Afganistán: La falsedad de un acuerdo

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Afganistán: La falsedad de un acuerdo
Fecha de publicación: 
22 Abril 2020
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Tropas de EEUU en Afganistan

Típicamente con fines electoreros, Donald Trump exhibió una rama de olivo para sorprender con un impensable acuerdo de paz con el movimiento Talibán, en el que ambas partes firmaron el cese de las hostilidades y la retirada de las tropas norteamericanas que ocupan desde hace 19 años a Afganistán.

Pero, como siempre ocurre, la Casablanca esgrimió como pretexto un presunto ataque talibán al ejército del gobierno impuesto por EE.UU. en Kabul, para “castigar” a combatientes y civiles con intensos bombardeos aéreos en una de las regiones donde no se atreven a llegar ni el soldado agresor ni el local.

Tanto en Afganistán como en Iraq, Somalia y otros lugares de Asia y África, el Pentágono ha utilizado igual procedimiento, que se puede calificar de autoagresión, con el fin de entorpecer convenios y tomar represalias.

En este caso, tanto los talibanes como otros grupos guerrilleros han sido un hueso duro de roer, a pesar de los miles de soldados enviados allí y el infinito número de armas utilizadas, incluidas químicas y bombas (superbombas) de amplio poder destructivo.

Se conoce que unos 3 000 mercenarios del terrorista Estado Islámico están al servicio de la inteligencia estadounidense, que los utiliza en ataques contra el Talibán e incluso huestes gubernamentales, como es el caso actual, para justificar cualquier ruptura del pacto calificado de histórico, pero debería de tener el apelativo de hipócrita en lo que respecta a Washington.

Para la propaganda electoral, Trump había “cumplido” con su palabra de intentar salir del pantano afgano, especialmente sobre la vuelta de los soldados a casa.

Pero todo esto implicaba la reapertura de la lluvia de aseveraciones castrenses y de elementos que controlan la industria armamentística de que la retirada dejaba la posibilidad a una lucha de los talibanes y las fuerzas gubernamentales.

No por gusto los principales medios estadounidenses divulgaron ampliamente el ejemplo de Edil Ahmed Dar, un suicida de origen cachemir, quien embistió su camión cargado de explosivos contra un convoy militar indio en el distrito de Pilmama, en el valle de Cachemira. El ataque, que provocó escaramuzas entre la India y Paquistán, fue el ataque más mortal desde 1989 contra las fuerzas indias, cobrando más de 40 vidas. El autor se inspiró en la victoria talibán sobre Estados Unidos en Afganistán.

Ataques como éste obsesionaron a los observadores de las negociaciones entre Estados Unidos y los talibanes. ¿Una retirada estadounidense no desatará una ola renovada de terror fundamentalista envalentonado por una victoria sobre los Estados Unidos, como fue el caso después de la retirada soviética de Afganistán?, cuestionaron.  Lo más importante, ¿no se hundirá Afganistán en una nueva espiral de guerra civil una vez que las fuerzas estadounidenses se hayan retirado?, agregaron.

Todo esto especulaban las entidades al servicio de Washington, que mucho se habían alegrado, cuando Trump suspendió en un momento las conversaciones, debido a que los talibanes dieron muerte a “un gran soldado”. Pero nada dijo de los miles de civiles afganos que perecieron al intensificarse los bombardeos aéreos estadounidenses.

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