Federer sigue incombustible

En estas mismas páginas, nos referimos al tenista suizo Roger Federer hace cinco años, cuando en 2012 conquistó el cetro del Abierto de Wimbledon, uno de los cuatro grandes del tenis mundial, cuando lo daban por muerto.

En aquel momento advertíamos que el raquetista helvético no había perdido su toque mágico, y todavía podía aspirar a grandes cosas, pese a haber sobrepasado ya la edad de 30 años, que para algunos es sinónimo de retiro cercano en el llamado deporte blanco.

Sin embargo, aquel cetro, y haber llegado además a la final de los Juegos Olímpicos de Londres, le volvió a colocar como líder del escalafón mundial hasta el mes de noviembre, una posición que no volvió a disfrutar más sino hasta esta semana, cuando a sus 36 años se convirtió en el jugador más longevo en encaramarse en la posición cimera del listado planetario, al lograrlo casi tres años más tarde que el estadounidense Andre Agassi, el anterior dueño del récord.

No necesitaba llegar a la final del Abierto de Rotterdam, celebrado durante la pasada semana, pero conquistó el título (el 97 de su exitosísima carrera), y de esa manera garantizó no solo su vuelta al sitial de honor, sino también su permanencia allí por al menos dos semanas, porque de momento es inalcanzable.

Hace un mes se proclamó también campeón del Open australiano, su título 20 en torneos Grand Slam, lo que lo ratificó como el máximo ganador de cetros de este nivel, ahora con cuatro de ventaja sobre su más cercano perseguidor, precisamente su gran rival, el español Rafael Nadal.

En enero de 2017, Federer volvió tras una lesión en la rodilla izquierda que le demandó seis meses de recuperación. En ese momento estaba afuera del top 10 y ocupaba el puesto 17, pero a partir de entonces acumuló nueve títulos más, tres de ellos de Grand Slam.

Durante ese tiempo hilvanó 64 victorias –las últimas 12 de manera consecutiva– y apenas sufrió cinco derrotas.
Específicamente este año, en 12 partidos disputados, acumula solo tres sets cedidos, dos en Australia y otro en Holanda.

Con esos truenos, ¿quién habla de retiro?