Experiencias de Irma: ¿Cuánto cuesta cumplir lo establecido?

Experiencias de Irma: ¿Cuánto cuesta cumplir lo establecido?
Fecha de publicación: 
31 Octubre 2017
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Fotos: Annaly Sánchez e internet

Vientos huracanados, lluvias interminables, cielo gris y apocalíptico trajo consigo el huracán Irma que hostigó, prácticamente, todo el norte del país, de uno a otro extremo. Más de 48 horas de azote, con consecuencias devastadoras, una decena de fallecidos y disímiles historias.

Un acercamiento desde la perspectiva de damnificados sobre el siempre polémico tema de la evacuación y lo que está legislado nos permitirá reflexionar sobre esta arista de cara al futuro, pues la actual temporada ciclónica aún no termina y en próximos años —por nuestra ubicación geográfica—, seguramente, no seremos inmunes a los latigazos de los huracanes.

Edificio en estática milagrosa y apenas una evacuada

Ante las primeras noticias de que los embates de Irma llegarían al occidente del país, Viviana se puso en alerta. Reside en un edificio en el municipio capitalino de Centro Habana, en estado de estática milagrosa, aunque lo más sorprendente resulta la cantidad de personas que a diario allí pernoctan.

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Edificio en Centro Habana en condiciones de estática milagrosa, y del cual solo una persona se autoevacuó al paso del devastador meteoro.

Explicó que —a pesar de la precariedad de las condiciones— en la edificación todavía conviven seis núcleos familiares, cifra que crece en las horas nocturnas, pues Margot, una de las vecinas, como si fuera «directiva» de la entidad de Vivienda o una «buena samaritana», se cree con el derecho de «ubicar» en algunos de los apartamentos vacíos a algunos de los que andan de paso por La Habana.

«El edificio está que se cae y, por si fuera poco, la gente sigue incrementando la convivencia. Luego pasa cualquier cosa y las culpas las carga el Estado».

Por la situación constructiva, se orientó que todos los vecinos debían evacuarse. Mas ella fue la única que lo hizo en casa de un familiar, los demás se negaron rotundamente.

La anécdota narrada por Viviana pareciera insignificante —mas no lo es— ante la ocurrencia de hechos graves que, precisamente, sucedieron también cuando este último fenómeno meteorológico afectó al país.
 

Negligencias, falta de previsión, indisciplinas sociales y otras conductas negativas pusieron en peligro no solo la vida de los ciudadanos —recordemos las causas de la muerte de algunas de esas personas—, sino también de quienes, en el cumplimiento del deber, afrontaron la disyuntiva de rescatar a seres humanos en condiciones muy adversas, cuando esas acciones podían haberse realizado en circunstancias normales.
 

Desde Tercera, mar adentro

Abdel es un trabajador de Etecsa que vive en 3ra. entre A y B, # 260, en el Vedado. Su edificio fue construido en 1950 y lo separan unos 50 centímetros desde el nivel de la acera hasta la puerta de su casa. No está en mal estado constructivo, ni presenta peligro de derrumbe, pero tampoco ha escapado de la acción hostil del salitre.

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Fachada del edificio donde vive Abdel. El mar dejó sus huellas.

«En esta ocasión, el mar se convirtió en un huésped, más bien, en un intruso inesperado —confesó—. Comenzamos a tomar medidas cuando escuchamos que habría penetraciones del mar y subimos los efectos electrodomésticos, pues tenemos experiencia en diez años de fenómenos similares. Por lo general, el refrigerador, por su peso, lo dejamos para el final, cuando hay certeza de que el agua viene con fuerza».

Sin lugar a dudas, Abdel y su familia se las vieron «feas» durante y después del paso de este ciclón. Según dijo, «lo peor fue el desorden, la mala coordinación y la desatención en esa zona en las horas posteriores a la inundación.

«Esos momentos iniciales son críticos. El agua estaba infestada, había condiciones de insalubridad, no se podía cocinar, pues colapsaron los servicios de gas, agua y electricidad, y los piperos cobraban para vaciar cisternas. Así, sin ser catastrofistas, vivimos Irma muchos de mis vecinos y yo».

Explicó que él y su familia se autoevacuaron en la casa de un vecino que vive arriba, «fue casi una mudada total, por lo que mis pérdidas no fueron cuantiosas».

A una pregunta nuestra sobre cómo funcionaron en esta ocasión los mecanismos relacionados con la evacuación y protección de la ciudadanía, manifestó que no experimentó la sensación de preocupación y responsabilidad como cuando ocurrió al paso de Wilma, en el 2005.

«De hecho, una funcionaria del Partido municipal pasó y, en un tono no muy convincente, convidó a evacuarnos. Durante las horas más feroces de Irma pasaron la patrulla y unidades de la Fuerza Especial del Ministerio del Interior (Minint) en funciones operativas.
 
«Después también percibimos tardanza respecto a productos de primera necesidad, como agua y alimentos ligeros.

«Recuerdo que, cuando Wilma, a mi hija y a mí nos evacuó Juan Contino, quien era el presidente del Gobierno en la ciudad en ese entonces. Una realidad distinta vivimos ahora.   

«En esa oportunidad, el mar tuvo una crecida superior de, al menos, 20 centímetros. La percepción de riesgo del vecindario estaba estimada sobre un nivel determinado y, al ser este mucho mayor, aumentaron los riesgos. Ese huracán fue algo descomunal y superarlo era insospechado».

¿Qué está normado en relación con la evacuación?

A propósito de la necesaria evacuación, cuando las condiciones meteorológicas lo exigen, CubaSí recurrió a normas que dejan por sentado lo establecido al respecto.

Tal es el caso de la Ley No. 75 de la Defensa Nacional (diciembre/1994), que en dos incisos del artículo 116 expone elementos relacionados con la evacuación de la población hacia zonas seguras y la desconcentración temporal a lugares menos amenazados.

En ese propio texto, el artículo 118 plantea —entre otros asuntos— que tales medidas son de obligatorio cumplimiento para toda la población.

Por otra parte, el decreto-ley 170 (del Sistema de Medidas de Defensa Civil, mayo/1997) subraya, en el artículo ocho, que «El Estado Mayor de la Defensa Civil organiza desde tiempo de paz las medidas para asegurar la vitalidad de la población en situaciones excepcionales». 

De igual manera, la Resolución No. 2 del Jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil (marzo/2009) establece las categorías (de forma detallada) para la organización y planificación de la protección de la población en situaciones de desastres, considerando el impacto de los tres efectos destructivos asociados a estos eventos: los vientos, las lluvias intensas o prolongadas y las penetraciones del mar.

Del dicho al hecho…

«¿Cómo es posible que una señora de 83 años se haya quedado en su apartamento?», pregunta Abdel, al comentar las fatales consecuencias de Irma.

«En casos como estos —agregó— hay que llegar al punto de decir: “¿Dónde prefiere dormir: en el centro de evacuación, en el albergue o en el hospital? Pero usted aquí no se puede quedar”. Yo, con 46 años, como se dice popularmente, pasé las de Caín».
 
Comprende la actitud de quienes, a sabiendas de que no hay riesgo para la vida y de que vivirán varios días en condiciones adversas, desean permanecer en sus casas para preservar sus bienes.

«En cambio —señaló—, niños, adultos mayores de 60 años y ancianos deben cumplir obligatoriamente con lo que está legislado. No deben estar expuestos y el mecanismo debe activarse de forma obligatoria, incluso si el resto de la familia considera lo contrario.

«La gente siempre tiende a proteger al máximo sus bienes, no solo del mar o el viento, sino también de los ladrones. En cambio, las autoridades, a sabiendas de la composición de cada núcleo familiar, deben ejercer su función y hacer que se cumpla lo establecido».
 
Algunas reflexiones

Con lo expuesto, no caben dudas de que en nuestro país todo está normado en relación con el enfrentamiento a fenómenos climatológicos de este tipo, experiencia que se ha ido enriqueciendo en los últimos años.

No obstante, muchas veces la población espera hasta el último momento para ser evacuada. En el peor de los casos, no lo hace, y pone en peligro su vida y la de los demás.

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La decisión de no evacuarse pone en peligro la vida de otros.

Las leyes están dictadas, solo falta el estricto cumplimiento. De ahí que las autoridades de los consejos de defensa (a nivel de municipio y provincia), de conjunto con las organizaciones políticas y de masas de los territorios, deben estrechar las relaciones de trabajo y actuar de manera conjunta para preservar las vidas humanas y los bienes.  

La salida airosa de situaciones como estas depende de lo que puede hacerse antes, durante y después de las lluvias, los vientos y las penetraciones del mar. Hasta el momento, nadie ha demostrado lo contrario.

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