El Ballet del pueblo cubano

El Ballet del pueblo cubano
Fecha de publicación: 
26 Octubre 2018
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El primer programa del Ballet Nacional de Cuba, hace hoy 70 años, era una declaración de principios. «Estaban allí representadas las líneas principales que seguiría la compañía: la gran tradición romántica, la clásica y la creación contemporánea —afirma el diseñador Salvador Fernández, subdirector técnico de la agrupación—; y las obras presentadas eran indudablemente piezas maestras del arte danzario».

Sin dudas lo eran: el Gran Pas de Quatre, el segundo acto de El lago de los cisnes, y La siesta de un fauno, «que en esa época era, por supuesto, un ballet mucho más contemporáneo… y en todo caso, era una propuesta renovadora de la danza», concluye Fernández.

Se conservan filmaciones de esa noche inaugural, en el entonces teatro Auditorium. Se puede ver a los bailarines maquillándose, al público entrando a la sala, la función… ¿Sabían los que allí estaban que era una noche histórica para la cultura cubana? ¿Un verdadero hito?

Ciertamente, no todos confiaban en la permanencia de la compañía, que entonces se llamaba como su primera bailarina: Ballet Alicia Alonso. El ballet había florecido en las grandes ciudades del mundo, a la sombra de los grandes capitales. Cuba era, en todo caso, un país demasiado pequeño y demasiado pobre para acoger una gran compañía.

«Y ahí estuvo la grandeza de los tres fundadores: Alicia, Alberto y Fernando Alonso. Eran unos soñadores, pero tenían los pies bien puestos en la tierra. No vinieron de la nada, tenían estudios en el extranjero, una buena preparación, aprovecharon cierta tradición en Cuba y aunaron esfuerzos para enfrentar una tarea titánica», dice el historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera.

En un principio la compañía estaba integrado por bailarines extranjeros, sobre todo provenientes de los Estados Unidos, que era el país donde Alicia simultaneaba presentaciones (era figura importante del American Ballet Theatre), pero con la compañía vendría la academia Alicia Alonso, que comenzó una labor formadora que no se detuvo ni siquiera cuando Alicia y Fernando decidieron, en la década de los cincuenta, interrumpir las presentaciones de la compañía en Cuba, por imposiciones de la dictadura batistiana.

La despedida de Alicia (bailó en el Estadio Universitario La muerte del cisne, con todas las implicaciones metafóricas que el ballet tenía) fue profética. Ella sabía que iba a regresar a un país distinto.

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En efecto, después del triunfo de la Revolución, Fidel Castro les hizo a Alicia y Fernando una visita que marcó el despegue definitivo de la compañía. Y muy pronto se reorganizó la compañía, esta vez con el nombre que la identifica ahora: Ballet Nacional de Cuba.

«A Fernando Alonso le molestaba que trataran de fragmentar la historia. Él decía una cosa maravillosa, en la que tenía toda la razón: “Me preguntan que quién fundo el Ballet de Cuba, que si fue Alicia, que si fui yo, yo respondo siempre lo mismo: al Ballet lo fundó el pueblo de Cuba», evoca Cabrera.

Y nadie pone en duda el gran impacto popular en Cuba de una expresión que suele ser asociada en muchas partes a las elites culturales. El intelectual Juan Marinello lo expresaba de esta manera en 1971: «El Ballet Nacional de Cuba es mucho más que una suma de excelencias y una escuela singular; es la voz de una fuerza popular sin reposo».

En Cuba, especialmente en La Habana, el ballet es pasión. Y la compañía que hoy dirige Alicia Alonso es puntal principalísimo.

«No es para menos, son setenta años, es mucha historia. Es la misma compañía y al mismo tiempo es otra, porque hemos marchado con los tiempos —reflexiona la primera bailarina Grettel Morejón—; lo cierto es que, con todas las dificultades de estos tiempos, es un privilegio para Cuba contar con una compañía como esta, para el público y también para los que estudian ballet. Poder hacer carrera en tu país no es algo que esté al alcance de todos los bailarines en el mundo».

El Ballet Nacional de Cuba ha enfrentado no pocos obstáculos, sobre todo en las décadas más recientes, marcadas por la crisis económica y por los efectos de la globalización.

«No es un fenómeno cubano: muchos de los bailarines de los países menos desarrollado siempre van a ir a buscar fortuna en compañías con más recursos. La inestabilidad de los elencos es una característica del ballet contemporáneo. Pero Alicia lo definió una vez de una manera poética pero muy convincente: El Ballet Nacional es como un gran árbol: los bailarines son las hojas, están en las ramas o se los lleva el viento a todas partes; pero las raíces están en Cuba».

Por Resolución Ministerial La compañía ha sido declarada recientemente Patrimonio Cultural de la Nación... pero lo era ya desde hace décadas. Es, de hecho, un monumento vivo, que se proyecta hacia el futuro.

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La cantera es sólida: una escuela que lleva el nombre de Fernando Alonso. El apoyo del Estado es decidido. Y hay un público fiel y entusiasta.

Gracias a su ballet, a sus grandes bailarines (Alicia Alonso la primera), a sus aportes estilísticos, a su sólida tradición, Cuba está considerada hoy una potencia del ballet universal.

El Ballet Nacional de Cuba es patrimonio del pueblo que lo sostiene y lo abandera.

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