Cuba: De fanáticos del fútbol y la fibra del bate y la pelota

Cuba: De fanáticos del fútbol y la fibra del bate y la pelota
Fecha de publicación: 
31 Enero 2018
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Imaginemos por un momento, solo por un momento, que la ciudad es una jungla que por árboles tiene edificios y por cantoneos de pájaros los cláxones de almendrones.

Esta selva tiene, por supuesto, sus propias especies animales: bellas, exóticas, coloridas y peligrosas. Pero de toda la biosfera urbana hay un espécimen particular, uno nuevo que poco a poco se ha ganado su lugar entre las bestias más ruidosas del entorno. En Cuba, donde parece que la globalización se ha colado como una filtración en el techo, ya hay de estos seres extraordinarios que viven de partido en partido y se alimentan de goles. Los adictos al fútbol son parte innegable de nuestra fauna social y, aunque en el mundo se dicen “hinchas”, “hooligans” y “ultras”, los de aquí prefieren llamarse fanáticos.

Subespecies

El fanático del fútbol en Cuba no está en peligro de extinción ni mucho menos; más bien está en auge, aunque lejos de ser todavía una plaga. Como mismo existen diferentes especies de felinos o de arácnidos también hay distintas clases de fanáticos del fútbol, las cuales suelen dividirse en barcelonistas, madridistas, adeptos del Bayern Múnich y los que siguen a algún que otro equipo de la Premier League o del Calcio italiano. No obstante, son los barcelonistas y madridistas quienes proliferan por estos días.

La imparable reproducción de barcelonistas y madridistas es un fenómeno que trasciende nuestras fronteras. En los últimos años, especialistas de todo el mundo han notado un enorme crecimiento en las filas de estas dos manadas en detrimento de otras. Para muchos, el origen de dicha superpoblación se debe a la majestuosa presencia de dos machos alfas: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. En la selva, como todos deben saber, los machos alfas suelen imponerse por la “ley del más fuerte”. Pero como el fútbol no va de violencia (a no ser por las faltas cometidas en el campo), podríamos asegurar que dicha ley se traduce para estos líderes natos en talento, agilidad, elegancia y omnipresencia en los medios.

Hábitat natural

Al menos en Cuba, los fanáticos del fútbol son fácilmente identificables. Su hábitat natural suelen ser esquinas, parques o cualquier terreno, sea de hierba o pavimento, por donde pueda rodar sin problemas un balón. Pero eso sí, ningún entorno les es más reconfortante que un televisor transmitiendo un partido de balompié.

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Para entender mejor a estos fanáticos ha de estudiárseles en plena acción, en su ecosistema idóneo, donde expresa su naturaleza más salvaje. Sí, hablamos de un partido importante, uno que defina algún torneo o que enfrente a rivales históricos. Previo a la transmisión televisiva, el animal futbolero cubano apuesta (o “se juega”) toda clase de cosas, repasa brevemente las veces que su equipo ha derrotado al contrario y, por último, hace uso de sus facultades adivinatorias para predecir el resultado del encuentro. Durante el juego solo atina a dar gritos, sobresaltarse y hablarle infructuosamente a la pantalla del televisor. Dado el pitazo final, si sale victorioso, su principal deber es el humillar al fanático contrario. En caso de perder, entonces no faltará la advertencia de una segura revancha.

Características físicas

Las características físicas de esta especie son en extremo variables, a tal punto que a veces pueden confundirse con el resto de la humanidad. Sin embargo, un pequeño detalle les delata: la vestimenta. Los fanáticos pululan por ahí con sus camisetas de fútbol puesta y el escudo del equipo al pecho. Pero las camisetas son caras y, a la larga, se rompen. Algunos afortunados echan mano de familiares o amigos para que se las traigan de otro país. Otros más radicales deciden volver imborrables sus insignias y las cosen en la piel a manera de tatuajes. Y es que el escudo es para ellos un emblema sagrado al cual se le debe respeto y amor, como si de un símbolo religioso se tratase. A él deben lanzarse las plegarias en busca de goles y, cuando estos últimos lleguen, es obligado besarlo con desenfreno, agradecerle, tensar los músculos y extender los brazos al cielo.

Comportamiento salvaje

¡Advertencia! En caso de enfrentarse a un fanático del fútbol debe saber, primero que todo, que este no tiene un “equipo favorito”. No. La bestia en cuestión tiene “un equipo”, o mejor, SU EQUIPO. Dentro de su cabeza cree que el club (o la selección nacional) es propiedad suya y como tal se referirá a este. Dicho comportamiento le lleva a asumir todo un conjunto de responsabilidades: defenderlo ante detractores y enemigos, sufrir las derrotas, cantar las victorias y relatarlas entre amigos como épicas batallas que por su exactitud histórica y lujo de detalles dejarían mal parado al mismísimo Homero.

En este mundo pocas cosas se comparan a un gol, o al menos así lo cree un amante del fútbol. En su mente el gol viene a ser un orgasmo, un espasmo con arritmia cardiaca incluida, la gloriosa culminación de un ir y venir de expectativas cumplidas y desencantos. Lo celebra como si la anotación saliera de sus pies y con el deseo ardiente de estar en la piel de los jugadores. Así que no se asuste si ve algún arrebato de éxtasis en algún espécimen, pues ese pudiera ser su comportamiento más inofensivo. Claro, si el gol lo marca su equipo.

Depredadores y presas

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Algunos estudiosos afirman que los fanáticos del fútbol son una especie introducida que ha alterado el ecosistema nacional, convirtiéndose en depredadores naturales de los seguidores del béisbol. Sin embargo, la biosfera deportiva cubana no ha sufrido ningún cambio, o al menos ninguno asociado al auge del “más universal”. La pelota es y seguirá siendo el deporte nacional, el motivo existencial de las esquinas calientes, el ritual hogareño que aúna a la familia frente al televisor. Así lo ha demostrado la reciente Serie Nacional de Béisbol, donde los fanáticos del fútbol se han puesto sobre las camisetas del Barza y del Real Madrid las de Industriales, Las Tunas o Granma. La comunidad científica no debe basarse en miedos infundados, pues el bate y la pelota son la fibra cubana que dota de cierto endemismo al animal futbolero.

Evolución

El fanático del fútbol en Cuba, que como todo ser es víctima feliz de la evolución, mutaría gustoso su naturaleza salvaje de espectador televisivo y jugador de barrio por la de “hincha” regional. No dudaría en colocar también sobre su camiseta de clubes europeos la del equipo provincial y animar desde las gradas a sus jugadores con más ímpetu que desde la sala de su casa. Pero la realidad conspira contra los designios darwinianos, pues tanto los estadios como los torneos nacionales carecen de las condiciones mínimas para emprender una competición decorosa. Bastarían unos arreglos a aquellos terrenos olvidados y convertidos en amazónicos herbazales, y quizás algo más de promoción, para atraer a esa masa de personajes curiosos entre los cuales, con dignidad, me incluyo.

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