LA FOTO: La niña y Alicia

Pero ella estuvo ahí, justo en el lugar donde tantas y tantas personas acariciaron, en alguna ocasión, las hermosas imágenes de un ángel danzando en un tabloncillo. Por la brevedad de su edad, ella desconoce muchas cosas, pero permaneció atónita, perdida en el tiempo, observando una y otra vez el lugar donde descansaba una mujer hermosa.

¿Sabría la pequeña que Alicia fue musa, inspiración?, ¿imaginaría que su brillantez danzaria despertó el amor por este arte?, ¿que transformó lo inalcanzable en posibilidades reales para los cubanos más humildes, de los rincones más insospechados? A no ser que le hayan contado, ella no pudo imaginarlo siquiera.

Pero, seguramente, tuvo la certeza de que tantas flores hermosas, disímiles en colores y formas, no serían para un ser común. Quizás solo supo, sencillamente, que fue una gran bailarina y que un día, ya lejano en el tiempo, Alicia vistió su mismo atuendo. Quizás por eso, desde lo más profundo de su alma, la niña deseó ser la Alicia de sus sueños.