Piñera en remojo

Piñera en remojo
Fecha de publicación: 
22 Octubre 2019
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Contábame un amigo que visita asiduamente Chile cuál fue su sorpresa al levantarse en la mañana y encontrar a decenas de personas durmiendo a la intemperie en las calles de Santiago, la capital de un país que el imperialismo ha tratado de presentar siempre como una tacita de oro en el muestrario acerca de los beneficios del neoliberalismo.

Hoy esas personas y miles más estaban demandando una mejor calidad de vida al régimen de Sebastián Piñera, quien, en respuesta, envió tanquetas y militares camuflados y fuertemente armados, decretó el toque de queda —no acatado por el pueblo— e inició una represión que, en solo las últimas horas, ya tenía un saldo de once muertos, más de 200 heridos y cerca de 1 600 detenidos.

Los manifestantes protestan contra el alza de los precios de los pasajes del metro y los combustibles y las medidas que hacen más difícil la vida de los trabajadores y jubilados.

Estas manifestaciones se agregan a las que tienen lugar en las comunidades mapuches, que reclaman la devolución de las tierras que el gobierno les arrebató para entregárselas a la oligarquía nacional y monopolios extranjeros.

Ello hace recordar el reciente panorama ocurrido con Lenín Moreno en Ecuador, que estuvo a punto de «quemarle las barbas» al mandatario de ese país andino.

Recordemos que Piñera —quien apoyó las medidas de Lenín contra el pueblo y todo lo que ha hecho Bolsonaro en Brasil— nunca ha negado sus simpatías por el criminal dictador chileno, Augusto Pinochet; trata de encubrir alevosas corruptelas en que están implicados algunos de sus familiares, y aplaudió fervorosamente aquel infame libelo del Departamento de Estado leído por la que fuera una vez su rival, Michelle Bachelet, en el que se acusa falsamente al gobierno de Venezuela de violar los derechos humanos.

¿Qué tiempos mejores?

Se dice que Chile tiene un alto nivel de vida, que el crecimiento económico es uno de los mayores de América Latina, y que la empresa privada se fortalece cada vez más, sin dejar de beneficiar al Estado.

Pero esto no es así, porque el salario normal pierde cada día su valor real, además de ser bajo de por sí, y solo se benefician empresarios y los integrantes del gobierno servil a los ricos.

El gobierno de Piñera intenta, de todas las formas posibles, hacer que se aprueben las reformas tributaria y laboral, exigidas ardientemente por la clase empresarial, mientras que nuevas cifras muestran una vez más el crudo rostro de la desigualdad en el país.

Esta realidad es muy distinta a la señalada por el gobierno de Piñera cuando menciona los «tiempos mejores» o pone como ejemplo a Chile, y podría empeorar para el pueblo trabajador, si se aprueban reformas como la tributaria —que solo beneficiará a los grandes empresarios—, y la laboral, que trata de hacer creer que se trabajará cuatro días a la semana y con más horas de descanso, pero que, en los hechos, está diseñada para precarizar y flexibilizar aún más las condiciones laborales.

Por eso no debe extrañar que haya tantas protestas en Chile, que los trabajadores se cansen de estar explotados, que muchos de sus habitantes tengan que dormir en las calles. Por eso nada de extraño que este hijo de Pinochet tenga ya las barbas en remojo.

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