EN VACACIONES: Otra experiencia (nada) religiosa

EN VACACIONES: Otra experiencia (nada) religiosa
Fecha de publicación: 
31 Julio 2017
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Quienes tenemos hijos estamos constantemente en la disyuntiva de intentar ocuparles el tiempo libre con una buena distracción, y obligatoriamente hay que probar nuevos lugares, porque se cansan de visitar siempre los mismos. En época de vacaciones la “tortura” aumenta porque se trata casi de un ejercicio diario.

Pues bien, esta vez decidí llevar a mis niñas al Centro Recreativo José Antonio Echevarría, para que se bañaran un rato en la piscina. Allí hay tres, una específicamente para niños, pero una de las mías ya está bastante grande y esa no le sirve, y dos para todas las edades.

Desgraciadamente, el día que fui estaba trabajando solamente una de estas últimas, porque la otra, según me explicaron, se cerró para darle una limpieza general. Sin embargo, desde que entré, noté que el agua de la que estaba en funcionamiento no estaba limpia. Al dirigirme al encargado me dijo que era el piso, que estaba manchado y por eso daba la impresión de que el agua estaba sucia, pero no era así.

Si cerraron la otra por un problema similar, no se entiende que abrieran esta en tan malas condiciones. Ya estaba dentro y había pagado los 25 pesos de la entrada de cada uno (los niños pagan lo mismo que los adultos), y no quería a esa hora, ya pasadas las 10 de la mañana, salir a otra parte, consciente de que las instalaciones más cercanas (Castillito y Camilo Cienfuegos) estaban cerradas, así que me quedé.

Otros 25 pesos costaba alquilar tumbonas, de madera, y la cuenta seguía aumentando todavía sin consumir nada.

La piscina que funcionaba es la que tiene la canal en el centro, pero tenía puesta una silla atravesada en la escalera, como si no se pudiera utilizar. No obstante, a la media hora los niños empezaron a encaramarse por los costados y terminaron quitando la silla. Nadie fue a decirles nada, por lo que me quedó la duda de cuál era el objetivo de la dichosa silla.

Llegó entonces el turno de las violaciones de precio, que tan difíciles son de eliminar. En la cafetería de la otra piscina, que sí estaba en funcionamiento, había cerveza Cacique a 18.00 CUP según la tablilla, pero a 20.00 según el dependiente, que simplemente se encogió de hombros cuando se le preguntó por qué el cambio. Lo mismo sucedía con unas barras de chocolate que se anunciaban a 9.00 CUP y se vendían a 10.00, medio derretidas además.
Ninguna de las dos cosas me eran imprescindibles para estar allí, pero nada me garantiza que fueran las únicas sujetas a alteraciones, porque no pregunté por más nada.

Si todo eso no fuera suficiente (música de aquella incluida), a las dos horas ya no se podía nadar en la piscina porque seguían vendiendo entradas indiscriminadamente, como si estuvieran funcionando las dos. La cola para tirarse de la canal no bajaba nunca de las 10 personas, niños y adultos, y cuando me fui, sobre las dos de la tarde, todavía ni siquiera estaba la piscina completamente llena de agua.

Estoy pensando a dónde llevar a mis niñas el próximo fin de semana, ojalá encuentre un lugar donde el cliente tenga prioridad.

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