La solidaridad, más allá del primer impulso

La solidaridad, más allá del primer impulso
Fecha de publicación: 
1 Febrero 2019
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Las heridas de tantísimos cubanos afectados directamente por el terrible tornado del 27 de enero en La Habana tardarán en sanarse: y siempre quedarán cicatrices.

Solo las personas que han experimentado, en carne propia, una tragedia de tal magnitud, pueden ponerse en la piel de los que perdieron todo o casi todo en un instante.

Para eso nadie está preparado, por más que en los espacios noticiosos de la televisión aparezcan damnificados que, haciendo de tripas corazón, se muestren animosos y optimistas.

El único consuelo (y siempre será insuficiente) es sentirse acompañando y apoyado en momentos tan difíciles.

Los que creen que el pueblo cubano es incapaz de movilizarse por la solidaridad si no es convocado e instado previamente, se habrán asombrado por la espontaneidad y la masividad de las expresiones de apoyo moral y material.

Sin esperar indicaciones de nadie, desde que comenzaron a salir a la luz los cuantiosos destrozos, las tragedias de muchas familias, la dimensión real del desastre, miles de personas, de La Habana y otras provincias, comenzaron a organizarse para crear cadenas que permitieran el acceso de los afectados a víveres de primera necesidad, medicinas, ropa y calzado, disímiles efectos personales y otros artículos.

Las redes sociales están llenas de fotografías y videos que ofrecen testimonio del alcance de las iniciativas. Los medios de comunicación también se han hecho eco de las muestras concretas de solidaridad de artistas, deportistas, profesionales de diversos sectores, estudiantes y, no faltara más, de personas anónimas, cuyo interés no es aparecer en una foto haciendo entrega de sus donaciones, sino el mero hecho de que ese aporte llegue a los que lo necesitan.

Porque, ciertamente, en algunos casos la disposición de ofrecer ayuda está ligada (e incluso, condicionada) por la publicidad del acto de ayudar… cierto exhibicionismo que lastra el humanismo esencial del gesto.

Puede que alguna que otra figura de la “farándula” haya armado una puesta en escena para figurar como benefactor; pudiera ser… pero no nos pongamos paranoicos: eso será (debería ser) un dilema personal, y afortunadamente parece ser minoritario.

El volumen de esa ayuda tendría que entrar en los cauces de la organización a través de las autoridades locales, de manera que sea aprovechada por los que los de verdad lo demandan. Ahí está uno de los retos: la integración de todo el entramado social, desde las personas hasta las organizaciones sociales, los consejos de vecinos, los grupos más o menos formales que asuman esas responsabilidades.

Toda ayuda es bienvenida.

Ahora bien, no se puede perder de vista un aspecto cardinal: los principales responsables de proveer asistencia, los encargados de encabezar el proceso de recuperación y reconstrucción, los que tienen la obligación (y no solo el deber o la posibilidad) de velar porque nadie quede desamparado son (tienen que ser) el gobierno y sus instituciones.

Hay mecanismos, hay disposiciones especiales, hay partidas del presupuesto, hay reservas… concebidos para situaciones como esta.

Obviamente, no se puede prever todo: es necesario ajustar esquemas, tomar decisiones puntuales, movilizar recursos humanos y materiales.

Pero minimizar el rol de las instituciones del gobierno y el estado, y de las fuerzas del orden interior, sería un sinsentido: esas instancias serán las encargadas de mantener el apoyo a las familias afectadas cuando se entibie el entusiasmo actual de los diferentes sectores de la sociedad.

Será natural, no significa que la gente dejará de preocuparse por sus semejantes. Pero las personas (nosotros, los que nos sufrimos directamente la desgracia) poco a poco irán regresando a sus rutinas cuando vayan pasando los momentos álgidos de la actual crisis.

La resiliencia es capacidad de los humanos y su sociedad.

No obstante, los problemas, los graves problemas de muchas de las familias afectadas no se van a resolver en dos o tres semanas… ni los podrá resolver del todo la generosidad espontánea de la población.

De ahí la importancia de un entramado sólido, institucional, que encauce el apoyo a los damnificados, que ofrezca alternativas justas para la recuperación, que viabilice el acceso a la ayuda humanitaria, que garantice la tranquilidad… todo bajo el escrutinio permanente de la ciudadanía.

Ningún cubano puede quedar desamparado. Tenemos que eternizar la solidaridad.

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