LA FOTO: El viaje de la vida

Cuando este hombre nació, en Tokio no había avenidas así. Ni en Tokio ni en casi ninguna parte. Uno lee los relatos de escritores japoneses de principios del siglo pasado y otra es la imagen que se hace de esa ciudad. Era otro el concepto de monumentalidad, otra la noción del tiempo.

Este hombre vivió los duros años de la guerra. Era muy joven, claro; lo más seguro es que no haya tenido que acudir al frente, como tantos millones de compatriotas suyos. Pero lo más probable es que haya sufrido los rigores de la conflagración. Quizás llegó a perder la esperanza.

Pero el tiempo pasó. Se cerraron muchas heridas. Y se abrieron otras. Los cambios se aceleraron en el último siglo… el mundo ya es otra cosa.

Este hombre camina encorvado (el peso de su propia existencia) y tiene que protegerse de la contaminación con una mascarilla (el imperio de sus circunstancias). Si uno se fija bien, no parece apocado, anda con determinación. Y sin embargo, no resulta una imagen feliz.

Es la metáfora de nuestra pequeñez ante la gran parafernalia, de nuestra soledad esencial. Puede que tengamos muchos acompañantes ocasionales, pero el gran viaje de la vida lo hacemos solos. Y a veces el decorado aplasta.