EN LA GUAGUA: Acomodadora voluntaria

EN LA GUAGUA: Acomodadora voluntaria
Fecha de publicación: 
6 Agosto 2019
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―Espérate, no sigas caminando para que el niñito se siente aquí.

―Pero el asiento de niños está ocupado, gracias.

―Pero no importa, mi amiguita, si mira, este manguito se va a levantar para darte el asiento. ¿Verdad, mi chuli? (Besito tirado).

El muchacho se puso de pie entre contrariado y sorprendido, pero la gracia de aquella mulata voluminosa lo venció:

―Ay, ¿pero tú ves? ¿Quién va a decir que la juventud está perdida? Lo que hay es que darles un empujoncito.

Se volteó el mujerón para mirar a un hombre muy serio detrás de ella, que le pidió disculpas enseguida, apenado porque casi le cae encima en un frenazo de la guagua repleta.

―Tranquilo, mi chino, aprovecha, que toʼ esto es mío, natural y sin copia, ¿qué se le va a hacer?

Por supuesto, media guagua se murió de la risa, y la otra mitad, de curiosidad por saber lo que había pasado.

―No se rían, caballero. Mira, cojan ejemplo y apriétense un poquito, que la parada está llena y los que están abajo también tienen que ir a trabajar.

Que el transporte está malo, es cierto. Que a veces vamos en un P más apretados que sardinas en lata, también. Pero que la solidaridad y el buen humor nos alivian el viaje y, a veces, hasta nos salvan, esa es una verdad que deberíamos hacer eterna.

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