Muchas lecturas y una sonrisa

Muchas lecturas y una sonrisa
Fecha de publicación: 
8 Octubre 2019
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El extranjero al que se le ocurra andar sonriéndole a todo el mundo por las calles de Japón o la India, estará en un aprieto.

Sucede que en esos y otros países existe la creencia de que quien sonríe tanto, no es persona inteligente.

Una investigación dada a conocer en Journal of Non Verbal Behavior, revista de la Universidad de California dedicada a la comunicación no verbal, reveló cómo ciertas mediaciones culturales marcan significados de la sonrisa, diferentes a los más habituales, que llevan signo positivo.

Luego de analizar las respuestas de miles de personas en 44 países muy diferentes, a quienes se les pidió que interpretaran ocho fotos de rostros atendiendo a cualidades como la inteligencia y la honestidad, el psicólogo polaco Kuba Krys, quien encabezó el estudio, arribó a conclusiones casi sorprendentes.

Su indagación dio a conocer, por ejemplo, si el extranjero que da inicio a este texto va regalando sus sonrisas por las avenidas de Noruega, entonces, los nativos pudieran pensar que es un loco; y si lo hace por las calles de Polonia, se le puede interpretar como estúpido.

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Los rusos también tienden a interpretar a los sonrientes como faltos de inteligencia e, incluso, como individuos que faltan el respeto.

Tan disímiles y singulares interpretaciones del simple y sanador acto de sonreír son debidas, según la indagación citada, a la mayor o menor tolerancia de determinadas sociedades ante la incertidumbre y la ambigüedad.

Dicha investigación argumenta que esas conductas e interpretaciones de la sonrisa ocasional acontecen cuando se percibe al futuro social y personal como algo incierto e impredecible. Tales incertidumbres suceden cuando servicios como el de la atención a la salud, y la solvencia y perspectivas económicas, son inseguros, puntualizan los entendidos.

Parece existir un sólido vínculo subjetivo entre lo impredecible que algunas sociedades atribuyen a la sonrisa y la probabilidad de que esta sea considerada como muestra de inteligencia.

Ubicado en ese extremo de tintes probablemente pesimistas, el psicólogo Krys, de la Academia de Ciencias de Polonia, interroga a sus lectores: «¿Por qué sonríes —insiste el teórico—, si el destino no es más que un lobo invisible presto a devorarte?»

Otra explicación no menos curiosa a recibir las sonrisas con mala cara viene dada por asociarlas con deshonestidad. Quienes participaron en el estudio mencionado concluyeron que en sociedades corruptas, donde los ciudadanos son objeto de conductas abusivas, se asume una actitud de desconfianza ante tanta sonrisa. «Cuanto mayor es el índice de corrupción de un país, los individuos más sonrientes serán percibidos como deshonestos», indican.

Contrastando con lo arriba enumerado, en Suiza, Alemania, China y Malasia, los investigadores encontraron que las caras sonrientes eran percibidas como más inteligentes.

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En la mayoría de los países occidentales más desarrollados, las personas sonrientes son percibidas de un modo más favorable que las no sonrientes porque se les asume como más amables, felices y atractivas, concluyó la investigación. Sin embargo, en más de una oportunidad, se trata solo de interpretaciones sujetas a estereotipos; no necesariamente quien acostumbra a sonreír es realmente dichoso.

Una tercera interpretación de las sonrisas es la relativa a la comunicación: cuando no existe un idioma común, las personas se sonríen intentando mostrar amabilidad y buena disposición.

En consecuencia, el estudio que sirve de fuente a estas líneas asegura que en los países donde es abundante la inmigración suelen interpretar la sonrisa en esa dirección. Lo que en ese sentido no dice la investigación es cuánto de angustia e inseguridad por su vida pudiera andar oculto tras la amable sonrisa de un inmigrante.

Otra investigación consultada para este material, aparecida en la revista Proceedings, de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, después de encuestar a cinco mil personas en 32 países, ratifica la finalidad de echar mano a la sonrisa como medio para lograr empatía en contextos con marcadas diferencias étnicas y culturales.

Atendiendo a tal conclusión, mencionan que entre las geografías donde son más expresivos al mostrar sus emociones y, por tanto, abundan las sonrisas, se apuntan Estados Unidos, Canadá, Zimbabwe y Australia.

El discurso de la sonrisa

Probablemente, la sonrisa más debatida del mundo sea la de la Mona Lisa, de Leonardo da Vinci.

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Pero ese es solo un ejemplo de cuántas lecturas e interpretaciones pueden corresponder a ese gesto universal de curvar los labios hacia arriba sin llegar a la risa o la carcajada, y que no siempre fue público, como tampoco el resto de las emociones.

Tanto es así, que los europeos del siglo XVII se cuidaban mucho de evidenciar en el rostro y los gestos sus sentimientos porque no estaba bien visto, era inapropiado, según las reglas de comportamiento de entonces. Guantes y pañuelos ocultaban las sonrisas y solo los pobres, que nada tenían que perder, mostraban abiertamente sus sonrisas.

En países asiáticos, aún es costumbre extendida no evidenciar sentimientos, como muestra de moderación y comedimiento. De ahí que, si sonríen, lo hagan de modo muy leve y, a veces, cubriéndose la boca, hábito que data de siglos atrás bajo el nombre de «ohaguro».

Aunque sonreír quedó hace mucho «desclasificado» y es totalmente público en la gran mayoría de las latitudes, no por ello es totalmente fácil interpretar una sonrisa.

Porque las hay no solo de alegría, plenitud o satisfacción; también se encuentran sonrisas de ironía, de tristeza, de coquetería, de vergüenza, de desprecio, persuasivas, de malicia... El psicólogo estadounidense Paul Ekman, de los primeros en estudiar la expresión facial de las emociones, asegura que existen más de 40 tipos de sonrisas.

Sonreír, que es una conducta innata —véase, si no, los rostros de los bebecitos—, tiene muchísimos beneficios. Al hacerlo, se segregan cuatro tipos de hormonas que tributan al estado físico y emocional de las personas: las endorfinas (con efectos analgésicos), la serotonina (llamada hormona de la felicidad), la dopamina (hormona del placer y la motivación) y la oxitocina (hormona del amor).

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De acuerdo con lo anterior, sonreír puede reducir el dolor, ayuda al sueño, a la salud cardiovascular y respiratoria, disminuye el estrés, aumenta la concentración y creatividad y favorece la empatía, a la vez que aumenta la autoestima.

No por gusto, el inmortal Charles Chaplin aseguraba que «un día sin sonreír es un día perdido»; y también por un bulto de razones, incluidas las comerciales, el seis de octubre se celebra el Día Internacional de la Sonrisa.

También por muchas razones los cubanos sonreímos en abundancia. Y ahora, en esta coyuntura energética complicada, también lo hacemos, probablemente por aquello de «a mal tiempo, buena cara». Optimismo y confianza alientan esas sonrisas.

El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, lo resumía sabiamente hace solo unos días: «Nuestro pueblo seguirá siendo feliz, laborioso, creativo, alegre y bromista —incluso en las situaciones más difíciles—, porque somos un pueblo que no se deja amilanar por nada ni por nadie, y con optimismo renovado vamos a encontrar soluciones».

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