CRÍTICA DE CINE: Ella

CRÍTICA DE CINE: Ella
Fecha de publicación: 
13 Noviembre 2018
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Lo sé porque la primera vez que la vi me pareció absurda la idea de tener sexo telefónico con una agencia anónima, cuyo único trabajo es dar placer sexual a extraños. Recuerdo haber pensado que tan solo tiene un ser humano que estar para entablar relación tan íntima con un desconocido.

Pero he cambiado. Quizás esté más sola y entienda que una habitación llena de personas, si no son las personas correctas, te dejan exhausta de soledad.

O quizás sean los tiempos los que hayan cambiado y tengamos —todos— una relación más cercana con las redes sociales, esas que nos hacen hablar con desconocidos sobre temas trascendentes como Charles Bukowski o Antoine Doinel. ¿Hay algo más íntimo que hablar de Los 400 golpes (François Truffaut, 1959) y declarar que Truffaut es el ideal de hombre de mi vida? Y miren, lo estoy declarando ante todos los que me leen ahora mismo, los conozca o no.

O quizás… el sexo y el amor no tengan nada que ver el uno con el otro. No necesariamente, al menos. Se puede comprar el cuerpo de una prostituta, pero no se puede comprar su alma. No hay manera de comprar el alma de una persona. Nunca la ha habido y nunca la habrá.

Es con el alma con quien conectamos. El cuerpo es necesario, no obstante. Hay un nivel físico en el que coexistimos.

En Her (2013), la relación de amor se establece entre Theodore (Joaquín Phoenix), un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja como escritor de mensajes de amor preestablecidos y se enamora de un modelo de inteligencia artificial con la voz de Scarlet Johansson. Aunque ella no tiene un cuerpo físico, la relación alcanza profundos niveles de intimidad.

Hipnótica radiografía de lo que puede ser el amor en los tiempos cibernéticos, Her es el resultado de un hombre que me hipnotiza casi tanto como Truffaut. Algunas de sus entrevistas son parte de decálogo personal:

Spike Jonze: «Llevo una vida muy normal, me dedico a hacer mis cosas y, de tanto en tanto, un grupo de gente se sienta delante de mí a hacerme preguntas sobre lo que he hecho. No lo entiendo. Lo hecho, hecho está. Por más que me pregunten, ya no tiene remedio».

Más allá de explicar o no la cinta —Jonze considera que nunca debe hacerse—, Her recorre por completo el titánico esfuerzo de narrar una historia de amor desde el aliento primero hasta el suspiro último.

Conmovedora, tierna y melancólica, Her es una oda a como la búsqueda del amor es una de las características antropológicas del ser humano, cualquiera que sea la época que viva.

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