Copa América: Brasil a la final sobre Argentina, «costumbre más fuerte que el amor»

Copa América: Brasil a la final sobre Argentina, «costumbre más fuerte que el amor»
Fecha de publicación: 
2 Julio 2019
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Era el eco ensordecedor del himno de Brasil lo que podía presagiar el desenlace de otro clásico sudamericano. Calzaba ese furor de la torcida un historial de 17 partidos como anfitrión sin hincar sus rodillas ante los sempiternos rivales argentinos, y esta noche, en el Mineirao, la historia no podía volverles la espalda a los anfitriones, airosos 2-0.

Y por esas paradojas del destino, las lágrimas sobre la cancha del epílogo albiceleste reflejaron que, ciertamente, ese fue su concierto mejor orquestado durante esta Copa América: entrega sin cuartel, subida y bajada en bloque, presión asfixiante en el medio campo…

Las estadísticas del desafío hablan de un 50-50% en la posesión del balón, pero, desde mi perspectiva, desde el minuto 30 de la primera mitad los gauchos se apoderaron del partido, o más bien tuvieron dominio, porque, en realidad, el choque nunca fue suyo.

Tendría que explotar finalmente con la Canarinha un crack llamado Gabriel de Jesús. En su noveno partido oficial con la verdeamarela el ariete demostró por qué los entendidos lo consideran un portento. Sabe ubicarse sin balón y lo demostró en la jugada del primer gol, capitalizada en el minuto 19.

Una obra de arte que partió de una recuperación de Coutinho en el medio sector, allí donde la batalla tuvo su clímax más cruento y se produjeron los choques más feroces entre los dos ejércitos, a veces demasiado violentos para el árbitro Zambrano, a quien, por momentos, pareció escapársele la situación de las manos, asignatura pendiente desde hace buen tiempo para la Conmebol.

De vuelta a la pintura que tuvo como pincel las piernas de Dani Alves —quien, a sus 36 abriles, sigue demostrando ser el mejor lateral derecho del scratch en los últimos diez años—: se llevó la esférica, incluyó un sombrero a su paso, dibujó una diagonal con toda su maña a un Firmino desmarcado que centró al área y prácticamente encontró solo a Gabi-gol en el corazón de esta.

Brasil mandaba con lo justo. Argentina se sumía en un pantano de ganas, amén de que lograron conectar. Paredes se convirtió en lo honorable de su apellido en la contención, y Messi decidió tirar del carro:

Primero le dibujó un centro al Kun Agüero, que en tierra de gigantes se las ingenió para cabecear y mandar la pelota al travesaño. Luego la estrellaría el propio Messi, antes de ver como Allison, con total sangre fría, le negara el gol sobre un tiro libre ajustado al ángulo del arco, tal y como se lo negara vistiendo la franela del Liverpool.

Aprovecharía entonces el once auriverde para asestar el tiro de gracia. Al protagonista ustedes lo conocen: el propio Gabriel de Jesús, que con más honor y pedigrí que combustible en sus piernas echó una esprintada de casi 30 metros, dejó a tres rivales en el camino, jugó con las espaldas de los defensas argentinos y le devolvió el favor a Firmino, que la anidó más solo que un pingüino en el desierto. Corría el 71 y, desde entonces, la frustración y Cronos se aliaron para sumar otra pesadilla a Argentina, una que se une a la final del Mundial 2014, las dos últimas derrotas en finales de Copa América ante Chile…

Pesó una vez más en demasía la historia. Por decimoséptima ocasión Argentina cede ante su sempiterno rival; diría yo que bestia negra, a estas alturas.

Hablando con propiedad, Argentina mereció el empate, y puede que hasta su avance a la final, pero el fútbol se narra con cánticos ahogados de goles, y no con la cabeza erguida y rebosante de merecimiento. Ni Messi enchufado, ni la mejor versión de la albiceleste en la lid, pudieron darle vuelco a una situación que pesa y se repite cual arrullo de madre sobreprotectora. Sencillamente, no pueden ver a Brasil al otro lado de la grama.

Un Brasil pragmático, con más eficacia que su tradicional jogo bonito, una zaga impenetrable y soluciones exactas en el instante justo, se cuela en la final y espera por el vencedor del duelo entre Chile y Perú. Eso sí, para erigirse campeón deberá dar una demostración de mayor contundencia; una que pase por el empaste de sus piezas, por hallar una fórmula exitosa para el carril izquierdo, donde ni Alessandro ni Felipe Luis, juntos en una coctelera, han dado como producto un lateral decente.

Pero para eso tendrán algunos días. Brasil, al menos a este lado del Atlántico, continúa siendo un rival de mucho respeto y un serio contendiente en cualquier competición.

Una reflexión al caer el telón: esta versión de la Copa América, desde mi perspectiva, ha frisado lo soso.

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