MIRAR(NOS): Cuesta creer

MIRAR(NOS): Cuesta creer
Fecha de publicación: 
25 Agosto 2017
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Domingo o lunes, me cuesta ahora precisar bien. La (in) tranquilidad propia de estos meses, salvo por las salidas extra del tren a la playa, confunden a cualquiera. Abordamos el mismo coche (donde vivo perduran los alados por caballos, tradición colonial repetida en La Habana Vieja) y ya venía entablando aquella tan peculiar conversación con el cochero.

Él, joven con botas de goma y sombrero para salvaguardarse de la potencia del Astro Rey se mostraba incrédulo. Y ella que sí, que a sus más de cuarenta años no aceptaba que se pusiera en duda su dignidad de señorita. Que los años no importaban y fue una decisión bien tomada desde la juventud, después de todo, preguntó ¿para qué sirve el sexo?

Mejor dejarlo ahí, no sea que alguno de los dos me lea y se sientan aludidos directamente. De todos modos, mi pretexto hoy no es el sexo en sí mismo.

Pretendo, si me lo permite el espacio, ponerme en la piel de uno y otra. Aquel joven, con sonrisa irreverente ponía en tela de juicio “el expediente sin mancha” de aquella señora. Porque les cuesta creer a los más nuevos que alguien decida por la abstinencia y que a su vez no sea un castigo ni un plus después de una decisión, abrazar los votos por ejemplo.

No es de extrañar que parezca ilógico en una época donde con 14 años o menos hablar de relaciones sexuales sea pan cotidiano. Y el conocimiento nunca está de más, el asunto resulta cuando hablan de sus conquistas, de las experiencias personales.

De todo hay en este mundo y no pocos se sienten inconformes cuando los que peinan canas encuentran satisfacción. Que hablen de sus peripecias de alcoba se nos vuelve (a mí también más engorroso) tema intocable. A nivel psicológico nos cuesta enfrentar la sexualidad de nuestros padres o seres más allegados, aunque tengamos la misma edad.

Nadie va por la vida imaginando el momento del clímax de su tía. Un enfermo sexual en todo caso, sería el personajillo que se dedique a tan delicadas ensoñaciones. ¡Claro! en este punto coincido con Ud, nadie que lo visualice va por ahí a contarlo.
Viene a mi mente entonces un episodio del que fui protagonista. Pregunté a un niño de tres años:
-    ¿Qué es papá, hembra o varón?
-    Varón.- contestó inmediatamente.
-    ¿Y tus hermanos? .-  inquirí con picardía.
-    Varón y varón.- respondió como cosa muy seria.
-    ¿Tú que cosa eres?.- ya lo estaba cansando un poco.
-    Varón también.- suspiró de esa forma tan ingenua que tienen los niños para decirnos a los adultos “ya basta”.
-    Oye, y por último ¿qué cosa es mamá?
Su respuesta vino demorada. La acompañó de una mirada a todos los presentes, como implorando por una respuesta salvadora que lo sacara del suplicio de mi preguntadera. Sin encontrar auxilio me soltó:
-    Mamá es mamá. Mía y de mis hermanos varón y varón.

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