Canción en harapos (VIDEO)
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El arte y los artistas. La farándula, el mercado y el glamour. La pose, el gesto medido y la pregunta que sabe a respuesta dosificada, a palabrería calculada. El adjetivo insulso y el texto vacio. El guión para contentar a los mercados, que son “los que pagan”.
En la historia contemporánea, buena parte de los servidores del arte y la cultura deshilacharon un debate dejado en el telonero de los regazos. Me refiero al papel de los intelectuales y los artistas en la sociedad. Tema taponado por la mediocridad y la sumisa banalidad, en la que “artistas e intelectuales” oportunistas -que no oportunos-, le pusieron cerrojo.
Se demanda con urgencia, sus poderes envueltos en otras vestiduras que han de estar cercanos a la realidad de estos tiempos. Sus esencias deben de ser recompuestos, para legitimar sus labranzas.
Ante esta verdad lo que impera es la fama trasnochada, el sabor etílico y machista de los espectros, vertidos como fanfarronadas. Los acentos anglosajones vendidos como paradigmas y leyendas, “marcan” la cabecera de esta autopista.
El arte y la cultura es cada vez más descorchado, competitivo y ajeno a toda actitud ética. Obviamente este mapa no es del todo dantesco. En medio de la tormenta sobrevive la legitimidad de las tradiciones, la cultura popular y el folclore.
Los quijotes de estas andanzas, soportan el peso de la ignorancia y el silencio al que son sometidos, por la “voluntad divina de los medios”, que nos dejan en la boca “aperitivos clonados”.
Los artistas son esenciales servidores de la sociedad. Sus potencialidades contribuyen a enriquecer y engrandecer a los hombres y a las mujeres de esta era, urgido de un arte renovador, local y universal.
Enriquecer significa dotar a los más diversos escenarios sociales, de un amplio espectro de simbologías, iconos, verdades, ideas y principios, que solo el arte y la cultura saben dar desde los paradigmas y las utopías.
Engrandecer significa fortalecer la inteligencia, activar el ejercicio crítico y la relación participativa entre los que la construyen y la toman en legítimo derecho.
Mientras el imperio del mercado mandate en la letra de estos imprescindibles escenarios de nuestro planeta. El arte y la cultura serán reos y trasmisores de los dictados de la ignorancia y la actitud convulsiva de apilonar “trozos de nada”, para contentar a los ineptos ejecutivos que calibran su balanza.
El arte y la cultura han de ser participativos y socializadores. Sus dotes y “acentos”, no nacieron para pernoctar en la vitrina selectiva de la sociedad. Este es un escenario anti natura, excluyente y esquivo. Las palabras como las artes han de servir para todos, han de ser multiplicados para alimentarnos de otros bocados.
El artista ha de hacer de su entrega, un “dialogo” entre dos, entre muchos, entre todos. El arte calma, fortalece, ilumina. Sus “manos” están hechas para visibilizar los sueños, para compartir los aciertos y los trazos equivocados en nuestro andar por la vida, en medio de “los huracanes y las florestas”.
El trovador cubano Silvio Rodríguez hace de su palabra una verdad documental, un hecho desbordado. Su “andar” –en los últimos tiempos-, por las barriadas de La Habana están “escritos” en complicidad con muchos otros artistas e intelectuales que han dado sus dotes para el enriquecimiento humano.
Esta excepcional epopeya, -que ya suma 20 presentaciones-, se ha materializado en el popular barrio de “El Canal”. Su acompañada cabalgata ha “tomado” las prisiones para hacer del arte un lecho compartido. Su música ha encontrado hueco entre los muchos-todos que le admiran.
Se impone recordar un tema de los setenta de este gran poeta, en la que define esa inequívoca relación entre artista y sociedad. Entre el creador y su tiempo. Les convido a visitarla.
Canción en harapos (1970)
Autor: Silvio Rodríguez
Que fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar
del manifiesto marxista y la historia del hambre.
Que fácil es suspirar
ante el gesto del hombre que cumple un deber
y regalarle ropitas
a la pobrecita
hija del chófer.
Que fácil de enmascarar sale la oportunidad.
Que fácil es engañar al que no sabe leer.
Cuántos colores, cuántas facetas
tiene el pequeño burgués.
Que fácil es trascender con fama de original,
pero se sabe que entre los ciegos el tuerto tiende a mandar.
Que fácil de apuntalar sale la vieja moral,
que se disfraza de barricada
de los que nunca tuvieron nada.
Qué bien prepara su mascarada el pequeño burgués.
Viva el harapo, señor,
y la mesa sin mantel.
Viva el que huela
a callejuela,
a palabrota y taller.
Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir
la caravana en harapos de todos los pobres.
Desde un mantel importado y un vino añejado
se lucha muy bien.
Desde una casa gigante y un auto elegante
se sufre también.
En un amable festín se suele ver "combatir".
Si fácil es abusar, más fácil es condenar,
y hacer papeles para la historia, para que te haga un lugar.
Que fácil es protestar por la bomba que cayó
a mil kilómetros del ropero y del refrigerador.
Que fácil es escribir algo que invite a la acción
contra tiranos, contra asesinos,
contra la cruz o el poder divino,
siempre al alcance de la vidriera y el comedor.
Tomado de Cubainformación
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san
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