Operación Pluto: la derrota de la infamia
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Desde el primer año del triunfo revolucionario en Cuba, en 1959, la Casa Blanca encargó resolver “el problema cubano” a la CIA, que bajo la dirección del mítico Allan Dulles derrocó en tiempo record al gobierno nacionalista del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz en 1954.
Con el fin de repetir la historia, Dulles reunió a su equipo de la campaña en Guatemala para la nueva tarea y el 17 de marzo de 1960 le fue aprobada por el presidente Dwight Eisenhower la Operación Pluto, considerada la mayor realizada por los servicios especiales estadounidenses hasta entonces.
En enero de 1961 asumió la presidencia de EE.UU., John F. Kennedy, y perdió la oportunidad histórica de suspender la agresión en marcha que heredó y evitar lo que sería la mayor derrota del imperialismo yanqui en la región.
La Operación Pluto incluía un programa de atentados a dirigentes, acciones terroristas en la ciudad y el campo realizadas por las organizaciones contrarrevolucionarias y bandas de alzados; así como guerra psicológica para confundir a la población y a la opinión pública.
Pero en las ciudades, esencialmente, gracias a la fundación el 28 de septiembre de 1960 de los Comités de Defensa de la Revolución, los órganos de la Seguridad del Estado contaron con una colaboración esencial que en pocos días desmontaron todo el sistema de apoyo interno a la invasión.
Mientras, las unidades de las milicias y del Ejército Rebelde que combatían a los alzados, principalmente en el Escambray, recibieron órdenes de la dirección del país de acrecentar las maniobras de cerco y de combate a los bandidos que poco o nada pudieron hacer.
El propósito de aislar a la Mayor de las Antillas por su presunto servicio a la URSS en el continente lo cumpliría la Organización de Estados Americanos (OEA), lo cual sería apoyado por todos los gobiernos títeres de la región, con la honorable excepción de México.
También en el plano político y diplomático, el Comandante en Jefe Fidel Castro previó la batalla y dio instrucciones al canciller Raúl Roa para que denunciara en la ONU el ataque y Cuba ganó el apoyo de gran parte de la humanidad.
En Guatemala y en Nicaragua se preparó la brigada mercenaria de más de mil efectivos, armados con tanques, camiones artillados y una fuerza aérea de alrededor de 20 aviones, principalmente bombarderos livianos B-26.
Escuadrillas de esas aeronaves, con insignias cubanas, atacaron por sorpresa el 15 de abril los aeropuertos de Ciudad Libertad, en La Habana, la Base Aérea de San Antonio de los Baños, al sur de la capital, y bombardearon el Aeropuerto Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, con el propósito de acabar con la limitada fuerza aérea revolucionaria, lo que no
pudieron lograr.
Pero si algunos en la Casa Blanca todavía conservaban ilusiones de que se pudiera repetir lo ocurrido en Guatemala, esos espejismos tuvieron que desvanecerse el 16 de abril durante el entierro de las víctimas del bombardeo y próximo a la contienda que se vislumbraba como una intervención directa estadounidense.
Ese día, Fidel declaró en un memorable discurso el carácter socialista de la Revolución y se dispuso a luchar al frente de su pueblo con la consigna de Patria o Muerte, con lo cual comenzó a fraguarse la victoria en las arenas de Playa Girón y Playa Larga.
Casi a 20 años del ataque japonés a Pearl Harbor, el presidente Franklin D. Roosevelt, pronunció también una alocución, que comenzaba así:
“Ayer, 7 de diciembre de 1941 Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón”.
Con la agresión a nuestras bases aéreas y la propia invasión iniciada por sorpresa el 17 de abril por Playa Girón y Playa Larga, Washington aseguró su lugar en la infamia al recurrir a los mismos métodos con que fue atacado por el imperio japonés, que por cierto, agredió bajo su propia bandera en sus barcos e insignias en sus aviones.
A pesar de la traición y los resultados iniciales de la Operación Pluto, la invasión mercenaria fue derrotada el 19 de abril en menos de 72 horas, gracias al arrojo del Ejército Rebelde, las Milicias Nacionales Revolucionarias y la heroica Fuerza Aérea Revolucionaria a un alto costo de 157 muertos y centenares de heridos y mutilados.
La derrota de la Operación Pluto demostró desde una fecha tan temprana la falta de moral y principios éticos del imperio en sus planes por acabar con la Revolución.
Hoy vuelven a manifestarse en sus operaciones encubiertas y abiertas para impedir que Cuba acceda a medicinas y equipos médicos necesarios para enfrentar la pandemia de la COVID-19, con lo que ratifican su perseverancia en la historia de la infamia y la política criminal por más de 60 años contra Cuba.
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