Pogolotti: Raíz obrera hoy y siempre

Pogolotti: Raíz obrera hoy y siempre
Fecha de publicación: 
23 Febrero 2019
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Muy pegadito a uno de los cruces de calles más famosos de La Habana (la conocida intersección de las avenidas 100 y 51, en Marianao) se erige Pogolotti, como se conoce el primer barrio obrero de Cuba (Redención fue su nombre verdadero), que se hizo popular con tal denominación a partir de que Dino F. Pogolotti, fue el contratista y constructor de las viviendas. 

Desde su fundación el 24 de febrero de 1911, y pese a que la modernidad se ha adueñado de muchas de sus edificaciones, aun allí se respiran las raíces obreras de sus pobladores y, sobre todo, el apego al lugar.

Callecitas estrechas, portales que colindan unos y otros, techos de cubiertas ligeras se entremezclan con fabricaciones de una calidad superior pero que, de alguna manera, echan por tierra la arquitectura original de un reparto donde la celebración de su aniversario jamás pasa por alto.

Junto a las tradiciones patrias, en Pogolotti encuentran abrigo las religiones de origen africano, por lo que caminar sus calles en fechas señaladas implica también compartir el sonido de tambores, o de violines, y el canto inigualable de mujeres y hombres que han encontrado en el llamado sincretismo religioso una fe de vida.

La primera piedra  

Para hablar de su historia hay que recurrir, necesariamente, al patriota cubano Luis Valdés Carrero, quien realizó la propuesta de lo que después se materializaría como la Ley de Casas para Obreros, y de esta forma la construcción de mil de ellas. Esto corrió a cargo de Dino F. Pogolotti, padre del famoso pintor Marcelo Pogolotti y abuelo de Graziella, intelectual cubana.  

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Graziella Pogolotti, intelectual cubana, nieta de Dino F. Pogolotti.

Así, el 30 de octubre de 1910 en una manzana baldía de la calle tercera de la finca Jesús María —hoy calle 90 entre 43 y 45— se colocó la primera piedra de las cien casas (finalmente se hicieron 950), acto que por su importancia contó con la presencia del presidente de la República José Miguel Gómez y de Valdés Carrero, junto a un grupo numeroso de personas. Nacía así el primer barrio obrero de Cuba.

Resulta significativo que la construcción de las casas se desarrolló entre octubre de 1910 y el 13 de marzo de 1913.

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Foto de la época. Pogolotti en sus inicios.

Sin duda alguna, en el surgimiento de esta idea mucho influyó la conciencia de Luis Valdés Carrero, obrero tabaquero, quien emigró joven a Cayo Hueso, y allí se destacó como líder obrero, compartió tribuna con José Martí, integró el Partido Revolucionario Cubano y colaboró junto a él en la organización de la Guerra de 1895.

Luego de su regreso a Cuba integró las fuerzas de Serafín Sánchez, que combatía en la zona central del país, y concluida la guerra se reintegró a su oficio de tabaquero y se incorporó a la vida política, como Representante del Partido Liberal.

Las investigaciones y estudios sobre la época reconocen que esta patriota fue sensible a la angustiosa situación que tenían los obreros en cuanto a la vivienda, pues en su mayoría residían en cuartos y ciudadelas. En esa época era inimaginable poseer casa propia a partir del salario que aportaba el llamado cabeza de familia y las mujeres, por lo general, no trabajaban y no aportaban a la economía familiar.

Estas fueron algunas de las condiciones que llevaron a Valdés Carrero a buscar una solución para aliviar la pésima situación en que vivían sus compañeros de clase, en una época donde además reinaban el desempleo, el juego y otros vicios, así como la prostitución.

Una verdad científica confirmada en los dominios de Pogolotti

En los predios de Pogolotti ocurrió un acontecimiento trascendental, como lo fue el descubrimiento del mosquito causante de la fiebre amarilla, por el eminente científico cubano Carlos J. Finlay. Un dato interesante es que esta enfermedad provocó la muerte de un gran número de soldados estadounidenses al término de la guerra hispano-cubano-norteamericana.

Bibliografía consultada resalta el hecho de que, con el objetivo de poner fin a esta situación, las autoridades del ejército de ocupación aplicaron medidas de higienización, las cuales resultaron infructuosas. Se dice que a mediados del año 1900 la cifra de defunciones por día llegó a ser de 200, entre soldados, funcionarios y civiles.

El doctor Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915), desde los inicios de la década de 1880, brindó evidencias que un mosquito, hoy conocido como Aedes aegypti, era el agente transmisor del terrible padecimiento. No obstante, sus estudios y experimentos no eran tenidos en cuenta.

Elizabet Rodríguez, en un artículo titulado Historia y leyendas vivas, publicado en la Jiribilla, afirma que “en un pedazo de terreno en áreas de la barriada de Pogolotti —lamentablemente la antigua casa de madera se destruyó y hoy solo se conserva una tarja en el parque conocido por Finlay— se construyó una pequeña estación experimental donde se realizaron una serie de pruebas que convencieron a la comunidad científica de la veracidad de la teoría del mosquito como agente transmisor de la fiebre amarilla.

“Experimentos realizados con posterioridad confirmaron definitivamente los postulados de Finlay en cuanto al origen y desarrollo de la fiebre amarilla, sobre todo en relación con su manera de propagación, su período de incubación y su gravedad relativa. Las pruebas resultaron concluyentes. Los trabajos del sabio cubano eran la mayor verdad científica señalada hasta entonces”.  

El pasado, apenas un recuerdo

Ha transcurrido más de una centuria desde aquel nacimiento, que ha quedado guardado como un tesoro en la historia de Cuba. Pogolotti sigue vivo y allí, entre esas callecitas estrechas, portales casi unidos, y tejados endebles por el paso del tiempo, continua viva la tradición de celebrar una fiesta popular en la víspera del 24 de febrero.

Hoy, obreros de los más disímiles sectores conviven aquí con intelectuales, artistas, deportistas, universitarios. Ya el barrio trasciende las 950 casas y los propósitos iniciales de aliviar la precaria situación de las familias pobres es solo un recuerdo de sus pobladores más antiguos.

*Se conoce que el término de redención es asumido por el fundador del barrio para redimir a los obreros que vivían en desventajas sociales en La Habana. También la palabra redención fue utilizada por Martí y Maceo para referirse a la liberación de Cuba del colonialismo español.

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Estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), del Instituto Superior Politécnico José A. Echeverría, del Instituto Superior de Deportes Manuel Fajardo y de la Universidad de La Habana, durante una marcha por sus calles para celebrar el 12 de octubre, día de la rebeldía contra el vasallaje colonial, conocido como Grito de los Excluidos. Foto: Idania Trujillo (tomada de internet).

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