Cuba es Fidel y Fidel es Cuba

Cuba es Fidel y Fidel es Cuba
Fecha de publicación: 
25 Noviembre 2018
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Logró despertar sentimientos en las multitudes y en su convocatoria popular de forjar una nación contó con las mayorías, que era decir pobres, humildes, desposeídos.

Así, sin proponérselo ni pensarlo, se fue haciendo gigante. Comprendió a los obreros, se colocó al lado de los campesinos, escuchó a los intelectuales, dignificó a las mujeres, llenó los sueños de los niños con libros, lápices y escuelas.  

Comenzó la lucha en el llano y en las montañas de la Sierra Maestra coronó el triunfo que luego lo llevó a conducir los destinos de una nación por los caminos del derecho a la enseñanza, a la tierra, a las fábricas. Después los cubanos fueron dueños verdaderos de la Patria, sin distingos, dejando a un lado clases sociales, colores de la piel, incluso el lugar de donde provenía cada quien. No más yanquis en el camino, ni más vende patrias, ni más traidores serviles al imperio.

Desde su posición de estadista veló por la suerte del pueblo y fue este, precisamente, quien le dio las mayores alegrías. A los maestros les abrió las puertas de las escuelas, a los estudiantes de las aulas, despertó las conciencias de los científicos, los saberes de los médicos, elevó la honra de las mujeres hasta posiciones insospechadas, esferas y sectores vírgenes para ellas, a donde nunca habrían llegado.

Cuba es Fidel y Fidel es Cuba, y para millones de hombres y mujeres, de niños y ancianos, es el más grande de los cubanos.  

Él continuó el camino de los patriotas más ilustres y comprometidos, bebió de la savia martiana,  y en esa lucha por la independencia definitiva sumó a lo más valioso de su contemporaneidad.

Siempre me he preguntado cómo logro aunar voluntades y multitudes, llenar plazas, unir a los cubanos al primer llamado. Ciertamente, Fidel no era un dios, fue un ser tan maravilloso como real, tan auténtico como inexplicable. Pero sin dudas, fue un gigante de humildad y de moral, de valentía y de dignidad, que supo —como ningún otro— asumir que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, al decir de Martí y ser su más fiel discípulo.   

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