Todo inspira en la nueva escuela “Rafael María de Mendive”
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En el año del 165 aniversario del natalicio de José Martí, el 60 de la Revolución, las ocho décadas de vida de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH) y en la víspera del 500 aniversario de la fundación de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana, una gran obra al servicio de la educación de las futuras generaciones quedará inaugurada este 3 de septiembre.
Ha sido resultado de la restauración de una de las más hermosas casas del Prado habanero que, al decir del Historiador de la Ciudad, Doctor Eusebio Leal Spengler, “se inserta en las grandes obras que se están realizando allí y que tienen un gran significado para uno de los lugares más emblemáticos de La Habana, el cual tiene que ser sistemáticamente recuperado en su dignidad y belleza. Es el Prado de Mendive, de Luz y Caballero, de Julián del Casal, pero es también el Prado del Gran Teatro al cual precisamente Martí – desde el colegio de Mendive y con el pretexto de llevar algunos postizos que un barbero próximo le entregaba – le permitió ingresar en el mundo interior del teatro y ver, por vez primera, el esplendor de aquella manifestación de la cultura y de la arquitectura de La Habana (…) El Prado es algo muy especial. Es el Prado de José Martí, que está presidido por el Parque Central donde una vez estuvo la estatua de la reina Isabel II y ahora se encuentra la del Apóstol, que es tan representativa y tan importante para Cuba. En ese mismo ámbito está el Instituto de Segunda Enseñanza que lleva el nombre de Martí, el Teatro que también lleva su nombre… Todo apunta a Martí en el Prado.”
La presencia del Apóstol durante su adolescencia en una de las residencias erigidas a ambos lados de este paseo capitalino, motivaron a devolverle al quebrado inmueble los valores arquitectónicos e históricos. Se trata de la edificación antiguamente identificada como Prado 89, cuando Rafael María de Mendive lo arrendó para vivir con su familia y fundar el Colegio de San Pablo, en el cual se formó el Apóstol cubano.
“Buscando en las crónicas de la ciudad y en la historia de la infancia y adolescencia de Martí, aparece Prado 89. Revisando las fotos en la Fototeca, encontramos que la casa existía y que externamente no fue modificada – relata el Historiador –. En su interior recibió un cambio total y absoluto porque después del periodo en que deja de ser colegio de Mendive, va a tener distintas funciones como casa de vecinos, casa de inquilinato; finalmente distintas casas comerciales hasta las que precedieron el Triunfo de la Revolución en 1959, y posteriormente taller y espacio de organismos de la administración del Estado. Decidimos entonces que lo más revolucionario, lo más trascendente, siguiendo el espíritu de la obra de restauración, era restituir una escuela primaria. Para eso se le pidió al Ministerio de la Industria Básica en su momento este edificio, cosa que ellos comprendieron, y el en aquel entonces ministro Marcos Portal, apoyó resueltamente y tomó con gran entusiasmo darnos la casa”.
Era necesario rescatar la historia de ese lugar que durante casi dos siglos sufrió diversas modificaciones constructivas para ahora utilizarlo en la formación de los pinos nuevos. “Nos enfrentamos a un interior totalmente modificado. Hubo que hacer prácticamente una prospección de arqueología de muros y, para sorpresa nuestra, aparecieron arcos en planta baja y en planta alta, y en lo que era la residencia de Mendive, pinturas murales. Esto era importantísimo ya que podíamos conciliar una cosa con la otra. Un discurso en el cual lo antiguo y lo inmaterial, que era el espíritu de la escuela, su enorme valor político, moral, cultural, pedagógico para Cuba podía unirse al rescate monumental de la casa de Prado 89”, confirma Leal.
Durante casi tres años han trabajado ahí obreros, ingenieros y especialistas de las Empresas Restaura y Puerto Carenas, con el apoyo de otras direcciones de la OHCH, para devolverle a la edificación – según las condiciones en las que fue entregada – elementos originales que poseía en el siglo XIX. Entre ellos destacan su fachada, los techos de madera conservados en la última planta de la edificación, las pinturas murales, así como los arcos descubiertos.
Todo ello demuestra que “ha sido un trabajo de una complejidad muy grande”, como lo calificó el también el Director de la OHCH. “Habían problemas estructurales, problemas formales para la conservación, y desde luego, un problema económico”. No obstante, se pudo llevar adelante este ambicioso y necesario proyecto. Con enorme orgullo, el Historiador afirma que “no es la primera vez que la Oficina asume uno de esta envergadura.
A lo largo de estos años se hicieron escuelas como la «José Martí», como la «Ángela Landa», como la «Viet Nam» heroico, como la «Concepción Arenal», como la «Quintín Bandera», como la «Mariano Martí»; quiere decir, a lo largo de nuestra historia institucional y como parte del proyecto ideado por Fidel, se llevó adelante la restauración social y monumental. Una debía incluir a la otra formando un equilibrio casi perfecto. Entonces esta escuela se convirtió en el objetivo. Se ha trabajado durante casi tres años, y un año febrilmente para concluirla para este curso escolar. Fue necesario, como en muchas ocasiones, obtener apoyo de amigos nuestros en todas partes del mundo para dotarla de todos los elementos modernos que una escuela debe tener”.
El arte también ha hecho de este centro educacional un lugar admirable. Su patio cada mañana será iluminado con los rayos del sol a través del vitral diseñado por el artista Ernesto Rancaño, que alude a lo más significativo de nuestra nación y del pensamiento martiano, así como la imagen que a tamaño real logró el escultor José Villa Soberón y que muestra el respeto y la admiración que sentía el Apóstol hacia su maestro.
“En su interior hay manifestaciones artísticas de enorme valor – aseveró Leal –. La obra del gran escultor cubano Villa Soberón es altamente significativa. Esta imagen llena de ternura, del maestro Mendive, en el momento en que está aleccionando y mostrando un libro, de esos con láminas y cromos que tanto ilusionaron a Martí, es una obra bella. Asimismo, el trabajo de Ernesto Rancaño para hacer los vitrales interiores con las evocaciones martianas, Martí y Cuba, son relevantes. Y desde luego todas las admoniciones, palabras, documentos que son citados en el interior, retratos de Martí en su entorno, retratos de sus maestros y profesores, conforman el espacio ideal para estudiar. En unas aulas amplias, cómodas, iluminadas, con un balcón desde el cual se puede apreciar el espíritu del Prado y ese diálogo entre la ciudad, sus árboles, su espacio público. Tiene además la escuela, en la cual se recupera el contenido (el edificio original), con el continente (la escuela), un alegato intenso a la pedagogía, a la escuela cubana que ha sido depositaria del sentimiento patriótico y del sentimiento nacional. Es una evocación de Luz y Caballero, de José Agustín – su tío y mentor –, de Enrique José Varona, de Anselmo Suárez y Romero, de José Sixto Casado; y desde luego, una apelación intensa a la figura de Mendive, poeta y maestro altamente comprometido con la causa de su pueblo. Precisamente de ahí sale preso el maestro; ahí Martí escribirá las palabras que, enjuiciando a un compañero que ha tomado un camino extraviado, le conduce a un juicio sumario, al presidio político, al destierro finalmente.
Quiere decir, la escuela es un monumento ético, de una belleza indescriptible. No olvidemos que hay también un aula que le llamamos el aula histórica, en que está la reproducción exacta de los muebles escolares de la época y donde aparece toda la documentación, los elencos y la disciplina del colegio: a qué hora se levantaban, cómo estudiaban. Cuando uno ve el método riguroso de Mendive comprende el espíritu espartano y acerado de Martí”.
Educar, enseñar y aprender entre estas paredes en las que el Apóstol aprendió la importancia del amor a la libertad y a la patria, el decoro, la humildad y la dignidad, servirá de motivación para las nuevas generaciones de alumnos y maestros que coexistan en el antiguo Colegio de San Pablo que, desde este septiembre, llevará el nombre de aquel sembrador de ideas e inquietudes que tanto enseñó a nuestro José Martí.
Al respecto, el Historiador de la Ciudad de La Habana aseveró: “Yo creo que las costumbres, las formas de hacer y de actuar modelan un poco el espíritu de las personas y le dan un cauce para la vida. Ahí volvemos al pensamiento de Luz y Caballero: «Educar es formar al hombre para la vida… Un evangelio vivo». El evangelio es una palabra nueva, es un carisma, es un legado que se da a otro; y es lo que hizo Mendive con su discípulo tan querido por el cual abogó con ese padre bueno, honorable pero adusto al cual hay que persuadir que acepte que Mendive asuma una parte de los costos del colegio y que lo trate de preparar para ir después a la enseñanza superior, cosa que fue brutalmente interrumpida por lo que Martí en sus versos –quizás escritos en la propia aula – describe como el levantamiento del 10 de octubre en su bello poema: «no es un sueño, es verdad». Ese sentimiento de Martí se modela en la escuela (…) Yo por lo menos, cuando he llegado ahí me he imaginado el piano, la biblioteca que van a tener y que reproduce esa imagen descrita por Martí de que queda fascinado cuando ve por vez primera los libros que Mendive le muestra y a los cuales tiene acceso. Hay que tener en cuenta que Mendive vivía en la escuela con su familia, lo cual quiere decir que tanto la esposa como sus niños tenía una relación muy directa con sus compañeros de clases, y los maestros tenían una relación muy particular entre ellos. Eso era muy común en las escuelas de aquella época”.
A partir del próximo 3 de septiembre, los alumnos de la enseñanza primaria que en el otrora colegio San Pablo inicien su curso escolar, encontrarán una escuela maravillosa, dotada de todo lo necesario para trazar los verdaderos senderos hacia la sabiduría.
“Yo creo que ahí todo inspira, todo motiva y todo lleva a tener una ilusión por aprender, porque cuando uno no sabe está condenado para toda la eternidad a ser yunque, a recibir golpes. Uno tiene que buscar la sabiduría. ¿Qué le pido a la escuela? ¿Qué se le pide a la escuela? Se le pide la sabiduría, que muestre los caminos. La escuela es como la brújula, que te muestra los caminos. Uno tiene que poner lo suyo, y lo primero lo pone la familia, no podemos suplir ese papel. La familia, los padres, tienen un papel y luego hacen una sesión al maestro de ese tiempo en la vida en que la arcilla es todavía húmeda y en que se puede modelar. No es extraño que padres y maestros dejen sus huellas digitales en el alma del alumno y también en el físico del alumno. ¿Por qué digo esto?, porque ahí se les enseña las buenas costumbres, el por qué hay que ir bien al colegio, el por qué si llevas corbata debes llevarla anudada, que por qué debes tener la saya bien puesta, o la blusa arreglada, que por qué debes ir al colegio limpio y acicalado, por qué debes tratar bien y con respeto a tus compañeros, por qué debes decir: buenos días o buenas tardes, por qué debes pedir permiso para hablar o emitir un criterio. Todo eso es la escuela, además de la sabiduría de las distintas asignaturas y materias. Allí todo inclina a que uno busque su vocación; en cada aula hay un pensamiento; por ejemplo están las cartas de Martí a su hijo José Francisco y también a aquella hija de su espíritu que fue María Mantilla, donde le explica y le dice cómo es el mundo, cómo te tienes que comportar, cómo tienes que aprender música, cómo has de leer y estudiar. Todo eso está ahí escrito de manera tal que se va a compartir en carne y sangre del alumno. Una escuela regada, maltrecha, sucia; unos alumnos irreverentes ante el maestro; un maestro que habla de una forma chabacana, que no se comporta adecuadamente, no formará ni el uno ni el otro parte activa creadora en la sociedad futura.
En la sociedad futura en que creemos, es indispensable creer en el hombre nuevo, en el ser humano que solo puede surgir de la escuela y de la familia y de la escuela”, concluyó Eusebio Leal.
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