Ernán López-Nussa: «A mí la música cubana me entra por la ventana»
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Ernán López-Nussa constituye pilar de una de las grandes familias musicales de Cuba. Es un pianista de altísimos quilates, reconocido en el archipiélago y mucho más allá. Y también un prolífico compositor. Nos recibe en su estudio para hablar de algo que le apasiona: el jazz.
Maestro, ¿hasta qué punto podemos hablar de un jazz cubano?
«Fíjate tú que yo lo que hago es jazz cubano. Yo lo diría de otras maneras: yo hago jazz a través de la música cubana. O música cubana a través del jazz.
«¿Por qué es cubano? Porque son cubanos todos los ritmos. Absolutamente todos los ritmos con los que vibro a través del jazz, con los que hago mi discurso, son cubanos.
«Te puedo citar el chachachá… o el danzón —aunque algunos dicen que el danzón es mexicano… yo les daría crédito porque los mexicanos son grandes defensores del danzón; mucho más que nosotros—, la guaracha, el guaguancó, la rumba… hasta el merengue. El merengue es dominicano, pero nosotros tuvimos un merengue nacional…
«Eso es lo que yo hago. Y era lo que hacía Emiliano Salvador. Lo que tú oyes detrás de ese jazz es música cubana. Esencialmente.
«Y no solamente los ritmos. Es un sentimiento, un discurso que hay en la improvisación. La improvisación entre nosotros está llena de matices, de “colores”, de vivencias de la cotidianidad, de la vida aquí y ahora.
«Es como cuando escuchas una canción de Silvio Rodríguez, y siempre hay alguien que dice: “yo no le veo la cubanía por ningún lado”, pero, por favor, puedes encontrar muchos referentes, subliminales y no tan subliminales… En El elegido, por ejemplo, hay hasta un “tumbaíto” por allá atrás… Muy sutilmente, quizás, pero ahí hay hasta danzón…
«Así que sí: ¡hay jazz cubano!»
¿Suficientemente reconocido?
«Hasta cierto punto, sí. Y no está más reconocido porque, lamentablemente, no tenemos una fuerza desde Cuba para distribuir nuestro jazz.
«Mucho del jazz que hacen los cubanos fuera de Cuba está muy “contaminado”. Y eso está bien. Uno vive en sociedad y responde, ante todo, a lo que sucede a su alrededor. Si estás viviendo en Nueva York o estás viviendo en Europa, está claro que tienes influencias y eso tiene que salir por algún lado. Por muy cubano que te sientas y te sepas.
«Pero te insisto: si el jazz que se hace en Cuba hubiera tenido mucha más promoción, si hubiera sido más importante en el mercado, entonces la vida se hubiera ocupado de poner en una tienda “jazz cubano”. Y jazz latino. Y ojalá que jazz venezolano, porque Venezuela es musicalmente un país riquísimo…
«Pero bueno, eso le toca a cada uno defenderlo. Cuba sí puede defenderlo perfectamente. Porque hace rato que estamos haciendo jazz. En Cuba y fuera de Cuba también.
«¡Chano Pozo inspiró a Dizzy Gillespie!»
Algunos, cuando hablan del jazz que se hace en Cuba, lo incluyen dentro del llamado “latin jazz”…
«Esos son temores. Yo no tengo ningún temor a decir que si lo que yo hago no es jazz cubano —para no parecer chovinista—, entonces digo lo de ahorita: es música cubana a través del jazz.
«Pero eso también lo hago con la música de concierto, la música académica, que fue la que estudié. Pero el sentimiento es cubanísimo.
«Una de las mejores críticas que yo he recibido en mi carrera la tuve en Francia, en un festival. Publicaban una gaceta diaria en la que comentaban los conciertos. Había un comentario sobre mi concierto en que se hacía una pregunta: “¿por qué nadie bailaba?”
«Ese fue un gran elogio: mi música era muy cubana, era para bailar. Lamentablemente, yo no puedo bailar mientras toco».
Hay dos ámbitos: el de la interpretación y el de la composición… ¿se ha logrado un equilibrio entre esas dos aristas en el jazz cubano contemporáneo?
«Como no tenemos una academia, ni de jazz ni de música popular cubana, nosotros aprendemos esto por la ventana. La música cubana a mí me entra por la ventana. Y el jazz, a través de los discos.
«Esos fueron nuestros profesores. Y lo siguen siendo. Todo es empírico. Como lo es en la música tradicional cubana.
«Al no tener ese abecé académico, nosotros muchas veces tenemos una manera irracional de ver la música.
«Lamentablemente, mucha gente se queda sin pensar la música. Y entonces la propuesta carece de una fundamentación. Se hace la música porque se siente, pero no se llega a analizar lo que se está haciendo. Y eso es importante.
«Claro, hay mucha gente que tiene talento, pero están en el discurso de la improvisación, más que en el de la composición.
«La composición es otra cosa. Tú puedes crear una melodía fantástica y darle un mal tratamiento, sencillamente porque no te has puesto a pensar bien las cosas».
¿Qué es, en definitiva, el jazz?
«Eso no lo saben ni los americanos que lo crearon. Esa es la gran pregunta. Es una cuestión de sentimientos. La música es muy difícil. Y para saber si es buena o no tan buena, hay que preguntarse si te mueve el corazón».
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