La mentira tiene patas cortas y la verdad, ¡un pueblo!

La mentira tiene patas cortas y la verdad, ¡un pueblo!
Fecha de publicación: 
6 Febrero 2019
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A las seis de la mañana del lunes, cuando yo desperté para llevar a mis hijos a la escuela, supe que mi Habana estaba rota, herida, desgarrada, y supe, poco después, de bomberos que le salvaron hijos a mi Habana, de médicos y enfermeras que les curaron las heridas, mientras ellos mismos sangraban. Vi al unísono las imágenes de la desolación y las de la solidaridad y, entre ellas, me sosegó escuchar al Presidente recordar que nadie quedará desamparado, pero se lo dijo al oído a la gente, en el primer abrazo, en el vórtice de la catástrofe; caminó, observó, evaluó, abrazó… jefe y amigo, cubano y humano, que no riman por gusto.

Sin embargo, no todos despertaron con la misma noticia y es aquí donde se me acaba la poesía, porque me tuerce el hígado tanto lobo disfrazado de oveja. El nombre científico, estudiado por la ciencia de la comunicación, es fake news, pero en mi barrio barroco de Matanzas, allá donde aprendí que asere no es una mala palabra, le llamarían tremenda "infladera".

Que si recursos para una marcha recién pasado el tornado; que si «Martí no hubiera hecho»; que si en lugar de marchar, ayudar; que si Díaz-Canel con su antorcha en vez de ocuparse de los damnificados... Pero como más rápido se coge a un mentiroso que a un cojo, la verdad también se hacía viral: el Presidente marchaba con la misma ropa de la madrugada, llevaba todavía moléculas del sudor y las lágrimas de la gente; se había reunido con el Consejo de Ministros, le había dado instrucciones para trabajar y actuar rápido, y los jóvenes, ay, cerraron el círculo: de la Fragua Martiana al semáforo de Guanabacoa, a Luyanó, a Regla, con los brazos listos para palear escombros y repartir abrazos.

Luego se regó la voz: les venden la comida, el gobierno está lento, no les garantiza alimentos a los más necesitados, y por otro lado, mis amigos que estaban en la zona afectada, sin tiempo para tuitear y postear, aclarando que ellos mismos habían colaborado con el gobierno y habían llevado comida caliente y gratis a los más dañados.

Más adelante, una histeria colectiva que, francamente, en medio de tanta tristeza, me dio ganas de mandar a más de uno a freír espárragos: que si las donaciones, que si la iniciativa privada, que los cubanos en el exterior, que el gobierno obstaculiza la ayuda y que una campaña para quitar los aranceles de la Aduana. Óigame, gente que vivió en Cuba desde el Kate hasta el Irma, ¿cómo pueden comerse «ese cake»?

Desde que yo soy pionera estoy recogiendo en casa donaciones para damnificados de huracanes y ciclones; históricamente los cubanos las hemos sacado no de lo que nos sobra, hemos compartido lo que tenemos y lo hemos enviado a través de la Federación, los CDR, el Sindicato, en fin... al sitio del desastre, desde la Punta de San Antonio hasta el Cabo de Maisí. Nadie que tenga una vacuna en cada hombro debería desayunarse con eso. Nunca fui personalmente a Sandino o a Baracoa para llevar mi aporte.

Sin embargo, esta vez lo hice, lo hicimos muchos. Mi amiga Dunia vino desde Matanzas, llegó hasta Diez de Octubre y Quiroga, donde un grupo de jóvenes se organizó espontáneamente para ayudar en lo que hiciera falta; se presentó como una cubana que también quería hacer su parte y allí se quedó, dos días llevando agua, comida, ropa, toda clase de ayudas que llegaban tanto del gobierno como de otros cubanos solidarios, emprendedores y asalariados, artistas y obreros, sin distinción, como nos han enseñado 60 años de justicia social.

Yo me fui hasta un albergue cerca del Mónaco a llevar el vestido de las princesas y otros encargos especiales de mis hijos, calladita llegué y la señora enseguida les puso nombre: para el bebé que rescatamos del tornado, para la niña de la rubia que llegó ayer... Nadie me preguntó si era periodista o estibadora, a nadie le dije. Pero supe de ese lugar porque lo publicó en Face un compañero de estudios que no escribe para ningún medio «oficialista» y ha estado desde el primer día trabajando junto a los jóvenes de la AHS y otros artistas y ha compartido su experiencia en las redes.

Otro drama con visos de mentira: que los artistas maltratados, que no los reconocen. Los artistas, los de corazón, posteaban, mientras tanto, la emoción, el agradecimiento; no esperaban las gracias, las daban por dejarlos estar y dar, que es la vocación sublime del arte, y lo digo porque lo leí pegada a Facebook todos estos días y porque tampoco es nuevo: las brigadas artísticas existen desde que Fidel nos enseñó los poderes de la cultura. Hace diez años dormí a la intemperie en Santa Cruz del Sur con un grupo de los mejores creadores cubanos liderados por Kcho, que se fueron a vivir con los damnificados del Paloma, como ya lo habían hecho meses antes en la Isla de la Juventud: limpiaban y cantaban, construían y pintaban, hacían la obra de arte más hermosa y duradera que he podido apreciar. No me iré a asombrar ahora con una camioneta de agua potable.

Sin embargo, estas publicaciones, las de quienes han participado y alertan constantemente sobre la verdad vivida, no contada, parecen fantasmas para ciertos medios y personas, como si no existieran; incluso ejemplos como el de Lily, que vino desde Miami para reunir a su familia y ayudar en lo que pudieran, claro, pero ella no dio perretas sobre la Aduana, ni pataleó en contra del orden, averiguó cuál era y se insertó, satisfactoriamente, porque su intención era ayudar, no inventar un caos dentro del caos real de las pérdidas que provocó el tornado.

Una mentira cada 24 horas contó mi amigo de Facebook Javier Gómez, pero las manipulaciones, las medias verdades y los absurdos son incontables. Yo solo he comentado algunas experiencias que me constan, pero en mi muro he compartido montones durante estos días; críticas de mis amigos, que han estado al pie del cañón; al «postaleo» y la caridad, que no nos caracteriza y no la vamos a dejar instalarse; noticias sobre cómo ser más útil; agradecimientos a las autoridades locales y la policía por el apoyo a quienes se acercan para cooperar; horarios en que salen guaguas para las zonas afectadas; reportes sobre el heroísmo de los linieros que trabajaron de sol a sol para restablecer el servicio eléctrico; imágenes de Díaz-Canel regresando a los barrios, conversando, tocando los detalles con las manos, cumpliendo.

Nada de eso tiene espacio en algunas agendas que, a última hora y con evidentes rasgos histéricos, han montado videos menos creíbles que los que mi hija edita en Videoshow. ¿Y saben lo que pasa?, que la mentira, en cualquier momento, es imperdonable, duele, decepciona; pero en una situación como esta, la mentira asquea.

No pueden con nosotros. Y después de todo y tanto, podrán menos, porque las malas intenciones han sido un bumerán contra los insensibles; porque cuando este pueblo llora, es un bloque compacto y se seca las lágrimas con las manos sucias del polvo de la reconstrucción; cuando este pueblo siente una herida que le atraviesa las entrañas, no quiero estar en el pellejo de quien lo traicione o lo blasfeme. Y la nueva Habana, la que va a renacer con el esfuerzo de todos y el amparo infinito y maternal de la Revolución, será más bella y más sabia, así que «a otro con esos cuentos».

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