JOVEN Y ARTISTA: «Estamos intervenidos por la historia»
especiales
Crónica, 2017. Obra de Leo de la O.
Lo de Leo de la O (Bayamo, 1986) un juego con la memoria. Y la memoria no es sino en parte historia y en parte invención. Hay en las obras de este artista un cimiento, una investigación concienzuda acerca del acervo colectivo. Sobre esa base se edifica una estructura ciertamente lírica. Es la poesía que le otorga sentido a la piedra.
Las piezas de Leo hablan de la relación muchas veces conflictiva del ser humano con su contexto y especialmente de las maneras en que ese ser humano —a ratos sin pretenderlo—modifica ese mismo entorno.
Lo entrevistamos, en esta serie que se acerca a jóvenes creadores cubanos.
—¿Hasta qué punto la vocación documental incide en su obra? ¿Hasta qué punto su creación pretende ser testimonial?
—Sin duda alguna algunos creadores poseemos la vocación o más bien el impulso de ir documentando procesos de la existencia humana: conflictos, sueños, aspiraciones, decepciones, también situaciones de construcción o desconstrucción social o natural. En mi caso, mediante la fotografía voy manipulando pictóricamente y ese proceso conlleva un ejercicio mental a veces “amargo” según sea la pretensión que me inspire o me mueva.
«La particularidad testimonial en mi obra conlleva en cierto modo una pluralidad de realidades mezcladas con mística, que a través de la fotografía y la pintura se modifican, se deterioran, se descontextualizan. Es el relato no solo mío sino de otros también, personajes pasados o presentes a los que con mi trabajo pretendo darles voz. Aunque como explico también es el pretexto para expresar además los estados de ánimos en los que a veces habito».
—¿Cómo escoge sus temas? ¿Qué mira? ¿Qué recrea con su obra?
—El know-how para escoger mis temas es tan diverso como la realidad. En ocasiones va llevando un tanto la espontaneidad, que no es lo mismo que la improvisación, pues la creación surge casi de manera instintiva… Un instinto de decir, de modificar, de sentir… En otras ocasiones ese proceso me obliga, me conlleva a una necesidad visceral de estudiar determinada realidad pasada o presente, de escudriñar en los detalles, en los por qué, en los cómo y cuándo… Y puede terminar esa investigación modificando o más bien enriqueciendo la idea primaria.
«Trato de observar todo lo que pueda, sobre todo ahora, en época de globalización, donde las veinticuatro horas estamos siendo influenciados por mucha pero mucha información. El problema está en que no siempre la información es sinónimo de conocimiento. Entonces hay que apartar la hojarasca mediante la investigación o la profundización en determinados temas. Es lo que va a permitir legitimar el viaje interior cuyo destino final es el lienzo. Existen condiciones de forma y de fondo; las formas son variables, manipulables, pero el fondo siempre es impertérrito, pues la raíz del proceso creativo lo exige, al menos en mi caso.
«Con mi obra recreo ambientes, lugares, experiencias que por ende son manipuladas con herramientas de fotografía y pintura para ubicar al receptor de la pieza en determinadas circunstancias, para llevarlo a un determinado escenario que es al mismo tiempo un estado de ánimo».
—¿Cuál es su relación con la memoria, con la historia? ¿Se puede "inventar" una memoria?
—Mi relación con la historia, con la memoria es conditio sine qua non, condición indispensable. No es posible realmente mi creación sin esta relación. Estamos intervenidos por varios elementos y los históricos son protagonistas, dado que son la piedra angular de procesos políticos, sociales y económicos que afectaron de una u otra forma nuestra realidad y que afectarán la de generaciones futuras. Son procesos en los que interviene la relación entre conciencia individual y conciencia social, las ideologías y su incidencia a través del tiempo. A través de mi obra vuelvo al pasado, a determinados momentos históricos y busco su relación, busco además su vigencia y se da una especie de guiño al futuro. Ahí donde entran a jugar con gran fuerza las imágenes y su deterioro o enriquecimiento, e incluso de algún modo su transculturación, pues en ocasiones convergen lugares y personajes distantes en el espacio y en el tiempo, pero unidos en un sentimiento.
«La invención de una memoria desde el punto de vista semántico o conceptual es muy poco probable, pues debe existir una experiencia previa, que permita recordar, evocar algún acontecimiento, sitio o sensación. Pero afortunadamente el arte nos da la posibilidad de apropiarnos de determinadas licencias que inciden en lo más profundo de la condición humana. Por eso mi obra puede proporcionar la certeza de que se ha estado en ese lugar que recreo, aun cuando ese lugar ha sido “victima” de una mutación, de una transfiguración por mi intervención artística. Aun así, se crea un vínculo misterioso con el espectador que experimenta una especie de deja vu… Es un estado mental transitorio muy interesante, pues al mismo tiempo surgen muchas interrogantes y la imaginación bate alas».
—¿Dónde se ubica el ser humano en sus paisajes?
—El ser humano es un componente fundamental en mis paisajes, pues aun cuando en algunos trabajos se aprecian lugares de aparente soledad, siempre se siente la presencia de alguien en las construcciones, las estructuras, y las infraestructuras, los objetos de uso común, e incluso en entornos naturales. Es la sensación de estar observando desde una ventana, desde detrás del lente de la cámara, oprimiendo el obturador. En otros trabajos son más visibles, digamos más tangibles y aparecen in situ, como testigos o intérpretes de la creación artística. Pero en ambos casos influye y determina y es además el objetivo de las llamadas circunstancias concurrentes, como ente biopsicosocial.
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