Fandanguillo: «Mi mejor nocao lo di en Playa Girón, compadre»

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Fandanguillo: «Mi mejor nocao lo di en Playa Girón, compadre»
Fecha de publicación: 
17 Junio 2022
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La familia de Isidro Díaz Gener se había mudado de Sagua la Grande para La Habana, para ver si le ganaba la partida a la pobreza. No lo consigue. En la capital nace el 8 de enero de 1914. Era un adolescente cuando le hirió el adiós a su escuela pública. Y a trabajar para apoyar la economía hogareña. Las matemáticas le servirán para saber lo ganado limpiando zapatos, o por la venta de las publicaciones o los dulces que pregona a gritos.

Ese día, el tablero le ha quedado vacío y hasta sus antiguos condiscípulos, atraídos por las golosinas, han soltado sus quilitos. La dicha es mueca, preocupación de pronto. Un muchacho de muchos más años, libras y pulgadas, le corta el paso. Intenta robarle las ganancias. No se amilana el agredido y, con derechas e izquierdas bien colocadas, hace huir al ladrón. Un hombre que estaba presto a ayudar al adolescente, que no le dio tiempo por la rapidez de la contraofensiva, le aconseja: «Negro, tú tienes condiciones para salir de tanta vendedera: métete a boxeador».

Obedece. Su labor en el ring amateur es tan triunfal como breve. Está apurado para sacar su platica dando y recibiendo. Y quizás... No será un extraordinario púgil, pero debido a su coraje y resistencia, jamás decepciona. Al subir al peso welter, se siente mejor. Y con el nombre de guerra de Isidro Delgado, incursiona por los cuadriláteros de Argentina, Portugal, Francia y España. En Barcelona lo noquea... el amor: se casa y fija residencia. Allá lo agarra la sublevación fascista, que le alimenta lo mejor de su origen. La enfrentará. Con más fuerza, al ser desgarrado por el enorme dolor de perder a su gallega en un bombardeo.

Se activa todavía más por la República. Boxea para recolectar dinero para el frente. Logra lo mismo al torear en Barcelona, Madrid, Valencia..., donde también con el mismo fin baila fandango, y desde entonces le llaman Fandanguillo.

Quiere una entrega mayor: ingresa en el Quinto Regimiento, participa en los combates de Alcañiz, Martín del Río, Belchite, Teruel; por su labor es ascendido a teniente de ametralladoras en la columna Luis Companys. Batalla del Ebro. ¡Camaradas, le han dado al boxeador...! Muchos años después, Díaz Gener recordará: «Me salvaron la vida, aunque como resultado de la lesión en la pierna, mi carrera deportiva terminó».

Lesiones mayores sufre la guerra del pueblo hispano contra los fascistas. Demasiados errores: dogmatismo, deslealtad, ingenuidades incluso. Retirada de los voluntarios. Isidro, como muchísimos internacionalistas, padece los rigores de los campos de concentración, la otra cara de la moneda falsa de la neutralidad francesa. La vida lo cobrará: las botas nazis hollarán la nación gala. Como siempre, los errores de los gobiernos, son pagados por las masas.
 
Fandanguillo pasa por el de Argelés-sur-Mer y el de Gurs. La herida se le infecta, no recibe atención médica. La muerte amenaza... Lo salva la solidaridad internacional: él y centenares de sus compañeros retornan a sus respectivas patrias en mayo de 1939. En Cuba, forma parte de la lista de los desempleados, los reaccionarios tratan de que no levante cabeza, lo vigilan. De nuevo a buscarse los frijoles en oficios poco gananciosos. Por fin, algún escape: logra, gracias a un amigo, un puesto humilde en el Departamento de Giro Postal de la Intendencia General de la República.
 
Golpe del 10 de marzo de 1952. Isidro Fandanguillo se abraza a una protesta romántica, pues no resuelve los problemas, pero muestra su alma: renuncia a su empleo. «Para este gobierno no trabajo: prefiero morirme de hambre». Involucrado en acciones opositoras; vigoriza su esperanza. Cree en Fidel, en los moncadistas; fe enorme en los barbudos... Cuando la insurrección deviene victoria, está entre los fundadores de las milicias. Feliz al enfrentarse a los invasores. «Ahora sí que no pasarán, me dije. Y no pasaron», comenta.

Ingresa en la Policía Nacional Revolucionaria y, con posterioridad, es masajista en el Instituto Técnico Militar. El patriota e internacionalista Isidro Díaz Gener, Fandanguillo, doble patriota entonces, al jubilarse, termina sus días atendido por su familia en Sagua la Grande. «Mire usted, decía con sano orgullo, peleé por España y puse mis golpes en el nocao que dimos a los mercenarios de los yanquis en Girón».

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