CRÓNICA DE UNA DESPEDIDA: Carlos Tabares, un 56 para siempre

CRÓNICA DE UNA DESPEDIDA: Carlos Tabares, un 56 para siempre
Fecha de publicación: 
11 Enero 2018
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El estadio se llenó, a más no dar. Afuera, cientos de personas quedaron ante las puertas cerradas por falta de capacidad. Adentro, se mezclaban la tensión, la alegría, las expectativas. Miles de cubanos encendían y apagaban sus celulares para guardar instantes previos y para comprobar que estaban listos para congelar un pasaje inolvidable.

Carlos Tabares, el eterno 56 de la Habana, de Industriales y de Cuba, llegó con su familia al estadio Latinoamericano varias horas antes de su retiro oficial del deporte activo. Logró llegar a los vestidores y allí se acicaló para su última visita al “center field”.

Aunque adaptado a las grandes emociones, a las tensiones extremas, le sobrecogió el mar de pueblo que bajaba rumbo al coloso del Cerro, y que pasadas las 6 PM hacía temblar el vetusto templo en que él lo hizo todo: atrapar pelotas infernales, robarse todas las bases, batear para cualquier banda y por encima de la cerca; reír, llorar, festejar y vestir la franela de la cuatro letras: CUBA.

El guión de su despedida estaba cargado de símbolos, de guiños a quien ganó el cariño y respeto de la afición por su entrega total y la humildad y naturalidad sostenida aun en medio de la gloria y la fama. “Dejar la piel en el terreno” fue su credo y le fue fiel hasta el final.

Justo a las 6:56 de la noche se escuchó la alocución de Radio Reloj en la que se anunciaba al país el retiro oficial del 56. Las pantallas instaladas en el Latino comenzaron a pasar esas jugadas inolvidables del “Taba”, mientras este, vestido de impecable traje gris, caminaba por última vez a la pradera central.

El público aplaudía, grababa, sentía… Una obra plástica del artista Michel Mirabal lo esperaba justo donde clavó sus spikes cada día, durante 25 temporadas, para defender a su equipo, a su país, a su gente.

Entonces, de allí mismo, salieron a recibirle cinco Glorias de todos los tiempos, cinco amigos y guías: Rey Vicente Anglada, Javier Méndez, Juan Padilla, Pedro Medina y Pedro Chávez, para escoltarlo hasta el diamante al reencuentro con su querida familia.

La evocación de su padre le arrancó las primeras lágrimas, por la ausencia irreparable y la convicción de que su inspiración fue esencial para conquistar tantas victorias.

La Colmenita, dirigida personalmente por Tim Cremata, regaló al homenajeado la idea martiana de que «tener talento es tener buen corazón», con música y baile nacidos de la naturalidad y espontaneidad de los niños, esos que pese a todo conocen muy bien quien es Tabares.

Luego, el protocolo obligaba a la entrega de los diplomas formales, en un desfile merecido que encabezaron Mercedes López Acea, miembro del Buró Político del Partido, vicepresidenta del Consejo de Estado y primera secretaria del Comité Provincial del PCC en La Habana; Reinaldo García Zapata, integrante del Comité Central del Partido y presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular en la capital; y Antonio Becali Garrido, titular del INDER.

Agasajaron al destacado pelotero, además, la Dirección Nacional de Béisbol, la Comisión Nacional de Atención a Atletas, la UJC, la FMC, los CDR, la ANAP, la Universidad de La Habana, las Peñas Deportivas y otros organismos y empresas de la capital.

El Héroe de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, un industrialista de pura cepa, le obsequió un bate y un abrazo, por esas tantas ocasiones en que su injusto encierro en cárceles de los Estados Unidos dolió menos por una victoria de su equipo, muchas veces afincada en el desempeño de Tabares.

Poco después, algunos de sus compañeros y amigos le hablaron gracias a la magia de la televisión, y los bellos adjetivos, como los aplausos, no cupieron en el estadio.

Para alegrar la fiesta llegaron a la grama del engalanado parque los humoristas Luis Silva y Omar Franco, jurados aficionados azules que le hablaron al amigo con la franqueza y la gracia acostumbrada. Sus aplausos fueron cedidos a Tabares, porque la pelota es la pelota, y «vivir del cuento es otra historia, otra historia».  

El saludo del equipo tunero y de su eterno Industriales devino momento emocionante, pero el clímax llegó con sus palabras. Y la más recurrente fue GRACIAS: a las autoridades, a su familia, a sus compañeros de antaño, a su primer entrenador, a sus azules y en especial a la afición que durante 25 años lo acompañó en su aventura beisbolera.

«Me marcho del deporte activo, pero me quedo en el béisbol. Sepan que estaré siempre dispuesto a cumplir las tareas que me asignen», dijo con voz entrecortada y manejando el micrófono tan bien como el guante o el bate.

En los minutos siguientes escuchó el tema musical “El punto cubano”, a cargo de David Blanco, y se despidió otra vez. Frente a su banco de tercera base respondió las preguntas de la prensa, posó para fotos, recibió abrazos y se abrió paso entre decenas de personas hacia el camerino.

Tenía 20 minutos para cambiar el atuendo de gala por su eterno traje blanquiazul. JIT lo acompañó para extraerle una frase más: «Estoy emocionado por esta despedida, por el cariño de la gente, por el reconocimiento a mi carrera, entrega y fidelidad. Ya me adapté a la vida fuera del terreno, pero este homenaje ha sido muy grande, muy lindo».

Le di las gracias y salió como un bólido hacia el terreno. Alguien le preguntó qué pasaba y respondió, sin detenerse: «Nada, que esta noche yo voy para la línea de coach de tercera base».

Gracias a ti, Tabares. Nosotros somos los que estamos en deuda.

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