Cuba: El día que el revés devino victoria

Cuba: El día que el revés devino victoria
Fecha de publicación: 
26 Julio 2019
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La conmemoración es en Bayamo, plena de historia y escenario también de aquellos acontecimientos, que para la ocasión viste sus mejores galas.

La madrugada de aquel 26 de Julio de 1953, jóvenes revolucionarios, bajo el mando de Fidel Castro, asaltaron las fortalezas militares Guillermón Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, en el año del centenario del natalicio del Apóstol José Martí.

El cuartel Moncada era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres, y el Céspedes, otra importante guarnición.

Para Fidel Castro y sus compañeros de armas, el ataque resultaba la forma de rendir tributo a Martí cuando su ideario era mancillado por la dictadura de Fulgencio Batista, quien gobernaba la isla desde el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

El plan se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel, solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del Movimiento y su responsable en Santiago de Cuba. Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban cuál era exactamente este.

A pesar del derroche de valentía de los atacantes, en franca desventaja numérica y en armamento, ambas acciones resultaron un fracaso militar.

El régimen reaccionó con brutal represión. Batista decretó el estado de sitio en Santiago de Cuba y la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional; clausuró el periódico Noticias de hoy, órgano del Partido Socialista Popular, y aplicó la censura a la prensa y la radio.

La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios por cada soldado del régimen caído en combate. Decenas de los jóvenes que seguían a Fidel fueron ferozmente asesinados. Los sobrevivientes, incluido Fidel, enjuiciados y condenados a prisión.

Ante el tribunal, el líder del movimiento rebelde denunció el crimen:

«No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumento de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen».

El alegato de autodefensa de Fidel Castro fue conocido después como «La historia me absolverá». Allí pasó de acusado a acusador y denunció los males de la República y las penurias del pueblo.

Un millón y medio de habitantes mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado. Entre los 15 y 19 años, apenas el 17 por ciento recibía algún tipo de educación, mientras que el grado cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al tercero.

En «La historia me absolverá» Fidel ofreció soluciones para toda esa tragedia, a partir de programas sociales que la Revolución desarrollaría cuando accediera al poder:

«Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto de la nación, después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar el país», expresó en su célebre alegato.

Aquella intervención adelantó a la nación lo que luego sería la Reforma Agraria, la primera de las grandes transformaciones revolucionarias contra el latifundismo, cuando las tierras cultivables estaban en manos de unos pocos, en particular de empresas de Estados Unidos:

«Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los 100 mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra».

También anunciaría lo que se concretó con la conversión de cuarteles en escuelas (el Moncada, uno de ellos) y la Campaña de Alfabetización, que convirtió a Cuba en el primer país de América Latina y el Caribe libre de analfabetismo.

«Un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza (...) para preparar a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz. No se olviden las palabras del Apóstol: (...) “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”».

Los sucesos del 26 de Julio de 1953 fueron una derrota militar, pero resultaron el pequeño motor que echó a andar a la Revolución cubana, triunfante apenas seis años después.

Como diría Fidel: «El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias».

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