ARCHIVOS PARLANCHINES: La torre Eiffel de Santa Clara
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La torre Eiffel de Santa Clara, un lindo regalo afrancesado a Martha Abreu.
La torre Eiffel, símbolo indiscutible de París, al igual que el Arco de Triunfo o la catedral Notre Dame, ha sido vista durante años por algunos como un «monstruo» metálico capaz de afear el entorno de la Ciudad Luz, mientras que otros, por el contrario, se hincan fervorosos ante la Dama de Hierro. No obstante, más allá de criterios estético y calenturas cerebrales esta mole es dueña de un anecdotario capaz de marear a los más escépticos: durante Primera Guerra Mundial una estación de radio militar instalada allí intercepta un mensaje codificado de los alemanes dirigido a la famosa espía Mata Hari, finalmente fusilada, y en 1944 Hitler le ordena al gobernador militar de la capital de Francia que demuela la aborrecida estructura y la transforme en chatarra.
Edificada por Alexandre Gustave Eiffel con una altura final de 324 metros de altura, la torre, abierta durante Exposición Universal celebrada en París de 1889, pronto pone a soñar a los moradores de las zonas más lejanas del mundo, y en particular, estimula la creatividad de los artistas criollos del centro del país, listos, siempre, para sorprender a propios y extraños.
Un regalo de París…
A principios de la última década del siglo diecinueve, Martha Abreu, La Benefactora de la ciudad de Santa Clara, le pide permiso al Ayuntamiento para sustituir el obsoleto alumbrado de gas por la novedosa luz eléctrica, la cual empieza a funcionar gracias a los fondos de un donativo de su familia. Tanto el equipamiento como los trabajos de instalación corren a cargo de la reconocida Casa Gramme, de París, que también inaugura una planta generadora colindante con el viejo ferrocarril.
Según el periódico provincial Vanguardia, el nuevo sistema de alumbramiento público comienza a funcionar el 28 de febrero de 1895, y ese mismo día se organiza un hermoso acto de agradecimiento a la doña que es suspendido por las autoridades españoles, nerviosas por el inicio, unos pocos días antes, de la guerra liberadora de 1895.
De todas formas, los colonialistas no pueden impedir que los habitantes de la villa decoren la Plaza de Armas, hoy parque Leoncio Vidal, con escudos de los municipios de la antigua provincia de Las Villas y varios arcos de triunfo. Aunque, sin dudas, el punto más sobresaliente de estas fiestas es la construcción de una réplica en madera de la torre Eiffel, la cual toma como base el obelisco de los presbíteros Juan de Conyedo y Francisco Hurtado de Mendoza, llamado La Raspadura.
Según el estudioso de Santa Clara, Juan Manuel Fernández Triana, la torre es proyectada por el ingeniero local Ramón Cornelio Berenguer, quien traza con yeso un plano, a escala natural, en el atrio del teatro La Caridad, a un costado de la actual calle Lorda, que sirve de guía a los mejores carpinteros de la vecindad y a decenas de aprendices.
El gigante, con visibles aires parisinos, puede ser visto a partir del 28 de febrero en la Plaza de Armas, y con sus 28 metros de alto y siete de ancho llena de orgullo a los lugareños. Además, es adornado con 25 000 flores de papel que alcanzan un gran esplendor en la noche gracias a la instalación de varios bombillos eléctricos.
Una torre construida a pulmón por toda una ciudad.
Lamentablemente, esa suerte de airosa pirámides dura solo unas semanas en pie. Los cuerpos represivos peninsulares piensan que puede ser utilizada como un medio de comunicación por los simpatizantes de los mambises y exigen su rápido derribamiento.
Según nuestras investigaciones, después del surgimiento de esta curiosa Eiffel santaclareña, se erigen en Cuba tres más: una primera que festeja las navidades en el Paseo del Prado cienfueguero en los años 50 del siglo pasado; una segunda, inconclusa, en Caibarién, en la provincia de Villa Clara, y una tercera que no hace mucho tiempo improvisan en La Habana el herrero Jorge Enrique Salgado y su hijo, la cual se mantiene en pie actualmente.
A nivel internacional se han hecho unas 17 réplicas de la torre Eiffel entre las que sobresalen las de Las Vegas y Tokio. Ambas regalan un formidable vértigo visual y le muestran el camino a los egos alborotados que todo lo planean de manera grande y desquiciante.
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Anónimo
Eli
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