Con Eliseo, en la Calzada

Con Eliseo, en la Calzada
Fecha de publicación: 
11 Julio 2019
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El segundo día de este mes fue el aniversario 99 de su natalicio. No abundaron los homenajes, pero, de todas formas, Eliseo sigue ahí con su media sonrisa asomándole entre el humo de la sempiterna pipa.

Así lo conocí en su hogar. Fue hace una veintena de años y todavía estoy lamentando haber perdido la oportunidad —esa que se da solo una vez— de una conversación auténtica, aunque fuera de minutos, que me permitiera, al menos, asomarme al «oscuro esplendor» de aquel poeta y hombre decente.

Recién graduada de Periodismo, había ido allí con la encomienda de una pregunta única, la misma que se le hacía a otras personalidades con vistas a no recuerdo qué acontecimiento nacional.

Eliseo, con una cadencia ajena a cualquier reloj y con esa sonrisa de equilibrista que sabía bandeárselas en el filo mismo entre la burla y la cortesía, me atendió, me respondió con escasas palabras y, mientras hablaba, encendió, con dedos amarillentos por la nicotina, la pipa de madera oscura.

Los muebles del recibidor eran igual de madera oscura y, probablemente, a aquellas alturas, también el alma del poeta.

Después de aquella oportunidad perdida, desanduve junto a su verso la «Calzada más bien enorme de Jesús del Monte», «El libro de las maravillas de Boloña», el «Inventario de asombros»...

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Junto a Dulce María Loynaz, su vecina en la calle E, del Vedado.          Foto: Archivo familiar de Josefina Diego

No pocas veces me consolaba escuchando su voz hondísima en el disco de la colección «Palabras de esta América» que grabó Casa de las Américas. Y de nuevo entonces volvía su decir a recordarme que «estas son las navajas de filo exacto con que se afeita el tiempo», como si no importara ya aquella torpeza de la periodista bisoña.

Pero sí que me avergonzó siempre aquel desliz, aquel comportamiento de hormiga indecente ante la sabiduría y paciencia del elefante. Por eso, cuando mi hijo creció y se hizo hombre de bien, me sentí algo perdonada al verlo disfrutar los poemas de Eliseo.

Y justo a inicios de este julio, andaba él buscando para regalar un ejemplar de En las oscuras manos del olvido. Fue entonces cuando me convencí de que quizás podía yo perdonarme y de que aquel hombre, fallecido hace ya 25 años, estaba en todas partes menos en las oscuras manos del olvido.

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