Carilda Oliver Labra: todo te debe Matanzas
especiales
Las deudas, cuando son del corazón, van en doble sentido. Estoy llorando a Carilda como a una amiga cercana. Ya sé que es la ley de la vida, que vivió mucho y «audazmente», como me dijo en una entrevista hace años, cuando yo era una simple estudiante de Periodismo y ella la muchachita de siempre, la poetisa tremenda de siempre, la mujer seductora de siempre, la Premio Nacional de Literatura, consagrada, transgresora, apegada a la tradición y al terruño, enamorada, romántica, valiente, atrevida, todas esas encontradas y consecuentes cualidades de siempre, que nunca abandonaron, como no lo hizo ella, la Calzada de Tirry.
Todo te debe Matanzas, mujer, poesía, sueño, vida, para siempre joven y bella, talentosa, alegre, con esa sonrisa de veinte años que no cesan, con esos ojos claros que van a brillar a través de toda la tierra de tu tierra que estará, tal y como pediste, cubana, cubanísima, sobre tu tumba.
Tener alma y no dinero…
No sé escribir un obituario, nunca lo he hecho, tampoco me gustan las despedidas, solo bailan mis dedos sobre el teclado al ritmo de un poema. Desde que leí la noticia en Facebook se me aguaron los ojos y comencé a repetir versos, mis versos preferidos: yo no quiero llevarme ningún trozo de patria…
Ella escogió ser la mujer tantas veces malentendida, criticada; asumió todos los costos de su poesía y de permanecer, hasta siempre, en Matanzas. Pudo ir más lejos, dirán incluso ciertos amigos que sí escogieron la distancia, pero yo siento que llegó al infinito, al horizonte, a la eternidad, y te juro, Carilda, que mi Amanda Sofía le dirá a su primer novio: Muchacho cuerdo, cuando me tocas como al descuido la mano…
Ya mis hijos vieron tu sonrisa, a pesar de todo, de la voz siempre poética y a veces dura, siempre firme para decir lo que lleva al sur de la garganta. Los hijos de Matanzas y de Cuba nos quedamos con tu cabello rubio que a veces se te riza, y con esa sensibilidad que te salvó de las miserias humanas y te permitió desordenarte solo por un beso y ser entrañable y esencialmente fiel a tus amores…
Te debo las esperanzas
En el siglo de la avitaminosis y la cosmonáutica metías «sueños en una alcancía», jugaste «a no perder la luz»; en la era de internet y las nuevas tecnologías, en tiempos donde todo parece tener precio y la inteligencia artificial le hace una guerra sin cuartel a nuestra «vieja» y probadamente útil inteligencia matizada de emociones y valores, cuando la gente ya no necesita mirarse a los ojos ni para decir «te amo», ni para declarar la guerra, y todo puede suceder a través de un sofisticado dispositivo androide, supe que ya no estás. «Carilda ha muerto», leí, y he tenido el impulso de hacer catarsis sobre mi presente en tu memoria, para recargar fuerzas y arrancar hacia el futuro, señal de que estás viva y útil, optimista como siempre…
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