Ivette Cepeda, un abrazo que se multiplica

Fotos: Elizabeth Carvajal

Tomás Terry estaría feliz de ver lleno el teatro que él soñó y que hoy lleva su nombre. Lleno de la gente que celebra por estos días, y hasta el 14 de febrero, los 128 años de un empeño que ese hacendado venezolano, asentado en la Perla del Sur, no pudo ver hecho verdad.

Tras su muerte, su familia lanzó un concurso para que un jurado, radicado en París, seleccionara la mejor propuesta de arquitectura de la sala que hoy se levanta majestuosa frente al Parque Central de la provincia.

Así, el 12 de febrero de 1890 cobra la vida y la magia que aún mantiene el Terry. Desde entonces sus tablas han sido el escenario de artistas como Luisa Martínez Casado, Jorge Negrete, Alicia Alonso y Lizt Alfonso, el mismo escenario que tanto ama Ivette Cepeda, porque en los años ´80, cuando era aún una muchachita que quería ser maestra, la vio cantar como solista por primera vez y ganar el Premio a la Mejor Interpretación en el Festival de Artistas Aficionados de la Federación Estudiantil de la Enseñanza Media (FEEM). Ahora, ya toda una cantante, ama regresar a este lugar y sentir los mismos nervios de la primera vez.

Finalmente, la tercera campana sonó y las luces se vuelven sombra. Asoman sus manos abiertas al público, en un perfecto abrazo que se multiplica a la segunda canción, cuando no soporta las distancias y baja cantarles de cerca, a tocar sus manos.

“Tú eres la música”, pide alguien y José Luis Beltrán, guitarrista y director musical, daba en igual instante los primeros acordes de ese tema antológico. “Es una de esas cosas singulares que solo la música y estar todos juntos en un mismo sentir hacen realidad”, asegura Cepeda.

Y entre col y col, Sabina, ese infaltable entre Silvio, Polito, La Lupe. Todos en un coro: “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”. Porque ahí está la razón por la cual nació y sigue en pie este lugar, porque en ese canto está la esencia de la vida: amar para no morir y morir para seguir amando.