Vilma, la extraordinaria combinación de firmeza y sensibilidad

Vilma, la extraordinaria combinación de firmeza y sensibilidad
Fecha de publicación: 
7 Abril 2019
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«Siempre la veo en mi sala, donde estuvo sentada, y en esa foto de tan bonita sonrisa le pongo flores todos los días, las que más le gustaban, y se las cultivo en mi patio con el doble amor de una madre y de una hija», contaba la mayor Esther Torres Copello.

«Para mí Vilma está en cada una de las flores del jardín, que en medio de sus grandes responsabilidades, con tanto amor creó aquí en Seguridad Personal del Ministerio del Interior (Minint)», refería la mayor Esther Torres Copello, al evocar la sensibilidad de la heroína de la lucha clandestina y guerrillera Vilma Espín Guillois.

Cuca, llamada cariñosamente así por todos, incluyendo de modo muy especial al General de Ejército Raúl Castro Ruz y a la inolvidable Vilma, tan pronto alguien la nombraba por su nombre completo, al instante simplemente le decía: «Cuca, Cuca la negra y ya».

Y es que la misma humildad de antes del triunfo de la Revolución, cuando la dura vida en el lomerío de la Gran Piedra le impuso bajar a Santiago de Cuba, para ayudar en el sostén de la familia, la acompañaría hasta el último aliento hace una semana.

Así fue no obstante su cercanía a Vilma y Raúl, a la vez que jamás brotó de sus labios una palabra al respecto, excepto hasta que a mucha insistencia tras la desaparición física de la luchadora clandestina, contó sus vivencias junto a ella en «Vilma es como una flor», en ocasión del aniversario 50 de la Federación de Mujeres Cubanas.

Ella como la Buganvilla

«Ella era una mujer extraordinaria –comentaba con frecuencia–, de tremendo valor y singular dulzura, siempre la veo en mi sala, donde estuvo sentada, y en esa foto de tan bonita sonrisa le pongo flores todos los días, las que más le gustaban, y se las cultivo en mi patio con el doble amor de una madre y de una hija»

Cuca recordaba que vio por vez primera a la eterna presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas en 1958, cuando para sostener reuniones con Celia Sánchez, Asela de los Santos, Electra Fernández y otras luchadoras clandestinas, la joven revolucionaria frecuentaba la casa donde ella trabajaba como empleada doméstica.

Pero no fue hasta el triunfo de la Revolución cuando, mientras se desempeñaba en Bienestar Social, institución a través de la cual Vilma atendía a personas humildes y víctimas de la guerra, intercambiaron las primeras palabras e iniciaron una relación que tras su integración en 1972 a Seguridad Personal, se estrecharía de manera especial.

«En la sede santiaguera de este órgano del Minint ella creó un rosal muy bonito y en la cerca había sembrado califas verdes, a las cuales yo les intercalé buganvilla, que pronto florecieron en blanco, morado y rojo. Al verlo en una de sus visitas le encantó y me hizo mil preguntas, para saber cuánto de plantas y flores yo conocía», rememora.

«Es que así tan firme como fue en la guerra y en su consagración a nuestra organización femenina, ella poseía una exquisita sensibilidad y amor por la naturaleza, en especial por las flores. Le gustaban las rosas, las orquídeas y sentía singular atracción por la buganvilla. Creo que ella era como las flores de esa planta, dicen que las blancas simbolizan la pureza y las rosadas, la ternura.

«No en vano en más de una ocasión la escuché intercambiar con nuestro querido Comandante Almeida, quien en sus años de dirigente en la antigua provincia de Oriente priorizó la siembra de la buganvilla; según él, representaba también “seguridad y belleza”, pues además de ser ornamental posee excelentes condiciones para cercados perimetrales».

A tales atributos, Cuca agregó que este arbusto apenas necesita agua, y entre más fuerte es el sol se da mejor, «como sucede aquí en Santiago de Cuba, donde cumpliendo el deseo de Vilma, su creciente presencia podrá lograr en un cercano futuro que la ciudad resplandezca como un jardín».

No imaginé esa amistad

«Vilma ha sido lo más grande que he tenido en la vida –enfatizó–, pues siendo una negra pobre del lomerío de la Gran Piedra, jamás imaginé que llegaría a tener una amistad tan especial. Por eso, para que siempre esté presente, en su rosal cuando el sol da más fuerte las buganvillas reflejan hasta 11 tonalidades de colores diferentes».

No es difícil imaginar el sentimiento de Vilma hacia quien compartió con ella largos intercambios acerca del cultivo de flores y otras plantas ornamentales, la que estuvo a su lado en días de su enfermedad, la del trato alegre y familiar que por sobre la confianza supo ganarse el amor de Raúl, sus hijos y nietos.

Cuando habló a Granma del momento en que Vilma le pidió que la ayudara a sembrar, alrededor del monolito que en el Mausoleo del Segundo Frente Frank País guardaría sus cenizas, los helechos, orquídeas, buganvilla y demás especies que deseaba tener, Cuca pidió que no la fotografiara, porque si Raúl la notaba llorosa se iba a entristecer.

A tan sagrado lugar jamás dejó de llevar flores los días del natalicio, fallecimiento de Vilma u otra fecha significativa en su vida, de ahí que el 26 de enero último acudiera vestida de verde olivo a depositarle el ramo que por los 60 años de su boda con Raúl le encargaran; y me había confiado el reencuentro allí este 7 de abril, que ya no pudo ser.

Quizá por ello, ante la noticia de su deceso, además de enviarle su ofrenda floral conjuntamente con la del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, dicen que el General de Ejército pidió que le pusieran «muchas flores, muchas flores», pensando tal vez que quien calificó a Vilma como una flor, estaba igualmente hecha de esa mágica química de pétalos y fragancia.

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