Los cubanos, esos versátiles

Así escuché a una italiana, que como turista visitaba el país, calificar, entre el asombro y la incomprensión, a los nativos de esta Isla.

Sucedió hace poco, pero justo hoy me acordé, cuando escuché a alguien avisar a grito pelado a otro alguien que «¡están vendiendo las papas de septiembre y no hay casi nadie, daleee!»

¿Papas?... Dejé de teclear a mitad de una palabra: tortilla con papas, papas fritas, papas rellenas, puré de papas, crema de papas... Si no hubiera tenido que entregar inaplazablemente el texto, yo también hubiera ido a buscar las papas.

En otro momento, sí que lo suelto todo y voy; si al final, después empato otra vez con lo que estoy haciendo.

Esos «otros momentos» se le dan al marido de Julia muy a menudo. Cuando, por ejemplo, está arreglando la cerradura de la puerta de la casa y tiene que dejarla a la mitad para ocuparse de la cafetera porque «¡Mira pa’esto, Ramoncito, como se está botando, chico; seguro que va a explotar!»

Muchísimos son los Ramones y también Ramonas en estos 109 mil 884 km² de isla. Porque el cubano lo mismo repara la olla reina —no le camina el reloj—, destupe el fregadero, arregla el cargador del móvil, que te pasa la cinta para quitarte el empacho.

Todo eso lo hace en su casa, en la del vecino, del amigo; sin haber estudiado electrónica, ni mecánica, ni medicina; por intuición, por las ganas y la necesidad de resolver. Y a veces se dedica a esas tareas de modo consecutivo, y en oportunidades, hasta simultáneamente, a lo multitarea.

Se han reiterado varios calificativos para los cubanos: alegres, valientes, creativos, divertidos, escandalosos, limpios, exagerados, solidarios... pero eso de versátiles, lo escuché por primera vez el otro día y no le faltaba razón a la italiana. A veces desde la orilla se ve mejor el mar que nadando entre las olas.