Cuba: Un país estable con gobierno de pueblo

Cuba: Un país estable con gobierno de pueblo
Fecha de publicación: 
11 Julio 2018
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El enemigo principal y sus aliados internos comprenden que esa realidad no puede ser cambiada en el escenario físico aplicando sus tradicionales métodos desestabilizadores, concebidos para sociedades fragmentadas donde impera la desorientación, la corrupción, y los miembros de los gobiernos, en muchos casos de diferentes tendencias políticas, resultan presa fácil para la labor divisionista de los oficiales de sus servicios secretos; por eso recurren a la fabricación virtual de un gobierno y una Cuba en que esos males supuestamente están presentes.

Es la forma mediante la cual pretenden ir progresivamente cambiando la percepción positiva de la opinión pública interna y externa de la realidad del país, del gobierno y de las instituciones del Estado, e ir sembrando los gérmenes de la desunión, como premisas para intentar llevarnos al caos.

En busca de esos fines, apoyados por sus incondicionales internos y aprovechando la torpeza de otros, intentan posicionar mediáticamente la matriz de opinión de que existen dentro del gobierno y las instituciones cubanas funcionarios que presuntamente tratan de obstaculizar la gestión del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, a los cuales definen como inmovilistas, corruptos, etc.

Aseveran que le están creando una crisis; sus argumentos: un video que se filtró, el lamentable y doloroso accidente de aviación, la detención de algunos que actúan al margen de la ley y de un biólogo de título e hipócrita de profesión. Solo en una mente que alucina se puede concebir que estos hechos estén interrelacionados y dirigidos a crearle una compleja situación al nuevo presidente.

Este tipo de discurso que pretende presentar al compañero Díaz-Canel asediado por facciones que se le oponen, da continuidad a otro en el que se afirmaba la existencia de un núcleo duro que estaba esperando que Raúl se retirara para apoderarse del gobierno. Coincidentemente, los medios norteamericanos y algunos funcionarios del gobierno de ese país han utilizado esos mismos mensajes para tratar de trasladar la responsabilidad de los supuestos “ataques” a sus diplomáticos a esas imaginarias facciones o grupos duros, que, según plantean, se oponen al proceso de normalización de las relaciones entre ambos países. Raúl se retiró del gobierno y el ficticio núcleo duro no apareció.

Hay que recordar como trataron de presentar las medidas que fue necesario tomar con varios funcionarios del Estado, en el 2009, como una purga de lo que llamaron los hombres de Fidel. El Jefe de la Revolución cubana, en su reflexión “Cambios sanos en el Consejo de Ministros” desmontó estas obscenas falacias.

El gobernar en estrecha relación con las masas, tomando en cuenta sus necesidades y criterios, lo desarrolló Fidel, desde el mismo inicio de la Revolución. De esa interrelación y sus beneficios, Gabriel García Márquez diría: “Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones”.

Ese estilo de dirigir es el que quiere y reclama el pueblo, es al que está dando continuidad acertadamente Díaz-Canel, de conjunto con su equipo de gobierno, apoyados por los directivos de las diferentes entidades estatales, algo que se puede distinguir en los materiales que publica la prensa sobre sus actividades e intervenciones. No lo amenaza ninguna crisis, ni se encuentra aislado, como pretenden hacer ver; por el contrario, es evidente que cuenta con la confianza y la aceptación del pueblo y que las instituciones lo respaldan. Decir, percibir otra cosa es, cuando menos, un subjetivismo inadmisible.

Sus verdaderos enemigos, los del pueblo cubano, son los que comienzan a atacar taimadamente su agenda política y las prioridades que define, mientras acusan a otros de hacerle la guerra.

Aun cuando lo que mueva a algunos a convertirse en cajas de resonancia en las redes de tan malintencionados planteamientos, no responda a la orientación enemiga, sino a la egolatría, los afanes de protagonismo o la falta de visión política, eso no los justifica. Un revolucionario jamás coincide con el discurso enemigo, ni le da armas a este para atacar la obra que defiende.

Crear una fisura en la unidad que caracteriza a la Revolución y fracturar la continuidad generacional han sido y continuarán siendo objetivos principales de nuestros adversarios; saben que son vitales para la supervivencia del proyecto social que deseamos construir.

Por eso arrojan flores a Díaz-Canel y critican a quienes lo acompañan en su trabajo y a la dirección histórica de la Revolución; erradamente piensan que, con halagos, podrán hacerlo abdicar de su fidelidad al pueblo y a los que, con sabiduría, sacrificio, dignidad y ética nos han guiado hasta aquí, cuyas ideas y ejemplos seguirán iluminando el camino de la patria.

No comprenden los tanques pensantes del imperio y los que sueñan cambiar el rumbo socialista de Cuba que no todos los hombres tienen un precio, que no en todos los pechos anidan la egolatría y la vanidad, que existen seres humanos dignos que no se venden ni traicionan.

Sé que no lo entienden, y eso los lleva a equivocarse con el presidente cubano. Por eso hay que decirles: Díaz-Canel NO es Lenín Moreno. Están perdiendo el tiempo.
  

¡Grande es la palabra cuando cabalga en la razón! Penetra entonces más que la más larga espada.

José Martí.

Tomado de Postcuba

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