¿Cómo son los adolescentes cubanos?
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Foto: tomada de medium.com
La muy exitosa teleserie Calendario ha situado en el foco de atención a un sector poblacional que dentro de dos o tres décadas llevará en sus manos las riendas de este país: los adolescentes.
Y, precisamente en el contexto del Congreso Internacional de Investigadores sobre infancia, adolescencia y juventudes, concluido el último día de marzo, fue presentado el volumen Adolescentes y jóvenes cubanos en los ámbitos de familia y pareja. Sistematización de una experiencia (2015-2019), de las autoras Ana Isabel Peñate Leiva, Raida Semanat Trutie y Odette del Risco Sánchez.
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Aun cuando Calendario encierra en círculo rojo diversas problemáticas de ese grupo etario, el texto mencionado —coincidiendo, como tendencia, con el audiovisual— revela resultados científicos, sustentados en indagaciones cualitativas y cuantitativas, que con mayor precisión pueden servir de brújula a decisores, sobre todo en el presente, cuando la ciencia es palabra clave para el buen gobierno.
Mamá, la confidente
El modo en que se comunican los adolescentes cubanos con los miembros de sus familias, con los padres, en particular, fue uno de los asuntos abordados por las investigadoras, quienes trabajaron con una muestra de poco más de 1 400 sujetos, con edades entre 12 y 34 años, residentes en las provincias de Artemisa, La Habana, Ciego de Ávila, Camagüey, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Los resultados que aquí reproducimos son los referidos a los grupos de edades de entre 12 y 14 años y de 15 a 19 años, afines con las etapas de adolescencia temprana y adolescencia.
Foto: Diana Mrazikova
Estos son algunos de los resultados sobre cómo se comunican los muchachos con sus parientes:
-La madre resulta ser la principal confidente para ambos grupos, aunque ello va decreciendo a medida que aumenta la edad. Esto —comentan las expertas— pudiera constituir evidencia acerca del diferente significado de las figuras filiales para los adolescentes, además de, posiblemente, responder al estereotipo de género acerca de los roles de la maternidad/paternidad. «Las madres, como principales “educadoras” de su prole, con “más tiempo” para dedicarse a atender y satisfacer todas y cada una de las necesidades de sus hijos, continúan siendo exigidas socialmente por ello», apuntan.
-Las muchachas se confiesan más con madres y padres que los varones, en tanto los varones adolescentes (12-19 años) intercambian más con sus padres que sus coetáneas, lo cual pudiera evidenciar cierto distanciamiento entre progenitores masculinos y sus hijas en cuanto a los temas que a ellas más les preocupan.
-Un 27% de los adolescentes estudiados no confía sus intimidades y preocupaciones a ningún miembro del núcleo familiar. A medida que aumenta la edad, la conversación con los padres u otros familiares sobre sus preocupaciones, gustos, necesidades, miedos y sueños, disminuye, lo cual —indican las estudiosas— pudiera apuntar a que las figuras filiales no constituyen, por alguna razón, sus principales interlocutores.
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Me escuchas, me respetas
-La mayoría de los adolescentes —y de toda la muestra en su conjunto— reconoció no convivir con manifestaciones de violencia. Así lo afirma el 67.2% de los adolescentes tempranos y el 62.5% del resto de los adolescentes.
-No obstante, aquellos que sí conviven con ese tipo de conductas refirieron que los gritos y castigos son las principales manifestaciones de que son objeto.
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-Ante las diferencias de opiniones con los adolescentes de 12 a 14 años, la reacción de la familia suele ser, mayoritariamente, imponer sus criterios (en el 38.6% de la muestra); mientras que las discusiones resultan la principal manera (39.1%) de zanjar la diferencia de criterios con el grupo de 15 a 19 años. «Se vulneran con frecuencia los derechos a la libertad de expresión y a la toma de decisiones que les asiste a los adolescentes ante situaciones que están relacionadas con ellos», comentan las autoras del estudio.
-Las principales situaciones que generan conflictos entre familia y adolescente:
Para el grupo de 12 a 14 años y según ellos refieren: mi grupo de amigos (26%), mi forma de hablar (23.7%), mi desinterés por el estudio (15.3%) y el modo de vestirme (13.6%).
Para el grupo de 15 a 19 años: mi forma de hablar (18.8%), la diferencia de opiniones (17.8%), mi grupo de amigos (14%), muchas personas viviendo en mi casa (14%) y mi desinterés por el estudio (13.7%).
Foto: Cortesía de Magda González Grau / JR
Como evidencia la investigación, y de seguro han constatado no pocas familias de adolescentes, la manera en que ellos visten y se expresan resulta un motivo de roce frecuente. Quizás sus mayores olvidan que «es a través de la moda que el consumo juvenil encuentra uno de sus espacios para manifestarse. Los jóvenes le otorgan a la indumentaria un alto valor simbólico en la medida que constituye un vehículo de información», según asegura la socióloga y máster en Desarrollo Social Yeisa B. Sarduy.
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Tal y como sugiere Calendario y como confirma esta investigación, la familia continúa siendo lo más importante en la vida de los adolescentes. Por eso, como lo ha hecho el volumen que sirvió de fuente a este texto, y el recién concluido en La Habana Congreso Internacional de Investigadores sobre Infancia, Adolescencia y Juventudes, es muy necesario continuar indagando sobre ese grupo poblacional, sobre sus satisfacciones y angustias, para ayudar a hacerlos más felices y porque el porvenir de este país anda ahora por las calles junto a ellos, con el celular y muchas expectativas en el bolsillo, y con granitos en la cara.
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Ana
Tamara
Profe Garret
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