El pianista Marcos Madrigal extraña la yuca con mojo

El pianista Marcos Madrigal extraña la yuca con mojo
Fecha de publicación: 
13 Noviembre 2018
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Uno está tentado a preguntarle a Marcos Madrigal si alguna vez se aburre de tocar el piano. Si contamos la cantidad de conciertos que protagoniza al año, en grandes y medianas ciudades del mundo (hay largas temporadas en las que toca todos los días, frente a públicos muy exigentes); si sumamos las horas de ensayo y estudio para garantizar la calidad de esos conciertos; si tomamos en cuenta las sesiones en estudios de grabaciones, más los momentos informales en los que comparte frente a las teclas con amigos y admiradores… no sería descabellado pensar que el piano es lo primero en su vida… y que todo lo demás es secundario.

Pero Marcos Madrigal no parece obsesionado. Su relación con el instrumento es la de un matrimonio bien llevado.

El cubano, que ya de estudiante admiraba a profesores y al público por sus dotes, se ha convertido en un reconocido pianista en el circuito europeo. Y todo el mundo sabe o debe imaginar lo complicado que resulta hacerse de un lugar en ese circuito.

Por estos días Marcos Madrigal está en La Habana, su ciudad. Es el principal organizador del Festival Habana Clásica, cuya segunda edición ocupa las principales salas de concierto del centro histórico de la capital cubana. Es un festival de lujo; su programación, su convocatoria nada tienen que envidiar a las de citas por el estilo en los grandes epicentros de la música universal.

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Madrigal, que reside hace años en Italia, ha traído consigo a un contingente de músicos de primerísimo nivel, para reunirlos con algunos de los más talentosos instrumentistas residentes en Cuba.

Se supondrá que a Marcos Madrigal no le sobre tiempo para entrevistas, pero dar entrevistas forma parte también de la intensísima agenda de un pianista de renombre.

Nació en una ciudad mítica, La Habana, y ahora vive en la ciudad eterna, Roma…

«Pues sí, desde hace algunos años se ha convertido en mi otra casa, en el centro de mi trabajo, de todo lo que hago en Europa y en el resto del mundo. Digamos que estoy siempre entre Roma y La Habana. Creando y siendo yo».

¿Y cómo ha logrado insertarse en un panorama musical tan selectivo como el europeo?

«Primero que todo, trabajando sin descanso. Demostrando la calidad de mi formación. Para mí fue una sorpresa que siendo un pianista caribeño, el circuito clásico europeo me abriera las puertas de una forma tan acogedora. Y sí, creo que he logrado —a pesar, pero también gracias a mi procedencia— alcanzar un puesto en el movimiento de pianistas clásicos en Europa.

«Al final, el Caribe y Cuba, en particular, me han ayudado, me han identificado: es lo que represento en ese movimiento tan amplio de la pianística contemporánea».

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¿Hay espacio en Europa para el repertorio latinoamericano? ¿Hasta qué punto proceder de esta parte del mundo y desarrollar una carrera en el otro implica una responsabilidad para el artista?

«Nunca le he dado la espalda a la cultura de mi país y mi continente. No podría hacerlo, aunque me lo propusiera. Como pianista clásico tengo un repertorio estándar, pero desde hace algunos años integro un proyecto de promoción de singulares expresiones del repertorio latinoamericano para piano. Todo ese gran patrimonio, increíblemente, todavía es muy poco conocido en Europa: hay poca difusión y muy poca discografía.

«Imaginarás que es un proyecto enorme, llevará muchos años. Pero ya he comenzado y me siento muy orgulloso de formar parte. Dentro de poco saldrá a la luz el segundo disco de este empeño, que está dedicado a Brasil. Estamos preparando uno sobre el repertorio argentino».

¿Y Cuba en específico? ¿Cómo se inserta en su propuesta cotidiana?

«Es mi vida, es como la mochila de experiencias que me acompaña y que muestro al público en general. Antes que músicos, somos artistas, y antes que artistas, humanos. Así que el ser cubano está presente cuando toco música de Beethoven, de Schumann o del mismísimo Lecuona.

«Mi formación, después de Cuba, ha continuado en Europa y en Rusia, pero sigo siendo yo. Marcos Madrigal es cubano, es imposible desconectar, ignorar quién soy, de dónde vengo, a la hora de interpretar música clásica».

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Este Festival Habana Clásica establece un vínculo concreto entre Europa y Cuba…  

«Ese siempre ha sido mi sueño: crear un puente entre la realidad artística de Europa y la de mi ciudad, La Habana. Cuba es un país muy rico, cultural y artísticamente. Y sería muy provechoso mostrarle al público cubano qué está pasando en las capitales europeas en cuanto a la música de concierto, la música de cámara. Y al mismo tiempo, mostrarle a los músicos europeos, con los que trabajo todo el año, lo que pasa con la música y la interpretación cubana de ahora mismo.

«De esa idea nació el primer Festival Habana Clásica. Y mientras lo hacíamos, nos dimos cuenta de que era una experiencia extraordinaria. Organizarlo es una labor que me quita mucho tiempo, que demanda mucho esfuerzo, pero no es comparable con lo que me da, con lo que me aporta.

«Los asumo como una niña que ha nacido, que uno la ve crecer y que se da cuenta de lo maravillosa que es. Aquí ganan todos: el público y los artistas. Y lo mejor es que coinciden en escena músicos europeos con músicos cubanos, extraordinarios todos».

¿Qué encuentra en Cuba? ¿Qué extraña de Cuba?

«Lo extraño todo. Aunque vengo mucho, y estoy permanentemente en contacto, lo extraño todo. Desde la yuca con mojo hasta mi mar, mi Malecón. Mis calles, mis rincones. Y por supuesto, a la gente, a mi gente: mi familia, mis amigos, eso es lo principal.

«Yo siempre estoy conectado con mi país, con mi ciudad, donde quiera que esté en el mundo. Cuando toco aquí, siento que es mi lugar. No lo asumo como una obligación, sino como el mayor placer. Voy a regresar siempre».

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