Máisel López y el ciclo vital del agradecimiento
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A mediados de 2015, vecinos del municipio habanero de Playa comenzaron a fabular en torno a ciertos murales en blanco y negro que de la noche a la mañana –por así decirlo–, “florecieron” en las menos favorecidas paredes de los barrios.
El imaginario popular pronto se las agenció para poner detrás de cada uno de aquellos gigantes retratos de niños y niñas truculentas historias donde la muerte era un denominador común.
Sin embargo, poco a poco los medios locales, y después los internacionales, revelaron el rostro del responsable de las pinturas: un joven que, escalera al hombro y pinceles en mano, desandaba las calles de Buenavista en busca del más descolorido de los muros para poner en él una nota de luz como parte de su serie Colosos.
Máisel López es el nombre del artista, catalogado por muchos como “moderno reparador de sueños”, vanguardista o singular, pero que en realidad no es más que un comprometido con su tiempo y con la búsqueda constante de la belleza, sin necesidad de perderse en laberínticas conceptualizaciones.
Ninguno de los niños de los retratos había fallecido, ni su obra respondía a un móvil enrevesado, sino a una necesidad visceral de devolverle al lugar que le vio crecer algo de lo que aprendió en su formación profesional.
Su historia tiene mucho en común con el resto de las historias que cualquier creador podría confesar en entrevista: la pasión temprana por el dibujo, su tránsito por la escuela San Alejandro después de varios intentos y luego, el lienzo en blanco de la vida para hacer con ella lo que se determine.
En su caso, decidió emprender un viaje que le haría completar lo que él mismo llama un hermoso ciclo; además de su obra personal en caballete y en espacios abiertos de la ciudad, Máisel imparte talleres de Artes Plásticas en la Casa de Cultura de 7ma y 60, en Playa, y antes lo hizo en la Mirta Aguirre del mismo municipio.
"Disfruto mucho este proceso"–dice refiriéndose a la docencia–, "me siento muy bien dando clases en el mismo lugar donde me formé para acceder al sistema de enseñanza artística y me gusta pensar que mi trabajo contribuye a formar a las nuevas generaciones que en un futuro quizás puedan ocupar nuestros lugares en la construcción de una cultura nacional cada vez más fuerte y auténtica.
"Soy egresado desde 2007 de una prestigiosa academia de bellas artes a nivel internacional, y fue gracias a la formación que recibí en la misma casa de cultura donde hoy imparto mis talleres. Pongo todo mi esfuerzo en que los jóvenes que llegan hasta aquí con el mismo anhelo puedan lograrlo como yo, sin tener que pagar un centavo", rememora.
"Por eso pienso que ese es uno de los principales valores de los programas que impulsan la cultura comunitaria en Cuba, expresión del derecho de todos a acceder a la educación y al arte a la vez, de eso no tengo dudas".
De acuerdo a este pintor de 35 años, estas acciones deberían ser incentivadas a nivel de gobierno en todas las regiones del mundo porque es fundamental llegar ahí donde se pueden descubrir los talentos locales, donde está el cultor popular a quien le gusta y disfruta del arte de manera natural, sin haber sido educado en códigos académicos.
Desde las casas de cultura captamos los talentos locales y los preparamos gratuitamente para su ingreso a escuelas de arte, si lo desean, e incentivamos el desarrollo artístico de las localidades con diversas actividades y la participación en eventos en los municipios y comunidades.
Tenemos en nuestras manos un arma de lucha contra la globalización cultural, cada vez más agresiva por el desarrollo de las tecnologías y el acceso universal a Internet, en una cruzada por la defensa de los valores autóctonos de la nación.
En estos momentos Máisel es el responsable de cuatro grupos presenciales; dos de niños (a partir de cinco años) y dos de jóvenes y adultos, cada uno integrado por una reducida capacidad de entre 10 y 12 estudiantes en estos momentos para poder respetar el necesario distanciamiento social que impone la COVID-19.
No existe requisito alguno para ingresar a los talleres, el acceso es totalmente libre y gratuito para todos los interesados en recibir contenidos relativos a técnicas básicas del dibujo y la pintura.
Con los niños trabaja mucho con crayolas y acuarelas, mientras con los adultos introduce técnicas del dibujo al natural, para adentrarlos en el mundo académico.
"Me gusta enseñar, compartir lo que sé y tratar de formar en mis alumnos el amor por el arte, así como incentivar en ellos la apreciación y creación artística desde tempranas edades", comenta el artista y agrega: "Quizás no todos los que transiten por nuestros talleres sean artistas, pero algunos sin duda lo serán; el resto tendrá una formación en la apreciación artística y eso es fundamental para todo ser humano, tener herramientas básicas que le permitan comprender el mundo artístico y eso se puede encontrar perfectamente en el taller de una casa de cultura y es en lo que seguimos trabajando y continuaremos construyendo".
Desde 2007, Máisel ha mostrado su obra en ocho exposiciones personales y más de 20 colectivas, ostenta el premio “Ana Rosa Gutiérrez” del Consejo Nacional de Casas de Cultura, y en 2016 el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño reconoció su destacada labor de promoción y exposición del arte joven y contemporáneo en la ciudad, que incluye más de 30 obras de gran formato, algunas de ellas en el Acuario Nacional de Cuba y en el hospital pediátrico William Soler.
En 2014 y 2015 obtuvo el Gran Premio en el Salón Habana, cumplió en dos ocasiones misión internacionalista en el proyecto Cultura Corazón Adentro en la República Bolivariana de Venezuela.
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