El valor de la solidaridad entre pueblos hermanos
especiales
Pocas veces he sentido tan cerca el valor de la solidaridad entre pueblos hermanos. Una imagen captada desde la televisión me ofreció la magnitud del hecho que estamos viviendo y cómo este transformó distancias en cercanías, pensamientos en propósitos comunes y mezcló sentimientos de tres patrias en uno solo.
La imagen fue sobrecogedora, al tiempo que se enfrentaba uno de los últimos reductos del fuego encarnecido, en un solo puño, casi a una sola voz, bomberos cubanos, mexicanos y venezolanos se fundieron para librar una batalla que seguramente ninguno de los protagonistas olvidará.
Pareció como si se borraran fronteras, y por un instante, humanos nacidos en lugares muy distantes, comenzaran a desandar una historia inédita cómo nacida de una madre común llamada solidaridad.
De México y Venezuela llegó el compromiso de contribuir y apoyar; nuestros compatriotas se batieron con todo lo que tenían y se aferraron a la victoria como si defendieran a sus propios hijos y a su familia, ese pedacito de Matanzas ha sido su Cuba, la Patria amada.
El cansancio, las casi inexistentes horas de sueño, el estrés, la preocupación constante, las ganas de avanzar -aunque siempre tuvieran ante sí el obstáculo de la propia naturaleza-, el amor propio, y los deseos de quitarles horas de zozobra al pueblo que los siguió segundo a segundo, hicieron que nuestros compatriotas nunca flaquearan, y aún en los momentos más difíciles, tristes y confusos, tampoco perdieran la fe de que al final vencerían.
No ha sido necesario que pase mucho tiempo, porque estoy seguro que ha sido el suficiente, para que estos hombres: bomberos, rescatistas de Cuba, Venezuela y México hayan unido su sangre para siempre.
Ese es el mejor ejemplo de que un mundo mejor sí es posible, lo que hace el posible el milagro, y lo que también nos hace recordar las palabras del Maestro cuando dijo que ¨Patria es Humanidad¨.
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