DE LA TELEVISIÓN: Risas vs. llanto… o llegó Oshín

DE LA TELEVISIÓN: Risas vs. llanto… o llegó Oshín
Fecha de publicación: 
15 Marzo 2018
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Un clásico con el que muchos lloraron y también —¿por qué no?— esbozaron alguna que otra sonrisa, por lo inusual de su dramaturgia y lo acentuado de sus penurias.

Un guiño a la nostalgia. Una respuesta, tardía quizás, a los deseos del público que, según fuentes de la Televisión, pedía el regreso de la laboriosa heroína hacía 25 años.

Pero no todo es alegría.

Como las otras, Oshín ocupa el espacio de las series humorísticas, una islita de entretenimiento en un mar de documentales y didácticos, que ya se tragaron la telenovela, desaparecida hace más de un año.

Nos abrieron el apetito con la quinta temporada de Pequeño papá, una sitcom sencillita, sin pretensiones, pero graciosa, para volver al plan mínimo.

En vez de proponer la oferta más completa, Multivisión reduce sus nichos de entretenimiento.

Poco a poco, Multivisión ha ido desterrando las ofertas más frescas, para hacer hincapié en las peripecias policiales, las desventuras médicas y la delirante fantasía de las series de vampiros (cuyo toque gótico y sublimación homoerótica no les quitan el aire de mala novela mexicana).

Incluso se ha ido de su «objeto social», programando la Revista de la Televisión Serrana y los documentales sabatinos de las siete. Algo fuera de su perfil, como ya apuntamos un día.

Cuando preguntas por qué no se pueden convoyar ambas series, nadie sabe dar respuesta.

Se infiere que sea porque en su repetición, al filo de las diez y media, no quepan dos seriados (por muy breves que sean: 22 y 30 minutos). La parrilla está muy atiborrada.

En otros bloques, el tiempo sobra.

Los esquemas de emisión del canal son un caos: horarios irregulares, retransmisiones implacables (al punto que vemos un mismo programa dos días seguidos, ejemplo: los de pseudo-reciclaje, cuyos objetos «reciclados» son comprados nuevecitos de paquete en las tiendas, a despecho de nuestra realidad fáctica; estos, a su vez, se repiten cada X semanas).

Los bloques son incoherentes: películas en las mañanas o la medianoche; documentales en las tardes; las series (en las que sobra violencia y falta variedad), compitiendo con los programas más populares de Cubavisión (lo cual en otro contexto sería normal).

En honor a la verdad, el horario de alta audiencia de la Televisión es muy breve. No tenemos aquí el pre-prime-time o las tardes, muy competitivas, de otros lares. O sea, queda muy poco tiempo para ubicar proyectos de alta demanda.

Algo que también padece Cubavisión, que, aunque quisiera, no podría darle mejores horas a determinados programas porque, sencillamente, ¡no los hay!

La programación se reduce de 8:00 p.m. a 10:00 p.m. Muy pocas personas sobreviven a esas horas, vencidas por el sueño o la necesidad de levantarse temprano al otro día.

Es de suponer que Oshín, como otros materiales japoneses, llegue por convenios de intercambio con la NHK. Pero las sitcom vespertinas tampoco se pagan. Por ende, valdría la pena diluir con algo de risas todo el llanto que nos espera los próximos ocho meses.

Oshín es una reizoku (telenovela japonesa) de 297 capítulos producida en 1983 y vista en Cuba diez años más tarde en episodios de 45 minutos. La versión actual rondará los 150.

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