CRÓNICAS BIEN CORTAS: Árboles para nuestros nietos
En la calle Infanta, mientras esperaba una guagua, una señora comenzó a hablar conmigo:
—Mira ese parque… ¿tú crees que alguien puede sentarse ahí bajo ese sol? Cada vez que se cae un edificio en esta zona, construyen un parque. Yo te digo: donde se cae un edificio hay que construir otro edificio. Y si no se puede, pues que siembren árboles. Árboles de verdad, no esas maticas miserables. Mientras más aglomeración de gente, mientras más pobreza, mientras más basura… ¡menos árboles! Si vas para el Vedado o Miramar, ahí sí hay arboledas preciosas. Aquí en Centro Habana, solo piedra, derrumbes, sol… ¡No vacían ni los contenedores! ¿Por qué en Miramar sí y aquí no? Yo ahí mismo removería la piedra, trajera tierra fértil, le pagaba a un buen guajiro y sembraba una arboleda. Para poder sentarme, por lo menos, a coger el fresco…
—Pero eso va a demorar, señora. Un árbol no crece de un día para otro…
—Uno siempre siembra para sus nietos. ¡Aprende eso!
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