ARCHIVOS PARLANCHINES: El músico del serrucho

ARCHIVOS PARLANCHINES: El músico del serrucho
Fecha de publicación: 
30 Noviembre 2018
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José Concepción, que es el nombre por el cual se conoce a este guajiro, pone a prueba el límite difuso existente en nuestras tierras entre lo creíble y lo totalmente inverosímil. Al muchacho se le ocurre la idea de hacerse notorio en la música usando nada menos que un serrucho de carpintería y, aunque muchos no lo crean, pone a soñar o a bailar a mucha gente.
 

Nacido el 27 de marzo de 1906, en Camajuaní, en el seno de una familia muy pobre, el campesino es el mayor de nueve hermanos y en cuanto se empina un poco se va a trabajar con su padre, un maestro carpintero, quien lo enseña a construir el tres, un instrumento musical que empieza a tocar también sin demasiadas glorias a fin de seguir al ritmo de la moda: las serenatas estaban a la orden del día y nadie se imaginaba a un joven que no acariciara las cuerdas o cantara con sus amigos.

En la entrevista titulada «El Mago del Serrucho» que le hace René Batista Moreno para una revista Signos en 1975 José Concepción comenta:
 

«La oportunidad de dejar el tres y optar en favor del serrucho se me hizo posible en noviembre de 1922. En este año se apareció en mi pueblo una compañía española que dio varias funciones en el teatro-cine “Muñiz”. En ella venía un excéntrico musical que tocaba esa herramienta. No tocaba bien, pero me impresionó por lo novedoso.
 

«Cuando se terminó la función salí casi corriendo hacia la casa. Y entre los cortadores que tenía mi padre escogí uno, el más flexible, pues, según observé, a más flexibilidad más condiciones había para los agudos. Le di algunos golpes con un martillo por el lomo, y tras las vibraciones, sonaba. Entonces, me dije: “Se puede, se puede, sin embargo hay que meterle con la manga al codo”.
 

«Primero, llegué a sacarle una voz, luego, dos, tres… tres voces al mismo tiempo. Era como si cantaran tres mujeres, de diferentes timbres, pero muy acopladas.
 

«El serrucho, para tocarlo, se coloca debajo de la pierna derecha y se acuesto un poco sobre la izquierda, con los dientes vueltos hacia dentro. Se pasa la ballesta o el arco por el lomo, oprimiendo la punta con el dedo pulgar de la mano izquierda».
 

Este músico sorprendente e innovador debuta como solista en 1928 en el teatro-cine “Muñiz”, de Camajuaní, acompañado por José «El Portugués», un violinista bastante aplaudido en el lugar, y según una vieja crónica que encontré en el Vanguardia de la provincia de Villa Clara, le llueven los aplausos y las felicitaciones. Incluso el profesor de música don Elías Boxeda, un gurú en esas lejanías, sube al escenario y le susurra: «Lo felicito, me ha sorprendido su instinto musical; porque, no sabiendo usted nada de música, ha ido sacando notas sin alteraciones, sin violaciones y con gran higiene».
 

Después de su éxito inicial, comienza a incursionar con asiduidad en bailes, cumpleaños, bautizos, velorios, fiestecitas familiares y otros eventos. Aunque, bueno es decirlo, en los días previos a sus conciertos una pregunta está en boca de todos: «Oigan, ¿y el serrucho se toca? En las áreas urbanas interpreta, principalmente, música clásica: valses, polkas, polonesas, nocturnos, fragmentos de zarzuela y preludios. Por el contrario, en los bateyes su repertorio se llena de sones, guarachas, danzones y hasta bolerones bien acaramelados.
 

Con el tiempo nuestro versátil intérprete visita la cercana región tabacalera de Vega Alta y, entre guateques y ron de caña en abundancia, hace un gran descubrimiento: para evitar que los salientes del serrucho le siguieran hiriendo, se los lima y comienza a experimentar en esa zona. ¡Vaya sorpresa la que se lleva!, era mejor tocar por la parte de los dientes colocados hacia fuera que por la del lomo. Los agudos los daba con más claridad.
 

No obstante, le falta aún por vivir su gran aventura. En el referido trabajo de Signos, José Concepción narra:
 

«En 1933 vino aquí, a Camajuaní, la compañía de José Sanabria; le fue muy mal y quebró. Entonces a este empresario se le ocurrió formar un espectáculo con artistas de la localidad. Él me convirtió en un excéntrico musical. La primera tanda la dimos en Taguayabón. Con Sanabria actuamos en Vueltas, Vega de Palma, Vega Alta, La Quinta, La Luz y en los pueblos de campo de los alrededores hasta que él hizo unos pesos y se marchó.
 

«Fui un “serruchista” para divertirme y divertir a los demás. No cobré nada por mi música y estuve en muchos actos de caridad. Con los años me presenté en el teatro La Caridad, de Santa Clara, en Cienfuegos, Remedios y Caibarién».
 

José Concepción, en la medianía de edad, monta un taller de carpintería y se casa con una muchacha de los alrededores, a quien, en sus cumpleaños, le regala algunas de sus melodías preferidas. Un mal día se va con su familia a una fiesta en el campo, y al regresar en un camión, un fulano se sienta sin permiso y hace añicos su ballesta. Ese es su final en la música. Por fortuna, él solo fue uno de los precursores. El arte de tocar el serrucho tiene ya una historia de muy larga data en varias partes del mundo…

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