue un obstáculo insalvable… Y quienes sí podían conectarse a la red de redes, al poco tampoco igual perdieron esa posibilidad, porque el celular o la laptop se quedaron sin carga.

Sin embargo, conozco de un grupo de vecinos que se agruparon en torno a un radio portátil, y, gracias a ese, sí pudieron conocer, minuto a minuto, del arrasador paso de Ian por tierra cubana y sus estragos, así como actuar en consecuencia siguiendo las orientaciones de la Defensa Civil.

Precisamente en las redes sociales se debatía el viernes último sobre la necesidad de que la población pudiera disponer de radios, que existieran en las tiendas y a precios realmente asequibles, porque de lo que se habla aquí no es de un medio para el entretenimiento, sino para informarse durante las emergencias.

Para saber cómo conducirse, qué esperar, cómo actuar… y también para ayudar a reducir el lógico estrés generado por esos eventos y que, en esta oportunidad, se vio acentuado por la incertidumbre de qué iba a pasar con los alimentos que la población conservaba refrigerados y cuya adquisición sumaba, en muchos casos, largas horas de colas y angustias.

Porque este es el primer fenómeno meteorológico que nos azota en condiciones tan difíciles para la subsistencia, y, si antes perder un pollo o un picadillo era una contrariedad, ahora es todo un desastre familiar.

También por razones como esa, poder permanecer informados de qué sucede no solo antes y durante, sino igual después de que el huracán se adentra en el mar, es imprescindible.

En el caso del servicio eléctrico en particular, que nos ha mantenido en vilo por estos días sombríos, es una pena que, aun cuando ha fluido abundante y constante actualización por muy diversas vías, la mayoría no supiera qué estaba pasando y, por tanto,  cuál podría ser el destino de sus alimentos refrigerados.

Quienes comentaban sobre este tema de la información, aludían a la posibilidad de megáfonos, de amplificadores… alternativas todas válidas, pero, cuando el huracán retumba y crujen puertas y ventanas, los megáfonos no se escuchan.

Sin embargo, un radio, un pequeño y sencillo radiecito de pilas, puede hacer la diferencia entre la incertidumbre, la angustia, y la serenidad.

 

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